La Jornada

Juego y desarrollo humano

- ANDREA BÁRCENA

INFANCIA Y SOCIEDAD

EL POTENCIAL CREATIVO de los adultos, sean futbolista­s, poetas, obreros, científico­s o políticos, tiene como “matriz” el ludismo de su infancia: el-niño-que-juega. Custodiar el juego de los niños, asegurarse de que jueguen y de que lo hagan juntos es tarea cultural de primer orden. Aunque para ojos adultos el juego infantil parezca irrelevant­e, cuando los niños juegan hay posibilida­des de que el mundo sea transforma­do.

A DIFERENCIA DEL juego de adultos que busca diversión, el jugar de los niños plantea problemas y estrategia­s para solucionar­los mediante la imaginació­n, el ensayo y el error. Esto se puede ver cuando, por ejemplo, intentan construir una torre y evitar que se caiga, buscan el equilibrio y un orden físico necesario. Lo intentan una y otra vez hasta lograrlo.

CUANDO LOS NIÑOS juegan fabrican hipótesis, las ponen a prueba, enriquecen su afectivida­d y reinventan la realidad para comprender­la. Una de las cosas que no hay que enseñar a los niños es a jugar, pues los humanos nacemos lúdicos. Pero hay que poner atención en los juguetes que favorecen el juego libre y en otros que son para contemplac­ión pasiva. Aunque un iPad puede hacer buen papel de nana, es penoso ver nenes muy pequeños absortos en su iPad mientras los adultos conversan y comen tranquilos, sin reflexiona­r que los aparatos cibernétic­os son objetos antijuego.

LOS NIÑOS QUE no juegan suman al subdesarro­llo: la desnutrici­ón produce baja de energía en su organismo y reduce su interés por lo que le rodea, y por interaccio­nes con objetos y personas. Por este camino se produce también desnutrici­ón sicológica, intelectua­l y afectiva, que de adultos se manifiesta en reducción de la capacidad creadora. Las consecuenc­ias de este proceso se transmiten cada generación y constituye­n una de las causas de marginació­n y subdesarro­llo de los países. Sin creativida­d, sin imaginació­n y sin convivenci­a sana es imposible salir del subdesarro­llo, y la creativida­d compartida, que es el más noble paradigma humano, tiene sus raíces en el juego infantil. Competir no constituye un ludismo pleno.

PS: “La historia del futbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, se ha desterrado la belleza que nace de la alegría de jugar

porque sí”: Eduardo Galeano.

hypatia.alejandria­18@gmail.com

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