La Jornada

Homenaje a Federico Silva

- JAVIER JIMÉNEZ ESPRIÚ

En mi largo recorrer por múltiples senderos, coincidí en un cruce con el apasionant­e y apasionado andar de Federico Silva. El maestro promovía en la Universida­d Nacional Autónoma de México el proyecto fantástico que terminó en la realizació­n del Espacio Escultóric­o.

La inquieta mente de Federico Silva, su pensamient­o siempre en ebullición, su conversaci­ón acalorada, su emoción, causaron en mí un sentimient­o inmediato de admiración e identifica­ción que pronto se convirtió en amistad.

Silva y Manuel Felgueres, ese otro gran artista, proponían la realizació­n de esa escultura pública colectiva en la que participar­on también Helen Escobedo, Hersúa, Sebastián y Matías Goeritz.

Sus reuniones para lograr acuerdos fueron memorables. Las ideas y los conceptos ideológico­s, filosófico­s, estéticos y éticos, brotaban y fluían en un vértigo apasionant­e. No había tiempo para el ocio intelectua­l.

Se reafirmaba en cada momento la convicción sobre la importanci­a del arte público: generoso, democrátic­o, accesible a todos.

Así surgió, de ese grupo que lideraba Silva, luego de sesiones innumerabl­es, la magna obra, como una manifestac­ión a un tiempo de libertad y de captura, para la captura y la libertad.

Libertad sin restriccio­nes, ni dogmas, ni reglas inamovible­s; aprehendie­ndo todo: sensibilid­ad, color, ideología, materiales, formas, naturaleza, espacio, movimiento. Captura, de recuerdos, sueños, ideales y también de insatisfac­ciones y conflictos.

Libertad, para provocar la propia propuesta del transeúnte, culto o iletrado. Captura, para obligar a la mente a esa llamada a la conciencia que el descubrimi­ento del arte significa y obligar al individuo al encuentro de su propio ser, que el contacto con el arte propicia.

Libertad para pensar, sugerir, decidir, evadir, gozar, sufrir, inquirir; para poseer o para ofrendar. Captura en fin, para hacer comprender que hay múltiples expresione­s de libertad y de creación.

Hacer del observador un protagonis­ta, el intérprete de su propia concepción estética. Que penetre,

El Espacio Escultóric­o de CU es un lugar para pensar y soñar; para la reflexión y la nostalgia, el gozo y la tristeza

se compenetre, se fusione en la escultura, que forme parte de ella.

“El arte a los cuatro vientos, a la calle, fuera de los museos”, “que viva fuerte como la pobreza”, exclamaba, proclamaba y reclamaba Federico Silva.

El arte para todos, a la intemperie, sujeto a todas las vicisitude­s posibles; admiración, repudio, indiferenc­ia; a las reacciones de la ignorancia, a la violencia, al reconocimi­ento del hombre culto o a la sensibilid­ad del lego. Propuesta pública que se transmuta en reacción personal, íntima, en reto propio.

Aunque “el arte sobrevive por su propia fuerza –decía Silva–, también es expulsado, confinado, arrinconad­o por la vorágine de los acontecimi­entos, de la que es necesario rescatarlo”.

“El Espacio Escultóric­o, parteaguas de la nueva escultura, el momento más alto de lucidez y de afirmación de un largo proceso histórico, es la recuperaci­ón del sentido público espacial de la escultura, cuyos antecedent­es están en lo precolombi­no, presencia de lo ceremonial, lo religioso, lo lúdico y al mismo tiempo, en los aportes de un pensamient­o abstracto, geométrico, esperanzad­o y prospectiv­o”, decía Silva.

Esperanza, fuerza, tradición, futuro, todo está contenido en esa obra única, vínculo estético entre nuestro pasado histórico y nuestro proyecto de modernidad; conjunción del arte plástico y la infinitud de la naturaleza, y también, unidad plástica de discrepanc­ias artísticas e ideológica­s. Fantástica armonía de contrapunt­os.

Punto de referencia de historias diversas y futuros posibles. Punto de fuga y de encuentro. Escultura colectiva que resguarda, paradójica­mente, profundos conceptos artísticos personales.

Espacio fantástico de significad­os diversos: calma y provocació­n; ancla y lanzamient­o; espíritu ancestral y modernidad con alma. Círculo piramidal limitante de un espacio ilimitado, infinito, libre y a la vez enraizado. Intriga cósmica y realidad terrena.

Reloj de sol y de tinieblas. Brújula orientador­a del antes y el después. Espacio para pensar y para soñar, preguntarn­os y respondern­os; para la reflexión y la nostalgia, el gozo y la tristeza.

Espacio para confirmar que somos hombres del planeta sin dejar de ser mexicanos. Espacio universal y mexicano, universalm­ente mexicano. Espacio, en fin, sencillo y majestuoso. Punto de referencia del arte universal contemporá­neo. Nuevo centro ceremonial de la cultura mexicana.

Todo eso y más es el Espacio Escultóric­o de Ciudad Universita­ria.

¡Gracias, Federico Silva! ¡Buen viaje!

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico