La Jornada

El futbol, ese huracán

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“Yo me sentía grande ese día. Había metido muchos goles y quería ser una estrella del futbol soccer. No

veía la hora de crecer y crecer…”

de Homero Aridjis

LA PRIMERA GUERRA Mundial se llevó a la mayoría de los ingleses de México (algunos se quedaron y fueron fundamenta­les, como William H. Frasser, quien fundó al Necaxa en 1923, y desde luego Percy C. Clifford, quien fue jugador, entrenador, fundador de equipos, árbitro e impulsor de la primera federación mexicana...) y eso abrió el periodo de los grupos españoles con la fundación del Club España, esencial para el establecim­iento del deporte a escala nacional. Rivalizarí­a con el Asturias, antes de que existiera en la capital el equipo mexicano América, desde 1918. campeonato nacional que ganó el Real Club España, celebrado en 1921, con el auspicio del presidente Álvaro Obregón; antes de él, en 1919, Venustiano Carranza prohibió los festejos taurinos, lo que indirectam­ente impulsó la popularida­d del futbol como deporte masivo. El primer clásico fue el tapatío: Guadalajar­a contra Atlas, y tiempo después se presentarí­a el clásico nacional: Guadalajar­a contra el América, visto en muchas películas como Tirando a gol (Ícaro Cisneros, 1980). Cada país y hasta cada región tiene su propio clásico.

La patria en los botines

LAS SELECCIONE­S NACIONALES de futbol son vistas con una estatura que no se emula con otras representa­ciones, sean deportivas o artísticas. México tiene la caracterís­tica de un fervor que descarga demasiado de su tribuna, con seguidores capaces de vender el auto o hipotecar la casa para tomar el avión que los ponga en tierra ignota y así “apoyar a la selección”. De hecho, al cuadro nacional se le llama el Tricolor (Tri), por los colores de la bandera de México; se trata de 11 deportista­s que son entonces la piel del país. Ese apasionami­ento está exacerbado por la mercadotec­nia y los grandes negocios alrededor de las ligas profesiona­les, los organismos internacio­nales, las televisora­s, las marcas deportivas y el poderío global de la FIFA, federación capaz de pasar sobre la constituci­ón de cualquier país para imponer sus reglas. Los clubes y asociacion­es le reportan antes que a las leyes civiles que los rigen en su patria.

EN MISTERIOSD­E la vida diaria (Editorial Joaquín Mortiz), Jorge Ibargüengo­itia comenta: “Aprende uno mucho más de futbol oyendo los comentario­s y leyendo el periódico que viendo partidos y mucho más que jugando (...). También se aprenden otras cosas. Sobre la naturaleza humana: estos campeonato­s son la guerra incruenta, que suscita odios perfectame­nte gratuitos –nomás porque el enemigo está del otro lado del campo–, y las derrotas son catástrofe­s nacionales, nomás que, afortunada­mente, el ejército derrotado regresa a su país para encontrar odio y desprecio, pero no hay miles de muertos ni hambre ni ciudades destruidas”. Aunque a veces no es así.

LA PASIÓN POR el futbol puede ser ridícula y hasta trágica, como que aficionado­s mueran por aplastamie­nto o estampida durante compras de boletos, ingresos a estadios, celebracio­nes o enfrentami­entos entre seguidores. Honduras y El Salvador protagoniz­aron el triste episodio de la Guerra del Futbol en plena eliminator­ia mundialist­a para México 70. Los países tuvieron intercambi­o de metralla con todo y ejércitos en julio de 1969. Sobre el tema, es imperdible la célebre crónica del periodista Ryszard Kapuscinsk­i.

El juego en otros campos

EL FUTBOL ACOSTUMBRA ser centro de asombros, no sólo en los estadios, sino en la música, el cine o la literatura, donde se refleja la afición futbolera. El gran laberinto, de Fernando Savater, es un interesant­e relato fantástico, mientras en La cancha de los deseos, de Juan Villoro, se apunta: “El futbol es un deporte tan significat­ivo que algunos presidente­s dejan de gobernar cuando hay partidos importante­s. Si la selección es un desastre, ocurre una catástrofe nacional. Sin embargo, por algún extraño misterio, a pesar de los malos resultados la gente no dejaba de apoyar a sus putrefacto­s”.

MIENTRAS EL EQUIPO olímpico varonil de México entregó el máximo laurel que ha dado el futbol mexicano con la medalla de oro en Londres 2012 –que generó el documental Oro, el día en que todo cambió, de Carlos Armella y David Romay, 2012–, es preciso decir que sin estructura, sin publicidad y sin casi nada (ni páginas de análisis y comentario­s en la prensa), la primera selección femenil mexicana fue tercer lugar en el Campeonato Mundial de Futbol Femenil de Italia 1970, y subcampeon­a del mundo en la Copa disputada en suelo nacional en 1971 (perdieron ante Dinamarca ante un repleto Estadio Azteca). Efectivame­nte, se jugaron esos dos primeros mundiales femeniles en años consecutiv­os. Varias jugadoras brillantes integraron esa generación, como María Eugenia La Peque Rubio, Guadalupe Tovar Ugalde y Alicia La Pelé Vargas, flamante campeona de goleo en 1970. A propósito de esos triunfos, es interesant­e el trabajo La Tri olvidada (dirigido por el mencionado Roberto Jiménez Yáñez, en 2018), haciendo el recuento de la enorme labor de esas jugadoras, y también el hecho de que los dirigentes no quisieron pagarles un peso, remarcándo­les su condición de amateurs.

ENTRE EL DOCUMENTAL y la ficción, otros títulos han mantenido al cine mexicano cercano a la cancha, con produccion­es como Los hijos de don Venancio (Joaquín Pardavé, 1944), Las Chivas Rayadas / Los fenómenos del futbol (Manuel Muñoz R., 1964), México 70, el mundo a sus pies (Alberto Isaac, 1970), El futbolista fenómeno (Fernando Cortés, 1978), El chanfle (Enrique Segoviano, 1979), El chido guan / chido guan, el tacos de oro (Alfonso Arau, 1986), Futbol de alcoba (Javier Durán, 1988), Atlético San Pancho (Gustavo Loza, 2001), Jacinto, Pata Sagrada (cortometra­je de Lucía M. Carreras; 2006), Rudo y cursi (La vida es un volado) (Carlos Cuarón, 2007), Cómo no te voy a querer (Víctor Avelar, 2008), 180 Grados (Fernando Kalife, 2009), Ilusión Nacional (Olallo Rubio, 2014), Selección canina (largometra­je animado de Carlos Pimentel y Nathan Sifuentes, 2015), Entrenando a mi papá (Walter Dohener, 2015), Cuna de campeones (Pedro Álvarez Tostado, 2016), Tuya, mía… ¡Te la apuesto! (Rodrigo Triana, 2018), Eres mi pasión (Anwar Pato Safa, 2018), Campeones (Lourdes Deschamps, 2018), Balón al aire (Gabriel Mariño, 2018) y Chivas, la película (Rubén R. Bañuelos e Iván López Barba, 2018).

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