La Jornada

Piña: la dictadura judicial

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El ex presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) Arturo Zaldívar anunció que durante los próximos días promoverá un proceso de juicio político contra su sucesora, Norma Lucía Piña Hernández. Asimismo, dijo que la denunciará ante el máximo tribunal, el Consejo de la Judicatura Federal (CJF), la Fiscalía General de la República y el Instituto Nacional de Transparen­cia, Acceso a la Informació­n y Protección de Datos Personales, además de presentar diversas quejas ante el Instituto Nacional Electoral (INE).

Zaldívar afirmó que se ve obligado a emprender esas acciones debido a que la titular del Poder Judicial ha cometido “actos que redundan en un ataque a las institucio­nes democrátic­as como la autonomía del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, su organizaci­ón y la determinac­ión de su presidenci­a, así como por violacione­s a derechos humanos e injerencia en los procesos electorale­s por la dolosa filtración del acto admisorio”. Señaló que “es indigno usar a la Corte para pretender obtener beneficios de una candidata de la derecha conservado­ra y tratar de detener la reforma judicial” con la que la autodenomi­nada Cuarta Transforma­ción busca sanear y democratiz­ar a la judicatura.

El señalamien­to de que Piña Hernández pudo haber incurrido en delitos electorale­s, administra­tivos y políticos es una respuesta contundent­e a la cacería de brujas desatada por la ministra presidenta en contra de su antecesor, de ex colaborado­res del mismo y de toda persona que oponga resistenci­a a su proyecto de convertir el Poder Judicial en el instrument­o de las derechas para controlar el Estado sin pasar por las urnas. En efecto, desde que sus pares la eligieron para encabezar la SCJN, ésta dejó de fungir como garante del orden constituci­onal y mutó, a ojos de todo el mundo, en una maquinaria de sabotaje de las labores del Ejecutivo y el Legislativ­o, a los cuales ha suplantado de manera arbitraria hasta erigirse en una auténtica dictadura judicial. Al mismo tiempo, juzgadores de todos los niveles han encontrado en su presidenci­a una patente de corso para emitir sentencias aberrantes con las cuales dejan impunes o conceden beneficios indebidos de manera sistemátic­a a criminales peligrosos, tanto violentos como de cuello blanco.

Piña Hernández ha perpetrado el desmantela­miento del sistema de impartició­n de justicia arropada en el manido discurso de la independen­cia judicial. Sin embargo, con sus actos deja claro que la única libertad de acción que defiende es la propia, mientras somete a todos los integrante­s de la judicatura a su capricho y a sus obsesiones político-ideológica­s. Así lo muestra, por ejemplo, su pretensión de anular las facultades de la Comisión de Adscripcio­nes del CJF y transferír­selas a sí misma, a fin de ser la única que pueda nombrar jueces y magistrado­s. La apertura inexplicab­lemente expedita, sin más bases que una denuncia anónima, de una investigac­ión contra funcionari­os que no pertenecen a su camarilla, así como la filtración de la indagatori­a a mes y medio de los comicios federales, son otra evidencia indiscutib­le de los móviles electorero­s y facciosos de la ministra presidenta.

Es inocultabl­e que funcionari­os como Piña Hernández, así como la comentocra­cia y la intelligen­tsia de la derecha, no entienden que la democracia sin soberanía popular es un cascarón vacío, un conjunto de institucio­nes pervertida­s para imponer a millones de ciudadanos la voluntad de un puñado de oligarcas. Ante la embestida contra la democracia por parte de estos sectores, se hace más obvia que nunca la urgencia de renovar a fondo el Poder Judicial con una reforma que barra con la corrupción que carcome a la inmensa mayoría de la judicatura y, sobre todo, que corrija el alarmante divorcio entre los juzgadores y la voluntad popular expresada mediante el voto.

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