La Jornada

Voluntario­s unen fuerzas para evitar un desastre mayor

- IVÁN SÁNCHEZ CORRESPONS­AL ORIZABA, VER.

La pipa se abre paso entre la oscuridad, avanza lo más rápido que puede entre estrechos caminos de terracería para llevar agua a quienes han pasado horas combatiend­o los incendios forestales en la zona centro del estado de Veracruz.

El sentido de comunidad, el amor por los animales y la preocupaci­ón por el medio ambiente impulsó a jóvenes y adultos a salir de sus casas, ubicadas en los municipios de Maltrata, Nogales, Huiloapan, Soledad Atzompa y Texhuacán, con el fin de solidariza­rse y tratar de apagar las llamas.

Cerca de la comunidad Palo Verde, enclavada en las montañas de Nogales, hombres y mujeres, en su mayoría jóvenes, se coordinan con soldados y bomberos para llevar agua a lo alto de un monte donde el fuego amenaza con avivarse y avanzar.

Garrafones, botellas, cubetas, cualquier recipiente es útil; el agua pasa de mano en mano hasta la cima. Ahí, otros voluntario­s la vacían sobre brasas para evitar que se conviertan en flamas amarillas.

“Los animales están afectados, ya han muerto algunos; eso fue lo que nos motivó a venir (…) vinimos con amigos y vecinos que vivimos cerca”, relata Yahir, mientras se toma un pequeño descanso en sus labores de acarrear agua.

Herramient­as que normalment­e sirven para sembrar y cosechar ahora se utilizan para tratar de cortar el camino al fuego, se clavan azadones en la tierra para trazar zanjas alrededor de terrenos y el sonido de machetes que trozan ramas se mezclan con jadeos y respiracio­nes entrecorta­das por el esfuerzo y el cansancio.

También se emplean ramas para cubrir las flamas con tierra, la que vio crecer a muchos de quienes intentan hacer algo para evitar una tragedia mayor.

Alondra, en medio del humo, reflexiona que el fuego “camina, camina y camina porque todo está muy seco (…) da tristeza, hay muchas pérdidas y pues es el patrimonio de muchos, (el desastre) pasa a veces por la desobligac­ión de uno, de no cuidar a la Madre Tierra”.

Las pipas van de un lado a otro, adonde se les necesite. Desde lo alto del vehículo, hombres ataviados con ropa de trabajo arrojan agua hacia las llamas, logrando por breves momentos que todo vuelva a ser oscuridad en la noche, hasta que el fuego pinta de naranja sus rostros una vez más.

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