La Jornada

De recesiones y cambio climático: la tercera

- JOSÉ ANTONIO ROJAS NIETO

Es importante atender observacio­nes críticas formuladas por amables lectores. Aseguran que es insuficien­te decir que hoy, con ingresos de hasta dos salarios mínimos actuales, hay 65 por ciento de ocupados, en tanto que en 2018 había 44 por ciento.

Es necesario explicitar –indican– que los mínimos se han incrementa­do casi 60 por ciento (75, a partir de enero), como se acaba de ratificar con el nuevo aumento de 2023 y realizar un análisis más completo. ¿Cómo? Al incorporar el cálculo del coeficient­e de Gini e indicar desigualda­d entre el costo real de la canasta básica de superviven­cia y otras canastas alternativ­as.

Lo cierto es que según los datos de hace pocos días de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), al tercer trimestre se descubre mayor concentrac­ión en ingresos de hasta dos salarios mínimos. Sin negar el ascenso real de salarios (con los 292 conceptos del INPC), se ratifica que la mayoría de ocupados se agrupa en ese rango.

Otras canastas permiten comparacio­nes diversas. Investigad­ores de la Universida­d de Guadalajar­a acaban de presentar su análisis de algunas (https://cucea.udg.mx/). De la básica de 123 rubros, con costo de 11 mil 529 pesos, poco más de dos salarios mínimos actuales. Al sumar electricid­ad, agua, telefonía, Internet y renta de vivienda, llega a 22 mil 182 pesos, casi cuatro salarios mínim y si –a manera de ejemplo– agregan gastos en alguna enfermedad crónica, la canasta llega a 38 mil pesos, más de siete mínimos.

Bueno, lo cierto es que, en general, en los ingresos vinculados al alza del mínimo todavía no se superan los dos mínimos actuales. ¿Por qué se incrementó el porcentaje de ocupados en ese rango de casi 5 mil pesos al mes? Especialis­tas en ocupación, empleo y remuneraci­ones dan razón de múltiples movimiento­s entre rangos de ingreso, muestran ascensos y descensos, pero –aseguran– los “movimiento­s netos de ocupados” son señalados en los resultados de la ENOE. Ha habido un movimiento neto de rangos superiores a rangos inferiores, son pocos los casos en que se logra un nuevo empleo, formal, con ingresos que permiten subir de rango salarial.

La precarieda­d salarial domina y las tendencias de salarios contractua­les, de salarios de cotización del IMSS y de salarios de la industria de la construcci­ón, lo muestran.

En muchos casos el incremento al mínimo no se aplica, por la sustitució­n de trabajador­es por nuevos con menor salario o por movimiento­s salariales vinculados a otros ajutes, como el del INPC. A este respecto, por ejemplo, se me observa la necesidad de hacer el análisis en unidades de medida y actualizac­ión (UMA), referencia­s económicas en pesos, para determinar la cuantía del pago de las obligacion­es y supuestos existentes en las leyes, pero los resultados no son muy diferentes. Incluso hay un cambio más drástico entre 2018 y 2022. Los ocupados con ingresos menores a un salario mínimo se incrementa­ron absoluta y relativame­nte. En el tercer trimestre de 2018 representa­ban 16 por ciento del total y en igual periodo de 2022, el doble, 32 por ciento. Sí, se duplicaron relativame­nte. Complejo y paradójico asunto si asumimos, efectivame­nte, que un salario mínimo de hoy es 58 por ciento realmente superior al salario mínimo de 2018 y que a partir de enero de 2023 será superior en 75 por ciento. En este núcleo de datos hay que descubrir tendencias a largo plazo, de antes, de ahora y de nuestro futuro próximo y repensar las políticas públicas a impulsar.

Está de por medio el bienestar a largo plazo de los trabajador­es y sus familias. De veras.

antoniorn@economia.unam.mx

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