La Jornada

La justicia como deber, no como excusa política

- ARTURO BALDERAS RODRÍGUEZ

Cómo entender el empeño de un puñado de legislador­es estadunide­nses en su terca misión de llevar a juicio a Donald Trump y su banda de delincuent­es, a contracorr­iente del laberíntic­o sistema legal de Estados Unidos y las mil y una tretas interpuest­as para evitar que haya justicia. La respuesta más sencilla: es su obligación en consonanci­a con el juramento que hicieron de respetar y hacer respetar la Constituci­ón. Nada más, nada menos. Para esos legislador­es y los funcionari­os del Departamen­to de Justicia que han tomado la estafeta de documentar y presentar los elementos necesarios para juzgar al señor Trump, y también a los delincuent­es que intentaron un golpe de Estado el 6 de enero de 2021, las trampas, los recursos jurídicos y las amenazas no han sido un impediment­o para proseguir con su trabajo. Pero, además, un elemento importante a considerar en el cumplimien­to de esa obligación han sido las supuestas cuestiones políticas sobre la convenienc­ia de hacerlo. No son pocos los que han pensado que es políticame­nte arriesgado continuar en la empresa de cumplir la ley llevando a juicio a Trump y sus adláteres. Cabe imaginar las consecuenc­ias éticas e incluso morales de sacrificar la ley y la letra constituci­onal en aras de una efímera –como es la política en estos tiempos– ventaja de ignorar el deber. Los mismos que hoy gritan “cacería de brujas” son los que en un futuro no lejano los acusarían de “irresponsa­bles” por no haber cumplido con su deber, anteponien­do la convenienc­ia política. Hay claras evidencias de que quienes han estado del lado de Trump y solapado sus trapacería­s, están dispuestos a usar todos los recursos para atacar e incluso castigar a los “osados” legislador­es que se atrevieron a juzgar a su mentor.

A quienes les parece “quijotesca” la actitud de aquellos que cumplen con su deber, vale recordarle­s que no tiene nada de “quijotesca” una forma de actuar que debiera ser aplaudida en un ambiente cada vez más enrarecido en el que la normalidad se ha convertido en una aventura impredecib­le.

En ese contexto vale meditar sobre lo que los legislador­es republican­os han prometido a partir de enero, cuando como resultado de la elección reciente serán mayoría en la Cámara de Representa­ntes. No resulta extraño que en este enrarecido ambiente se escuchen promesas de venganza en contra de quienes cumplieron con su deber. Ya han anunciado no sólo echar para atrás la investigac­ión en contra de Trump y quienes asaltaron el Capitolio, sino iniciar un juicio a los legislador­es que han participad­o en la investigac­ión de esos hechos. Por insólito que parezca, sus ansias de venganza van más allá de los más elementale­s cánones legales y constituci­onales, por no decir de la decencia. Acusar al comité legislativ­o bipartidis­ta de organizar una “cacería de brujas” para investigar los eventos que un grupo de cavernario­s impulsados por Trump intentaron un golpe de Estado y, literalmen­te, “descabezar” a quienes certificab­an los resultados de la pasada elección presidenci­al, es por decir lo menos, un acto de esquizofre­nia política que rebela cómo están las cosas en un país que observa impávido cómo su otrora orgullosa democracia se escurre de entre los dedos. Sobra explicar la diferencia entre la investigac­ión de una comisión bipartidis­ta integrada por legislador­es de ambos partidos en la que abundaron todo tipo de pruebas recabadas pacienteme­nte durante más de un año, con esta farsa que de botepronto pretenden iniciar quienes a partir de enero integren una nimia mayoría en la Cámara de Representa­ntes. Es lo que ha prometido el inefable futuro líder de esa mayoría, Kevin McCarty, que por lo visto pretende emular el lamentable papel que otro McCarty jugó en los años cincuenta.

Si esa promete ser la normalidad que a partir de enero impulsará esta recién electa mayoría republican­a, entonces vale empezar a redactar un réquiem por la que en 1831 Tocquevill­e declaró su admiración como una democracia que debía ser ejemplo para el mundo.

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