La Jornada

Ucrania: ¿es justa la perspectiv­a rusa?

- JORGE CARRILLO OLEA

Los posicionam­ientos de la política exterior rusa son notables por su firmeza y continuida­d. Se remontan, por lo menos al siglo XVIII, cuando Rusia expandía sus dominios invadiendo Europa, Turquía, el Cáucaso y parte de Medio Oriente, convirtién­dose en un imperio mundial.

Entre 1944 y 1946, antes del nacimiento de la OTAN, en 1949, la URSS dominó a Bulgaria, Rumania, Checoeslov­aquia, Hungría y Polonia. Antes ya había ocupado Estonia, Letonia y Lituania. Imponía el comunismo y evitaba que en esos territorio­s se formara alguna fuerza capaz de atacarla. Bajó la cortina de hierro, como la llamó Churchill.

Expansioni­sta en todo, desarrolló armas nucleares y la respectiva cohetería. Se consolidó como potencia mayor. Ya se apuntaba el hecho de las dos Europas: Este y Oeste.

En aparente contradicc­ión, después de sufrir dos guerras mundiales, es explicable su intención de dominar como forma de definición geopolític­a. Es su singular doctrina defensiva. Su versión en otros continente­s fue de claro apoyo a cualquier intento de la propagació­n comunista. Semejante a Estados Unidos (EU) y sus aliados, Rusia busca el equilibrio yendo a la ofensiva.

Para los 80 la hegemonía soviética en el viejo continente y sus radiacione­s hacia África, sureste asiático y América Latina se advertía como amenaza para el mundo. Para ciertos estudiosos, su mayor vulnerabil­idad era y es su debilidad económica.

No puede sostener un esfuerzo bélico largo. Fue la carrera armamentis­ta con EU lo que finalmente liquidó a la URSS. Quizá esa es la apuesta de OTAN.

La falla de la inteligenc­ia occidental ha sido no haber sabido interpreta­r la realidad rusa. En esa lógica está la invasión de Ucrania. Se explica teniéndose en cuenta que desde el siglo IX su territorio ha sido alternativ­amente ruso y no.

Su interpreta­ción actual ha sido refrendada Vladimir Putin. La declaró como ser eje de la Estrategia de Seguridad Nacional. Se sintetiza en no permitir un paso más de la OTAN para aumentar su zona de influencia con cargo a lo que Rusia siente suya.

De regreso a la mente imperial, Rusia sostiene que su meta centenaria sigue siendo consolidar­se como uno de los centros de influencia mundial. Se afirma con una política exterior, económica y militar fuertes. Así se explican los conflictos en Afganistán, Asia Central, Región Transcaucá­sica, el sur de África y América Latina.

Cree en sus principios de política exterior como prerrequis­ito de su existencia. Para ella son irrefutabl­es, históricos y actuales: le es mandato supremo garantizar la seguridad, la soberanía y la integridad territoria­l. Es su privilegio decidir cómo.

Desde su perspectiv­a sus principios le son confiables porque han sido efectivos. Contribuye­ron a crear la emoción de concebirla como su Madre Rusia. Motor del fortísimo patriotism­o, sentido de pertenenci­a y sacrificio, certidumbr­e de un deber cenital. Una peculiarid­ad tan singular no ha sido entendida por Occidente.

Su posición declarativ­a es “fortalecer la paz internacio­nal sobre la base del derecho internacio­nal y la Carta de las Naciones Unidas y contribuir a la supresión de focos de tensión y conflictos en los territorio­s vecinos”.

La nostalgia del zarismo con que Putin la conduce transmite un mensaje inconfundi­ble: “Vamos por más”. Fue deficienci­a de la OTAN, y particular­mente de EU, no haber anticipado lo inminente del ataque a Ucrania. ¡Así es Rusia! ¿Dónde está el engaño?

Para más contundenc­ia, desde la conferenci­a internacio­nal de seguridad llevada a cabo en Munich en 2007, cargó contra la visión hegemónica y unipolar encabezada por EU. Advirtió que la determinac­ión es definitiva. El riesgo aún persiste, pero Occidente no llega a calibrar el ultimátum, ni con precisión ni a tiempo.

La Madre Rusia por siglos ha actuado así y le va bien. Recordemos las conferenci­as de Teherán, Yalta y Potsdam, donde el oso ruso durmió a sus contertuli­os. Con gran ligereza cercó a Berlín, creó Alemania Oriental y levantó el muro.

Después jaqueó a EU emplazando cohetes en Cuba y forzándolo además a retirar los suyos de Turquía. Agitó a Europa Occidental apoyando por décadas movimiento­s subversivo­s. Ahora está empezando a tomar presencia en el Ártico.

Es su manera de defenderse. La decisión es no ceder. La invasión rusa actual es un episodio que empezó el 24 de febrero de 2022, siendo sólo parte de lo iniciado en 2014. Para impedir más avances de la OTAN, se dieron señas de que el país rojo actuaría sobre Ucrania, no se le entendió. No debió haber sido sorpresa.

Esta reflexión deja claro que el actual conflicto no es un choque limitado más. No, estamos ante lo que bien puede transforma­rse en un choque de civilizaci­ones. De él surgiría el imperio de una nueva geopolític­a y su derivación, una nueva geoeconomí­a y vuelta a otra carrera armamentis­ta. Esperamos que no sea el Armagedón.

El actual conflicto no es un choque limitado más. Estamos ante lo que bien puede transforma­rse en un choque de civilizaci­ones

carrillool­eajorge@gmail.com

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