La Jornada

En Guerrero, estudiar es lo último para niños que sólo comen tortillas con chile

Maestros proponen que los alumnos se queden en albergues // Exigen que la gobernador­a cumpla la promesa de crear la Subsecreta­ría de Educación para Pueblos Indígenas

- LAURA POY SOLANO

MISERIA, INSEGURIDA­D Y HAMBRE EN LA MONTAÑA ALTA

En escuelas con muros de adobe o bajo techumbres de lámina, sin infraestru­ctura ni equipamien­to, maestros rurales, en su mayoría mujeres, atienden a niños y adolescent­es hablantes de la lengua me’phaa. En esos planteles multigrado, afirman los educadores indígenas, “muchas veces ni el pizarrón sirve porque, de tan viejo, ya no se puede escribir en él”.

En la Montaña Alta de Guerrero, donde se ubican los municipios con mayor población en pobreza extrema del país, como Cochoapa el Grande y Atlixtac, “no sólo hay insegurida­d en los caminos que recorremos a pie. La miseria en que viven las familias de nuestros alumnos es tanta, que muchas veces sólo comen tortilla con chile, aunque trabajen de sol a sol”.

Los estudiante­s de primaria, en su mayoría indígenas, “cuidan chivos y cortan leña antes de ir a la escuela. Además, muchos asisten pocos meses al año a clases, pues cada 2 de noviembre se van con sus padres a los campos de Sinaloa a pizcar uva o tomate, porque también son migrantes jornaleros”, exponen educadores de la región, quienes pidieron el anonimato.

En entrevista con La Jornada, reconocen que el rezago educativo que se enfrenta en sus escuelas “es mucho. Tenemos alumnos monolingüe­s que no saben leer y escribir, aunque casi han terminado la primaria”.

En el municipio de Atlixtac, según la Secretaría de Bienestar, 60 por ciento de sus habitantes viven en pobreza extrema y sólo 84 habitantes se considerar­on como no pobres ni vulnerable­s.

Ahí la Beca para el Bienestar Benito Juárez, que entre los sectores más pobres otorga 840 pesos mensuales a alumnos de educación básica, “sólo beneficia a un hijo por familia, cuando tienen tres o cuatro, lo que hace insuficien­te el recurso para garantizar que asistan a clases”.

Prioridad al campo

En mi comunidad, narra uno de los educadores, no hay luz ni drenaje. “Mis alumnos se levantan e inmediatam­ente se involucran en las labores del campo, en el cuidado de animales. Regresan y, si tienen agua, se lavan o se bañan y se encaminan a la escuela. Al volver a su hogar retoman las actividade­s del campo porque tienen que ayudar a sus papás tres o cuatro horas más. Terminan sin energía, comen, y en la noche le dedican tiempo a las actividade­s escolares, pero cansados, mal comidos”.

Por ello, los docentes señalan que se requieren albergues para que los alumnos tengan un lugar dónde vivir y comer cerca de la escuela y puedan dedicarse a estudiar. “Es una iniciativa que tenemos varios compañeros de la zona escolar. Lo primero es convencer en las comunidade­s y después iniciar la gestión con las autoridade­s que correspond­an”.

Mejorar las condicione­s de vida y estudio para niños y adolescent­es indígenas de la Montaña Alta requiere, afirman, que se cumpla la promesa de la actual gobernador­a de Guerrero, Evelyn Salgado Pineda, de crear una Subsecreta­ría de Educación para los Pueblos Originario­s, que entre otras demandas resuelva la precarieda­d laboral de casi un millar de maestros indígenas rurales.

Sabemos, explican, que la disposició­n para su creación ya fue publicada en el Diario Oficial del estado, pero desde el gobierno de la entidad “no se ha dado un paso para crearla en los hechos”, lo que afecta “principalm­ente a maestras, quienes perciben salarios muy bajos de 5 mil 500 pesos y con plazas docentes interinas”.

Es el caso de una de las educadoras del municipio de Cochoapa el Grande, quien desde 2007 imparte clases en localidade­s de la región bajo un contrato como maestra interina, incluso en aulas sin muros y con sólo un techo de lámina.

“Hay muchas compañeras que se llevan a sus hijos pequeños a las comunidade­s porque no hay con quién dejarlos y como estamos a ocho o seis horas de la cabecera municipal sin acceso a transporte, hacemos el camino a pie, como podemos, con nuestros hijos y cargando los materiales didácticos que podemos comprar para los alumnos”, relata.

Es una labor ardua, asegura, “y no queremos ningún privilegio, simplement­e que se haga realidad el compromiso de justicia social, de que los pobres, entre los más marginados, reciban la atención que necesitan para acabar con esa pobreza ancestral que tanto nos duele”.

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 ?? ?? Imágenes de Cochoapa el Grande, Guerrero, donde los menores deben recorrer grandes distancias para llegar a escuelas desprovist­as de lo indispensa­ble. Fotos La Jornada
Imágenes de Cochoapa el Grande, Guerrero, donde los menores deben recorrer grandes distancias para llegar a escuelas desprovist­as de lo indispensa­ble. Fotos La Jornada

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