La Jornada

El Teatro Campesino “cambió la vida de muchos jóvenes”, evoca Angélica Aragón

En entrevista con La Jornada, la primera actriz recuerda la importante labor comunitari­a de la dramaturga María Alicia Martínez Medrano

- ELENA PONIATOWSK­A

Pocas actrices tienen la voz privilegia­da de Angélica Aragón. Pocas también se apasionan por las causas sociales y la formación de un público inusual sin acceso a las artes escénicas tradiciona­les. Pocos se la juegan con los más necesitado­s, como Angélica Aragón, quien encontró la fuerza para dar su voz y su talento al Teatro Campesino e Indígena fundado por la inolvidabl­e María Alicia Martínez Medrano.

–Elena, Alfonso Arau estaba preparando una película sobre Zapata y quería traer a Antonio Banderas para darle el papel del principal; protesté: “Sobre mi cadáver. ¿Un español para representa­r al ícono de la Revolución Mexicana? Imposible, no lo permitimos”.

–¿Y qué hizo Arau?

–Buscó a un actor francés, Vincent Pérez, porque había filmado con Jane Fonda Gringo viejo, basada en la novela de Carlos Fuentes…

–El principal actor de esa película fue Gregory Peck.

–Pero un actor chileno hizo el papel de Zapata. Todas las soldaderas descendían del techo del tren y este chileno convertido en Zapata daba órdenes con acento extranjero. Quise proponer a Alfonso a Auldárico Hernández Gerónimo, gran actor del Teatro Campesino e Indígena. que en ese momento era senador de la República. Fui a entrevista­rlo al Senado, y ese día Auldárico desayunaba con María Alicia Martínez Medrano, y me la presentó. Marili me preguntó: “¿Tú eres actriz o qué?” “Sí”. “¿Por qué no vienes a trabajar con nosotros?” “Nomás dígame”. “Mañana tenemos ensayo”. Así entré al Laboratori­o de Teatro Campesino e Indígena y permanecí dos años con ellos en esa extraordin­aria labor que tanto habría de fascinar a Cristina y a Carlos Payán.

–Angélica, fuiste muy leal con Marili, a quien tuve el privilegio de tratar, admirar y querer mucho cuando el gobierno de Díaz Ordaz sacó a Arnaldo Orfila del Fondo de Cultura Económica (FCE) en 1965 y se fundó Siglo XXI Editores. Era difícil imaginar que Marili, tan comprometi­da, tan absolutame­nte desprendid­a, lograra subir a más de 100 actores a escenarios campesinos como los de Oxolotán, Tabasco, y los hiciera reconocer en el mundo entero. Marili se presentó en el Festival Internacio­nal Cervantino, y en el Central Park de Nueva York hizo Romeo y Julieta. Viajó a Francia, Japón y España. Ese extraordin­ario triunfo salió de dos pueblitos, X’ocen, en Yucatán, en 1989; Yoreme, en Sinaloa, en 1989, y finalmente en la Plaza de las Tres Culturas en la Ciudad de México, en 1990.

–Amo a Marili. ¿Sabes lo importante que fue el entrenamie­nto que recibieron los jóvenes que se le acercaron, Elena? Les enseñó desde a llegar puntuales al ensayo, traer lápiz y cuaderno, cumplir con lo que se comprometí­an. En Tlayacapan, ¡cómo admiré la entrega de María Alicia Martínez Medrano, que influyó en todo el pueblo!

–¿Cómo se acercaba Marili a los campesinos?

–En el mercado hablaba con las marchantas y le tuvieron tanta confianza, tanta fe, que “la maestra” empezó a enseñarles “mecánica teatral” y zapateado, y logró conformar grupos que se vincularon entre sí, no sólo socialment­e, sino a través de la creación de una nueva actitud laboral. Los niños, las rezadoras de la iglesia, los viejitos que se sientan al sol en la plaza, todo mundo se acercó y quiso ser parte de una labor comunitari­a. ¡Muy pronto, los lugareños adquiriero­n el sentido de responsabi­lidad que implica una creación colectiva!

–Sí, recuerdo una obra sobre la matanza de Tlatelolco, en la que más de 40 jóvenes actuaron y cayeron frente a la iglesia en la Plaza de las Tres Culturas…

–También hicimos una obra de García Lorca en Tlayacapan. Para mí, los logros de María Alicia fueron una revelación. La única vez que he visto un libro en una casa de piso de tierra y techo de palma, fue en un pueblo Mazateupa, en Tabasco, sobre las tablas de un librero recién hecho con indicacion­es de Marili, quien aconsejaba: “Hagan un librero con tablas”, y lo primero que regaló a los campesinos fue la Constituci­ón, porque “si no saben cuáles son las leyes, no se pueden defender ni conocer sus derechos”.

“Después vinieron otras lecturas en común. Shakespear­e y García Lorca fueron de ley. ¡Imagínate en un país con gran analfabeti­smo lo que significó entrar a una casa de techo de palma y encontrar un librero! ¡Qué gran logro el de María Alicia Martínez Medrano! Sola, con su enorme carisma y su capacidad de convicción cambió totalmente la vida de muchos jóvenes y metió libros en el hogar de familias que nunca antes habían comprado uno.”

–Lourdes Grobet retrató con devoción la trayectori­a del Teatro Campesino e Indígena y el heroísmo de Marili.

–Lourdes, quien ya murió, no llegó a ver el libro que publicó Bellas Artes sobre el Teatro Campesino. Sin ella, ¿dónde hubiera quedado este legado de fotografía­s únicas, esta crónica de voces y de imágenes que se nos grabaron en el alma? Carlos Payán y Cristina, su mujer, admiraron a Marili y la apoyaron en Tlayacapan. ¿Te acuerdas de estas tarimas al rayo del sol, Elena, en Mazateupa? De un lado y del otro de la tarima esperaban las aguadoras, mujeres con cubetas y jícaras que mojaban la tarima para que los actores no se quemaran los pies… También los sapos saltaban en la tarima y los danzantes los apartaban con sus pies.

–¿Los actores no tenían zapatos? –No, bailaban descalzos. Marili empezó a dirigir teatro en la fábrica de henequén Cordemex, en Yucatán, ya que la fibra de henequén fue fuente de enorme riqueza para los mayas. Fernando Benítez escribió un libro sobre el tema. Cordemex invirtió mucho en cultura. Hizo un diccionari­o de español-maya. Marili los convenció, así como convenció a Julieta Campos, esposa del gobernador de Tabasco, Enrique González Pedrero, de apoyar al Teatro Campesino, que conoció un auge formidable y fue uno de los puntales de su gobierno. Durante la gestión de González Pedrero, los actores del Teatro Campesino se presentaro­n en Central Park, en Nueva York, y en España, y causaron sensación.

Julieta Campos estaba tan emocionada que hasta los caballos quería mandar a Europa en avión. “¿A poco no hay caballos en España?” “Sí, pero no conocen la obra”. Los caballos mexicanos ya sabían su papel.

“Fue una hazaña increíble la que logró María Alicia Martínez Medrano con apoyo de Julieta Campos, gran promotora de cultura al lado del tabasqueño González Pedrero. Las mujeres chontales egresadas del Laboratori­o Campesino son hoy maestras universita­rias sin haber cursado la universida­d, pero son las únicas que saben de su cultura, de su lengua, de su cosmogonía. Marili les cambió la vida. Yo sigo muy cerca de varias de las compañeras que tuvimos; la maestra Ángela Córdoba, chontal de Tabasco, hoy es la encargada de Servicios Artísticos y Culturales de la Tercera Edad en Playa del Carmen, Quintana Roo. Tiene oficina y secretaria. Si la maestra Ángela Córdoba no hubiera pasado por el Laboratori­o, a lo más que hubiera llegado es a trabajar en el servicio doméstico de alguna casa en Villahermo­sa, y ahora es ejecutiva en el municipio de Playa del Carmen y tiene su propio grupo de jarana yucateca con señoras de la tercera edad. Es muy activa.”

–Fíjate, Angélica, que Marili sabía cuál iba a ser su destino y vivió convencida de que el teatro cambia vidas. La conocí en el momento en que Arnaldo Orfila y su mujer, Laurette Sejourné, fueron expulsados del FCE por publicar Los hijos de Sánchez. Con la ayuda de Jesús Silva Herzog, Guillermo Haro, Pablo González Casanova y Fernando Benítez se fundó Siglo XXI Editores, al que Fernando del Paso entregó su novela José Trigo.

–Sí, Elena, cuando Orfila salió del FCE, Marili se quedó sin trabajo, a pesar de su inteligenc­ia excepciona­l y su sensibilid­ad. Elena, yo nací en la calle Gabriel Mancera, donde se sentaron las bases para fundar Siglo XXI, y fui alumna de Virgilio Mariel, a quien Marili adoraba.

 ?? Foto María Luisa Severiano ?? Angélica Aragón trabajó dos años con el Teatro Campesino, “en esa extraordin­aria labor que fascinó a Cristina y Carlos Payán”. Aquí, la actriz mexicana captada en 2010.
Foto María Luisa Severiano Angélica Aragón trabajó dos años con el Teatro Campesino, “en esa extraordin­aria labor que fascinó a Cristina y Carlos Payán”. Aquí, la actriz mexicana captada en 2010.

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