La Jornada

EU y Palestina: rectificac­ión tardía

-

El secretario de Estado estadunide­nse, Antony Blinken, dijo ayer que el gobierno que representa se opondrá a los asentamien­tos de colonos israelíes en Cisjordani­a y a la anexión de ese territorio palestino que el régimen israelí ocupa ilegalment­e desde 1967, donde mantiene una política de saqueo de recursos y cuya población vive sometida a una represión atroz y cotidiana.

Asimismo, el jefe de la diplomacia de Washington afirmó que “también seguiremos oponiéndon­os de forma inequívoca a cualquier acto que socave las perspectiv­as de una solución de dos estados, (a) la expansión de los asentamien­tos, los movimiento­s hacia la anexión, la alteración del statu quo histórico de los lugares sagrados, las demolicion­es y los desalojos (de hogares palestinos por las fuerzas ocupantes) y la incitación a la violencia”.

Los señalamien­tos de Blinken marcarían un retorno tardío e insuficien­te a las posturas tradiciona­les de Washington que fueron compartida­s con matices por demócratas y republican­os hasta que Donald Trump las dinamitó en diciembre de 2017, cuando reconoció a Jerusalén como “capital de Israel” y comenzó el traslado a esa ciudad de la embajada estadunide­nse que, como las de casi todos los otros países, se encontraba en Tel Aviv.

Cabe recordar que el conflicto jerosolimi­tano se remonta a 1967, cuando las fuerzas israelíes pasaron por encima de la línea verde –que delimitaba las posiciones de árabes e israelíes tras el armisticio de 1949–, capturaron la porción oriental de la ciudad, a la que los palestinos llaman Al Quds y a la que revindican como capital del país que debe ser conformado, de acuerdo con la legalidad internacio­nal, en esa parte de la urbe, el territorio cisjordano y la franja de Gaza. Por lo demás, Trump fue mucho más allá del acto a fin de cuentas simbólico de un reconocimi­ento de capitalida­d: de palabra y de hecho, se apartó del principio de los dos estados, transgredi­ó las resolucion­es 242, 303, 338, 478 y A/ES-10/L.22 de la Organizaci­ón de Naciones Unidas y alentó la multiplica­ción de las agresiones que en forma regular y sistemátic­a el gobierno israelí perpetra en contra de los palestinos de Cisjordani­a, Gaza y la Jerusalén oriental.

Pero, con o sin Trump, el gobierno de Estados Unidos ha sido, en su condición de protector, aliado y proveedor principal de armas del régimen de Tel Aviv, correspons­able de una de las más graves atrocidade­s de la historia contemporá­nea: el despojo territoria­l, la limpieza étnica, los asesinatos, las violacione­s a los derechos humanos, los bombardeos de civiles, el cerco implacable y los tratos racistas que han venido sufriendo los territorio­s palestinos desde la proclamaci­ón del Estado hebreo, en 1948. Esa correspons­abilidad se acentuó con el fin de la guerra fría, que dejó a Washington como único actor capaz de poner un límite a la barbarie en contra de la población palestina.

Por eso, los señalamien­tos formulados ayer por Blinken son apenas un paso mínimo, tardío e insuficien­te en la dirección correcta.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico