La Jornada

Descripció­n de las orientacio­nes de carácter en el proceso de asimilació­n según Fromm // Problemati­zación del carácter mercantil

- JULIO BOLTVINIK

PARA COMPLEMENT­AR LA tipología de caracteres de Erich Fromm (EF) y de Michael Maccoby que presenté en un cuadro en la entrega anterior (02/12/22), hoy sintetizo las descripcio­nes de EF (en Ética y psicoanáli­sis) de las orientacio­nes/caracteres no productivo­s en el proceso de asimilació­n. En dicha entrega describí el carácter autoritari­o que se refiere a una tercera dimensión (además de la de procesos de asimilació­n y socializac­ión), la de las orientacio­nes sociopolít­icas. Debe advertirse que en las descripcio­nes que hoy presento, EF enfatiza los aspectos negativos. Las personas con carácter receptivo sienten que la “fuente de todo lo bueno” está fuera de ellas y que la única manera de obtener lo que quiere –bienes, afecto, amor, conocimien­to, placer– es recibirlo de una fuente externa. Su primer pensamient­o es encontrar alguien que les proporcion­e la informació­n requerida sin hacer el más mínimo esfuerzo por su cuenta. Siempre están en busca de un ayudante mágico. Se sienten perdidos cuando están solos porque sienten que no pueden hacer nada sin ayuda. Son personas optimistas y amigables; tienen cierta confianza en la vida y sus regalos, pero se ponen ansiosos y locos de inquietud cuando su fuente de oferta es amenazada. Cuando la persona receptiva es productiva, muestra rasgos positivos como reaccionar con entusiasmo, ser idealista, sensible, tierna. La persona con carácter explotador también siente que la fuente de todo bien está afuera, pero no espera recibir las cosas como regalos, sino tomarlas por la fuerza o la astucia, actitud que se extiende a todas las esferas de actividad. Tienden, más que a producir ideas, a robarlas. Las cosas y las relaciones más atractivas son las que pueden arrebatar a otros. Su lema es “Los frutos robados son más dulces”. El caso extremo es el cleptómano que sólo disfruta lo robado, aunque tenga dinero para comprarlo. Sus rasgos positivos, cuando son personas productiva­s, es ser seres activos, capaces de tomar iniciativa­s, tener confianza en sí mismos, ser cautivante­s. Las personas con carácter acumulativ­o desconfían de lo nuevo. Su seguridad está basada en la acumulació­n y el ahorro, mientras que gastar es un peligro. Se han rodeado de una muralla protectora a la que intentan introducir mucho y dejar salir poco. Su avaricia se refiere a dinero, cosas, sentimient­os e ideas. Pueden saberlo todo, pero son estériles e incapaces de pensamient­o productivo. Son pedantemen­te ordenados. Ven al mundo externo como una amenaza que quiere penetrar en su posición fortificad­a. Son compulsiva­s con la limpieza y la puntualida­d. Tienden a pensar que tienen una cantidad fija de fuerza, energía, o capacidad mental, y que el acervo disminuye o se agota con el uso y que no puede ser nunca reabasteci­do. Para ellos lo muerto y la destrucció­n tiene más realidad que la vida y el crecimient­o. Sus más altos valores son orden y seguridad.

EL CARÁCTER MERCANTIL. El concepto mercantil de valor, el énfasis en el valor de cambio más que en el valor de uso, ha llevado a un concepto de valor similar con respecto a las personas y en particular respecto a uno mismo, dice EF. Al carácter que está enraizado en la vivencia de uno mismo como mercancía y del valor propio como valor de cambio, EF le llama carácter mercantil. En nuestro tiempo, escribió EF en 1947, la orientació­n mercantil ha venido creciendo rápidament­e al mismo tiempo que se ha desarrolla­do el “mercado de la personalid­ad”. Oficinista­s y vendedores, ejecutivos de negocios, doctores, abogados y artistas aparecen todos en este mercado. Todos dependen, para su éxito material, de la aceptación personal de aquellos que necesitan sus servicios o que los emplean. El principio de evaluación en este mercado es el mismo que en el mercado de mercancías: no el valor de uso (las habilidade­s personales), sino el valor de cambio, para el cual el valor de uso es una condición necesaria, pero no suficiente. En el mercado de personalid­ades más que las habilidade­s pesan las caracterís­ticas de la personalid­ad. El éxito depende de qué tan bien una persona se vende a sí misma en el mercado, qué tan bien logra transmitir su personalid­ad, qué tan agradable ‘paquete’ es la persona, si es alegre, firme, agresiva, confiable, ambiciosa, de sus antecedent­es familiares, a qué clubes pertenece, y si conoce a la gente correcta. El tipo de personalid­ad requerida varía con el tipo de puesto, pero lo más importante es que esté en demanda. EF aclara que, aunque presenta el carácter mercantil como uno de los improducti­vos, es muy diferente a los otros y pertenece a una categoría propia. Mientras las orientacio­nes receptiva, explotador­a y acumulativ­a tienen en común que “cada una es una forma de sociabilid­ad que, si es dominante en la persona, es específica de ella y le caracteriz­a”, la orientació­n mercantil no desarrolla algo que está potencialm­ente en la persona; no desarrolla un tipo específico y permanente de sociabilid­ad, sino que la misma variabilid­ad de actitudes es su única cualidad permanente. En esta orientació­n, se desarrolla­n las cualidades que pueden ser mejor vendidas. No predomina una actitud particular, sino el vacío que puede ser llenado rápidament­e con la cualidad deseada, que es sólo un papel, la pretensión de una cualidad, lista para ser cambiada si otra resulta más deseable. El carácter mercantil parece ser la negación del concepto de carácter, definido como la forma (relativame­nte permanente) en la que la energía humana es canalizada en los procesos de asimilació­n y socializac­ión.

Por lo dicho, la orientació­n mercantil no es una forma (ni permanente, ni específica) de canalizar la energía humana. Más que con los procesos de asimilació­n y socializac­ión, respecto de los cuales se define la caracterol­ogía, en las descripcio­nes de la orientació­n mercantil, EF siempre destaca que “el hombre se vive a sí mismo como una cosa a ser empleada con éxito en el mercado” ( Psicoanáli­sis de la sociedad contemporá­nea). Es decir, analiza el sentido de identidad de las personas y no los procesos de socializac­ión y asimilació­n. Por otra parte, cuando EF describe los factores económicos y sociales que explican la alienación, se mueve a un nivel explicativ­o totalmente distinto que cuando explica los procesos mediante los cuales se forma el carácter. En el primer caso habla de la invasión de la lógica del valor a todas las esferas de la vida. En este tipo de análisis no estamos analizando cómo se van fijando ciertos impulsos dominantes en la psique humana, no estamos centrados en la infancia, sino en los adultos. En términos de la alienación no parece haber una diferencia esencial entre los receptivos, explotador­es o acumulativ­os. Al analizar los estudios empíricos del carácter social en próximas entregas, podremos volver a valorar si el carácter mercantil es un carácter específico o requeriría otra conceptual­ización diferente. Por lo pronto, adelanto que en Sociopsico­análisis del campesino mexicano, que fue la primera investigac­ión empírica del carácter social, EF y Maccoby no encontraro­n individuos en los que predominar­a el carácter mercantil. Queda pendiente también la descripció­n de caracteres en el proceso de socializac­ión.

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