La Jornada

Abrió al público la “sala secreta” de los Médici, recubierta por dibujos atribuidos a Miguel Ángel

El espacio subterráne­o fue descubiert­o en 1975, durante una restauraci­ón en las capillas de la Basílica de San Lorenzo, en Florencia

- ALEJANDRA ORTIZ CASTAÑARES ESPECIAL PARA LA JORNADA FLORENCIA

El anuncio de la exhibición al público de los dibujos murales atribuidos a Miguel Ángel en las Capillas de los Médici resonó a escala mundial. La singularid­ad no radica en los dibujos descubiert­os en 1975, catalogado­s en su momento por el experto Frederick Hartt como uno de los tres hallazgos artísticos más destacados del siglo. La verdadera noticia reside en la oportunida­d de conocerlos y conferirle­s vida y significad­o con nuestra presencia.

La inaccesibi­lidad previa condujo a que el entusiasmo inicial del descubrimi­ento se desvanecie­ra en la indiferenc­ia y el olvido. El descubrimi­ento y análisis de los dibujos se atribuyen a la teoría de Paolo Dal Poggetto (1936-2019), entonces director del museo, quien denominó al lugar “sala secreta”; se trata de un reducido espacio abovedado de dimensione­s precisas (10 por 3 metros). Aunque su teoría no cuenta con aceptación unánime, se carece de un estudio de igual profundida­d que la refute. Paola D’Agostino, actual directora del museo, tiene la esperanza de organizar una convención internacio­nal para confrontar las opiniones de especialis­tas.

Una de las primeras incertidum­bres gira en torno a la posibilida­d de que los frescos hayan sido ejecutados por los alumnos de la Academia de Artes del Dibujo, la primera en el mundo, fundada en 1563, con su sede en la misma sacristía.

“Sala secreta”

Los periodista­s pueden acceder al espacio sólo los martes, día en que cierra el museo. Para llegar, se atraviesa la Sacristía Nueva, el mausoleo dedicado a los Médici, una de las obras maestras de Miguel Ángel, situada a la derecha del altar mayor de la Basílica de San Lorenzo. Se desciende por unas escaleras hasta llegar al nivel del piso de la calle. El espacio, íntimo y esencial, bien iluminado, resulta ideal para apreciar las grandes figuras de personajes o fragmentos de cuerpos en carbón vegetal, la mayoría, y alguno en sanguina.

La apertura de la sala con los dibujos fue experiment­al y temporal (del 15 de noviembre de 2023 al 30 de marzo de 2024) debido a la necesidad de evaluar si la luz led y la humedad provocada por el cuerpo de los visitantes, después de décadas de oscuridad, lo afectan. Sólo se permitió la entrada a 100 personas a la semana; cuatro a la vez, por 15 minutos. A pesar del alto precio (625 pesos por persona), que incluyó la entrada al museo, los boletos se agotaron pronto.

La apertura del espacio fue posible gracias a la construcci­ón de una segunda salida del museo, en atención a los requisitos de seguridad que antes no tenía. Esa necesidad de encontrar otra salida condujo al descubrimi­ento de los dibujos –ubicados en las capas inferiores de pintura– gracias al escrúpulo de Dal Poggetto.

El director no se detuvo ahí y descubrió dibujos adicionale­s que el público quizá no observa durante la normal visita a la sacristía, situada en el llamado lavamanos, atribuidos también a Miguel Ángel y sus discípulos. Ambos lugares, junto con la “sala secreta”, albergan 200 dibujos de figura humana y de arquitectu­ra, los bocetos de la adyacente librería Laurenzian­a también proyectada por Miguel Ángel.

Estudio olvidado

Dal Poggetto publicó su estudio en 1979 con los resultados de su investigac­ión sin gran resonancia. Las copias no vendidas pronto fueron convertida­s en pulpa y el recuerdo de los dibujos se fue borrando, hasta una nueva edición compendiad­a titulada Michelange­lo: La sala secreta (2017), donde reitera, ya “en frío”, la teoría que trazó 40 años antes.

Considera que los dibujos fueron realizados en 1530 durante un breve periodo en el que el pintor se recluyó por temor a ser aprehendid­o o asesinado por las tropas del Papa. Aunque en realidad no era un secreto, desde la primera expulsión de los Médici en 1494, que el artista era republican­o, su teoría se basa en la interpreta­ción de fuentes históricas, pero no en documentos que avalan que se refugió ahí.

Según el estudioso, ante la escasez de bienes por el asedio de las tropas imperiales de Carlos V y del papa Médici Clemente VII, a Florencia, Miguel Ángel tuvo que utilizar los muros en lugar del papel, untando las paredes con una capa de “leche de cal”, por higiene. El carboncill­o se adhirió a la pared debido al efecto de carbonatac­ión de un siglo.

El corazón de la teoría del italiano es que los dibujos no son copias de sus trabajos, sino bosquejos de obras que tenía que entregar, algunas fácilmente reconocibl­es, como las Piernas y rodillas de Giuliano duque de Nemours, en la Sacristía Nueva. Sugiere también que algunos son bosquejos de obras nunca realizadas, como la Resurrecci­ón de Cristo, o de obras perdidas, como la Leda y La caída de Faetón, uno de los dibujos más reconocibl­es y bellos de la sala.

William Wallace, gran experto del artista, se mostró escéptico hace años frente al planteamie­nto de Dal Poggetto. Afirmó que Miguel Ángel era demasiado importante para refugiarse en un lugar así y que cualquier otro de sus mecenas pudo haberlo alojado. Piensa que los dibujos son anteriores, quizá de la década de 1520, cuando Miguel Ángel y sus numerosos ayudantes usaban esa estancia como taller en la realizació­n de la Sacristía.

Miguel Ángel, quien practicó todas las técnicas artísticas conocidas, afirmó que la pintura, la escultura y la arquitectu­ra culminaban en el dibujo, al considerar que “es la fuente primaria y el alma de toda la pintura y la raíz de todas las ciencias”.

Aunque se considere la gráfica un sector de nicho, la popularida­d de los dibujos del artista hoy día es enorme. Dos ejemplos concretos lo demuestran: la exposición Divine Draftsman and Designer (20172018) en el Museo Metropolit­ano de Arte de Nueva York atrajo a 700 mil visitantes, siendo hasta entonces una de las 10 más visitadas de la historia del museo. En 2022, el dibujo juvenil de El bautismo de los neófitos (1426-27), considerad­o su primer dibujo de desnudo, fue vendido por Christie’s en París en casi 25 millones de dólares.

Dal Pogetto recuerda en su último libro cómo una enorme cantidad de dibujos de Miguel Ángel en papel o cartón son fruto de atribucion­es y casi nunca hay acuerdo entre la crítica. La única certeza está en las pocas decenas de dibujos que son, además, las verdaderas obras maestras del artista. Esta dificultad se debe a su modo de dibujar, casi siempre bosquejos sin completar y sobreposic­iones, como en los murales, donde predomina el acabado de una parte del cuerpo.

En este universo de atribucion­es y ante la falta de dibujos de gran formato en muro para compararlo­s, el público se encuentra frente a la oportunida­d de entrar en un espacio que, sin la certeza de la autoría al gran artista, puede sumergirse en el vivo de una discusión artística de relevancia internacio­nal y disfrutar de una obra de gran calidad y hacer sus propias conjeturas. Esto, junto con la forma en que los dibujos fueron rescatados y salvados de la humedad, la incertidum­bre del enigma, lo convierten en sí mismo en un espacio único del siglo XVI que vale la pena descubrir.

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▲ Se trata de un reducido espacio abovedado de 10 por 3 metros. Durante su apertura, sólo se permitió la entrada a 100 personas a la semana; cuatro a la vez, por 15 minutos, a un precio de 625 pesos.
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Fotos Alejandra Ortiz Castañares ▲ Por ahora la sala permaneció abierta a las visitas hasta el 30 de marzo.

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