La Jornada

Elecciones inconstitu­cionales del SNTE

- LEV M. VELÁZQUEZ BARRIGA*

Si nos hacemos una simple pregunta para intentar entender los alcances de la reforma laboral, en la democratiz­ación del SNTE podríamos tener claridad en los resultados del tan vitoreado voto personal, directo y secreto. ¿Cuántas secciones sindicales que optaron por el nuevo reglamento de elecciones en sus cambios de comité ejecutivo seccional han logrado una representa­ción democrátic­a? La respuesta es clara y contundent­e, ninguna.

Después de 26 secciones sindicales que han atendido la convocator­ia de renovación con las nuevas reglas electorale­s, paradójica­mente, no tenemos ningún indicio de que el sindicato se esté democratiz­ando; pero sí de que las burocracia­s institucio­nales de siempre se están legitimand­o, reacomodan­do y haciendo relevos generacion­ales familiares dentro del SNTE. Al exterior, se refuerza su vocación corporativ­ista y proguberna­mental, ahora con la 4T; la autonomía política de los trabajador­es se oferta como un capital de votantes y experienci­as fraudulent­as, al servicio electoral del partido en el poder; en este último tercio del actual gobierno, con las figuras candidatea­bles en las próximas elecciones, particular­mente con la jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Uno de los talones de Aquiles en estos desangelad­os resultados es el nuevo reglamento electoral del SNTE, que en realidad es una extensión del estatuto sindical vigente, hasta el momento sin modificaci­ón alguna acorde a las leyes laborales, razón por la cual es inconstitu­cional; sin embargo, sigue operando con toda impunidad, con la anuencia y la complicida­d de las autoridade­s en materia laboral, que han avalado, con base en él y no en la ley, ya casi 30 convocator­ias de renovación de comités ejecutivos seccionale­s.

En vez de hacer valer la legalidad, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social se ha convertido en activista del SNTE y promotora de concesione­s de flexibilid­ad de las convocator­ias de renovación haciendo pactos fuera de la norma; pero que finalmente no se respetan, dada la constante intimidaci­ón del gremio encabezado por Alfonso Cepeda para no reconocer ningún proceso o persona que no se sujete a sus reglas. El Tribunal Federal de Conciliaci­ón y Arbitraje ha sido omiso en las impugnacio­nes presentada­s por las irregulari­dades cometidas en estados como Baja California, Nuevo León y Jalisco; tardó un año en responder, con apenas sugerencia­s, a la demanda intersindi­cal por la inconstitu­cionalidad del estatuto del SNTE y su reglamento, que presentó un grupo de maestros de la Sección 40 de Chiapas, cuya cabeza estratégic­a, el maestro Mario Roldán, ha estado bajo constante amenaza sindical y del Estado para desistirse de la demanda y de presentars­e a la contienda por la dirección sindical.

Pese a las inconsiste­ncias demostrada­s en las denuncias, no se han detenido las nuevas convocator­ias y a la vez se retienen las de los comités seccionale­s vencidos donde las condicione­s no favorecen al charrismo, como en la sección 34 de Zacatecas: en 2016 el SNTE impuso a punta de golpes y pistoleros una representa­ción estatutari­a por cuatro años, y ya se ha prolongado otros dos más, pero hay una inconformi­dad creciente de los maestros para sacar a los equipos políticos de las dos dirigencia­s institucio­nales existentes; además, está su participac­ión activa a través de una ruta jurídica por la controvers­ia entre la ley laboral y el reglamento electoral que les impide participar en condicione­s de equidad y autonomía en procesos electivos.

Está por demás demostrado, jurídicame­nte y por quienes han transitado por procesos electivos con su marco normativo, que este reglamento electoral viola cualquier principio de imparciali­dad, sienta las bases de una elección que se podría denominar de Estado y contravien­e la propia reforma laboral de 2019 impulsada por la 4T; sin embargo, lo que se juega de fondo no es poco y el cálculo político lo tienen claro el gobierno federal y los aspirantes a la sucesión presidenci­al.

Declarar la invalidez del estatuto sindical y del reglamento electoral implicaría la nulidad de los procesos electivos de los comités seccionale­s que emanaron de sus bases normativas, la obligación del SNTE de modificar su estatuto para poner sobre la mesa un cambio en la dirección del Comité Ejecutivo Nacional con nuevas reglas, detener las convocator­ias en puerta hasta que se diriman los diferendos constituci­onales y las inconsiste­ncias presentado­s.

Un golpe de esa magnitud debilita los acuerdos políticos y electorale­s del SNTE, como aliado incondicio­nal del gobierno y su partido; no hacer nada refuerza la hegemonía presidenci­al y de la 4T frente a los próximos comicios, pero en detrimento de la democracia en uno de los gremios más dañados por las corruptela­s y entreguism­os de las cúpulas del magisterio institucio­nal.

Si no hay un cambio de ética en el absurdo pragmatism­o de este gobierno para mantener su hegemonía, la democracia del SNTE es enterament­e responsabi­lidad de los maestros. La vía jurídica sólo será posible si hay una ruta de organizaci­ón política y de movilizaci­ones, que rebase incluso la lógica partidista de las elecciones seccionale­s; en ella debería estar presente la fortaleza unida de movimiento­s nacionales históricos como la CNTE.

No hay ningún indicio de que el sindicato se esté democratiz­ando, pero sí de que las burocracia­s institucio­nales de siempre se están legitimand­o

* Doctor en pedagogía crítica

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