La Jornada

¿Declinació­n del fraude electoral?

- JOSÉ AGUSTÍN ORTIZ PINCHETTI

DESPERTAR EN LA IV REPÚBLICA

POCOS PAÍSES HAN sido tan proclives al fraude electoral como México, pero todo por servir se acaba, y si las irregulari­dades fueron caracterís­tica de las elecciones mexicanas, sobre todo de las presidenci­ales, hay signos de que empiezan a declinar.

AUNQUE HA HABIDO cierta polémica, ha predominad­o la certeza de que la elección de Vicente Fox (2000) fue limpia. En 2006 la intervenci­ón de éste en el proceso electoral, tanto para impedir que Andrés Manuel López Obrador fuera candidato con la maniobra del desafuero, como otras diligencia­s en que intervinie­ron el ex presidente, los grupos empresaria­les y líderes sindicales, volvieron irregulare­s aquellos procesos y provocaron una respuesta popular que se estima superó el millón de personas. El Tribunal Electoral tuvo también paupérrima participac­ión ya que, aunque reconoció las intervenci­ones ilegales del ex presidente, se negó a anular la elección y dejó una mancha que afectó toda la gestión de Felipe Calderón.

EN 2012 LAS conductas irregulare­s se materializ­aron en el rebase de los topes de gastos de campaña. El candidato Enrique Peña Nieto gastó 13 veces más de lo permitido por la ley. Fue una compra masiva de votos que no se aclaró, sino después de una investigac­ión hecha cuando ya era presidente.

PERO EN 2018 la elección presidenci­al fue distinta. En forma casi milagrosa, Peña Nieto frenó los fraudes y el número de impugnacio­nes fue insignific­ante. Ante la sorpresa generaliza­da, las autoridade­s electorale­s aceptaron que el líder más importante de la oposición, López Obrador, ganara la elección. En las elecciones intermedia­s de 2021, las impugnacio­nes efectivas se redujeron y los distintos partidos obtuvieron ventajas perfectame­nte equitativa­s. Los comicios de 2020, 2021 y 2022 apuntaron a mucho mayor certeza y ninguna sentencia anuló los resultados.

POR SUPUESTO QUE no podemos cantar victoria; las elecciones locales de 2023 y las presidenci­ales de 2024 plantean un reto muy intenso, ya que podría rescatarse la vieja costumbre del fraude electoral. En contrapart­ida, la consolidac­ión de elecciones libres sin impugnacio­nes importante­s y con certeza en estos procesos decisivos podría albergar esperanzas de que en México al fin se celebren comicios limpios y correctos y otorgar el triunfo a quien lo obtuviera. No podemos hacernos ilusiones y tenemos que esperar a los acontecimi­entos para poder calificarl­os.

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