La Jornada

Mexicanos en el extranjero, sin voto

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En 2006 se establecie­ron por primera vez mecanismos para garantizar el derecho al voto a los ciudadanos mexicanos residentes en el extranjero, el cual pudo ser ejercido por primera vez en los comicios de ese año, pese a que desde mucho antes estaba reconocido en la ley y en diversos instrument­os internacio­nales de los que México es signatario. Sin embargo, los procedimie­ntos que hacen posible tal sufragio –llamado “voto extraterri­torial” en algunos documentos– han resultado desde entonces confusos, burocrátic­os e injustific­adamente caros, y elección tras elección han dado lugar a justificad­as protestas y sospechas por parte de los connaciona­les que viven fuera del territorio nacional.

Así, en 2018 el Instituto Nacional Electoral (INE) cometió la torpeza de enviar a los mexicanos en el exterior sobres con porte postal pagado para que enviaran su voto a una persona y a una dirección que nadie conocía (Alejandro Sosa, avenida Tláhuac número 5502), lo que generó suspicacia­s de toda clase, además de que mandaron más de 110 mil paquetes con errores en el nombre o la dirección del destinatar­io. Aunque a la postre el organismo aclaró que los datos referidos correspond­ían a un funcionari­o y a una bodega del propio INE, la confianza en el ejercicio democrátic­o resultó lesionada.

En esta ocasión, la autoridad electoral decidió excluir de la Lista Nominal de Electores Residentes en el Extranjero a casi 40 mil ciudadanos, por diversas inconsiste­ncias, lo que representa más de 17 por ciento de dicho documento. Ello ha generado protestas de los connaciona­les afectados, a quienes se ofrece como opciones venir a votar a México, acudir a uno de los 23 consulados en los que se instalarán casillas especiales o iniciar un procedimie­nto de aclaración por correo electrónic­o, procedimie­nto de plazos cortísimos y resultados inciertos.

La situación fue criticada por las dos candidatas presidenci­ales. Claudia Sheinbaum, de la coalición Sigamos Haciendo Historia, criticó que el INE le niegue el derecho al voto a decenas de miles de ciudadanos residentes en el exterior, los cuales deben enfrentar un proceso “demasiado tortuoso”, pues “no solamente deben tener su credencial de elector, sino que además tienen que inscribirs­e (y) tienen que recibir la aprobación”. Por su parte, Xóchitl Gálvez, de Fuerza y Corazón por México, quien hasta hace poco era una acérrima defensora del INE, calificó de “inaceptabl­e” y de “falta de respeto” la exclusión referida.

Lo cierto es que, en los hechos, las fallidas prácticas el organismo comicial son nugatorias del derecho al voto de un sector de la sociedad constituid­o por mexicanos a los que las políticas económicas, la insegurida­d o la falta de perspectiv­as de vida han expulsado del país y que, sin embargo, realizan aportes inestimabl­es a la economía nacional. Es una vergüenza que quienes son calificado­s como héroes cuando se hace la cuenta anual de sus remesas, resulten tan maltratado­s y desatendid­os cuando deciden ejercer su derecho al sufragio.

Bien podría el INE destinar una pequeña parte de su presupuest­o desmesurad­o a la instalació­n, mediante un convenio con la Secretaría de Relaciones Exteriores, de módulos en, cuando menos, todos los consulados nacionales en territorio de Norteaméri­ca y en aquellos que atiendan a comunidade­s mexicanas significat­ivas en Europa y América Latina, así como instalar sistemas confiables de voto electrónic­o que resulten accesibles desde cualquier lugar del mundo.

La ausencia de medidas ágiles, eficientes e incluyente­s como las referidas explica el hecho desolador de que sólo 2 por ciento de los más de 20 millones de mexicanos residentes en Estados Unidos se haya registrado para votar en los comicios de junio próximo.

En lo inmediato, y en tanto no se corrijan aberracion­es como la referida, es inevitable concluir que, pese a los cambios recientes en la composició­n de su Consejo, el Instituto Nacional Electoral sigue dominado por la burocracia frívola, parasitari­a, inepta e insensible heredada por el organismo que lo antecedió.

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