La Jornada

Estancada, la ruta para el nuevo proceso constituci­onal en Chile

Urge acuerdo entre gobierno y oposición para integrar la comisión rectora, aseguran analistas y políticos

- ALDO ANFOSSI ESPECIAL PARA LA JORNADA SANTIAGO

“¡No se puede dejar esto a la mano de Dios!”, exclamó esta semana el ex presidente Ricardo Lagos Escobar (2000-06), en un tono de ruego y estupefacc­ión: a punto de transcurri­r tres meses desde el plebiscito del 4 de septiembre, cuando 62 por ciento rechazó la nueva Constituci­ón chilena, la intención de revivir el proceso luce moribunda.

“Estamos llegando al límite, esperemos que pronto tengamos una respuesta. Se comentó que se retomaría en noviembre, quedan algunas ‘horitas’”, dijo, aludiendo a plazos que se agotan.

“Siempre es posible tener un acuerdo, hay que tener una mayor distancia de los temas y entender que tiene que haber respuestas ahora. ¡No se puede dejar esto a la mano de Dios! Aquí se requiere una voluntad clara de culminar ya algo que hay que hacer”, reclamó.

Lagos, que meses atrás se negó a explicitar si votaría “apruebo” o “rechazo” acerca del texto propuesto como Carta Magna y que sí dejó entrever que debía mejorarse, restó importanci­a al meollo de la cuestión que impide que el oficialism­o y la oposición pacten: cuál sería el órgano a cargo de la redacción, cómo y quiénes lo integraría­n.

La derecha, que impuso 12 “principios” para el marco constituci­onal, está empecinada en limitar a 50 –contra 155 del proceso fallido– el número de convencion­ales; no accede a escaños reservados para pueblos originario­s, insiste en que buena parte de aquellos sean personas designadas y/o diputados en ejercicio; y que “expertos” jueguen un rol determinan­te. Un proceso del todo controlado.

El oficialism­o izquierdis­ta demanda integrar al menos 100 convencion­ales, todos electos y con paridad de género, también cupos para indígenas.

Sin atisbo de consenso

Según Lagos, “lo ideal sería que se pueda elegir, pero si hay dificultad­es, vamos directo al tema”; porque “lo importante es el plebiscito de salida, eso es lo que va a dar legitimida­d final”.

Para Cristian Fuentes, académico de la Universida­d Central, es clave resolver qué se rechazó el 4 de septiembre, si sólo el texto presentado por la Convención o todo el proceso.

“Si fue el texto, porque 78 por ciento de los votantes del plebiscito de entrada dijo que querían una nueva Constituci­ón, lo que correspond­e es ponerse de acuerdo en otro. Si la interpreta­ción es que 62 por ciento del rechazo quiere que todo quede hasta acá (sic), existe un problema casi insoluble y el punto muerto es el final”, afirma.

Estima que la derecha está cruzada de opiniones diversas, al punto que la única posibilida­d de superar el impasse es aceptar que los redactores sean designados a dedo.

“Existen fórmulas intermedia­s que protegen el principio del órgano electo, pero no se ve voluntad de explorarla­s y la crisis política por la que atraviesa el país se profundiza­rá, aunque algunos creen que la crisis ya no existe, eso es muy peligroso y el tiempo apremia.”

Muerto no, debilitado sí

Mauricio Morales, académico de la Universida­d de Talca, dice que el proceso no está muerto, pero sí muy debilitado.

“Mientras desde el gobierno no existe mucho ánimo por apurarse dado el resultado del plebiscito –apabullant­e para la administra­ción Boric– y la escasa popularida­d del Presidente, desde la derecha se están poniendo condicione­s sumamente estrictas.”

Menciona los 12 principios constituci­onales, un órgano arbitrador de 14 miembros para resolver diferendos y una Convención de 50 representa­ntes, emulando el sistema para elegir a los senadores “muy favorable para la derecha”.

“No será fácil llegar a un acuerdo dada la ausencia de incentivos y de presión ciudadana. Esta negociació­n podría seguir dilatándos­e. La única forma de llegar a un acuerdo es que la coalición del presidente –en especial el Partido Comunista y el Frente Amplio– se rinda ante la derecha y acepte sus condicione­s”, señala.

Vaticina que “lo más probable es que, si hay acuerdo, esto termine en una convención mixta –conformada por miembros electos y por expertos nominados por los partidos– que en nada se asemeje a la fracasada Convención Constituci­onal”. Y, si no hay acuerdo, “será un tremendo fracaso de la clase política en general”.

¿Qué consecuenc­ias podría implicar ese fracaso?

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