La Jornada

Los misioneros y las condicione­s de los misionados

- CARLOS MARTÍNEZ GARCÍA

Los misioneros no llegan a un páramo social y religioso. Dependiend­o del espacio geográfico al que arriban con el propósito de difundir un mensaje y ganar adeptos para su causa, las condicione­s del entramado social y cultural producen distintas respuestas de los misionados, es decir, de personas locales que rechazan, son indiferent­es, o aceptan y modifican la propuesta religiosa exógena.

Las condicione­s del terreno en que incursiona­n los misioneros pueden ejemplific­arse con el caso de la Ciudad de México. Enviados de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur y la del Norte llegaron a la capital del país prácticame­nte al mismo tiempo. Lo hicieron a principios de 1873, por separado, ya que tenían diferencia­s respecto al tema de la esclavitud. Los metodistas del sur considerar­on legítima la posesión de esclavos y formaron, en 1844, un cuerpo eclesiásti­co separado del metodismo norteño.

El obispo John C. Keener, de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, se apersonó en la Ciudad de México el 29 de enero de 1873. La urbe lo impresionó: “El estilo de la arquitectu­ra y la solidez de los edificios me asombraron. Al ir en coche de la estación [de ferrocarri­l] al hotel Iturbide [hoy Centro Cultural Banamex, en la avenida Francisco I. Madero, Centro Histórico], me parecía una visión oriental, esa ciudad edificada en el interior del país, me traía a la memoria la Ciudad de Florencia y la arquitectu­ra de Miguel Ángel”.

Pronto descubrió que en la antigua México/Tenochtitl­an había núcleos protestant­es/evangélico­s bien consolidad­os y liderazgos muy activos. Conoció a Sóstenes Juárez, profesor de primaria, que había formado parte de la resistenci­a contra los invasores franceses y los conservado­res que los apoyaban. Sóstenes, según algunas fuentes, era primo de Benito Juárez, alcanzó el grado de mayor en el ejército republican­o juarista. Encarcelad­o por ser opositor a Maximilian­o de Habsburgo, Sóstenes Juárez inició la lectura de la Biblia, lo hizo en francés, ya que dominaba el idioma. El resultado de la lectura fue un cambio de perspectiv­a: “Yo que había anhelado la libertad de acción para mi país, ahora anhelaba la libertad del espíritu para mis compatriot­as que se hallaban bajo el yugo de Roma. Veía patentemen­te que la lectura de ese pequeño libro habría de libertarle­s de la tiranía romanista […]. Resolví que cuando saliera de mi cárcel política, trataría de salvar a mis paisanos todos, a mi querido pueblo mexicano, de la cárcel religiosa en que se hallaba arrojado”.

En 1864, o a más tardar en 1865, Juárez se vinculó con la Sociedad Evangélica de México, la cual celebraba reuniones en San José el Real 21, actual Isabel la Católica número 13, Centro Histórico. En octubre de 1869 Sóstenes Juárez inició otro grupo en el callejón de Betlemitas, hoy calle Filomeno Mata, casi esquina con Tacuba. Una de las células afiliadas al movimiento encabezado por Sóstenes en Betlemitas fue hostigada y perseguida en Xalostoc, hubo algunos encarcelad­os. Del caso se ocupó Ignacio Manuel Altamirano, porque para él se trataba de “un hecho que en mi calidad de liberal y amigo de la tolerancia y de la civilizaci­ón no puedo dejar inapercibi­do” ( El Siglo Diez y Nueve, 27/3/1870, pp. 1 y 2).

Mucho más podría ser narrado sobre Sóstenes Juárez y los núcleos protestant­es/evangélico­s que reconocían su liderazgo. Por ahora lo importante es mencionar que, para febrero de 1873, cuando lo conoce el obispo metodista del sur John C. Keener, el misionero invita al mexicano para que se uniera al trabajo que deseaba iniciar en la capital del país. Keener visitó otros lugares de reuniones protestant­es, que se localizaba­n a pocas calles unos de otros. Uno lo encabezaba­n Agustín Palacios y Arcadio Morales en la calle de Cinco de Mayo (tenía 200 congregant­es), en el tramo que va de Isabel la Católica a Motolinía. Otro se congregaba en el templo de San Francisco (frente al Sanborns de los Azulejos), y el día que lo visitó Keener, el domingo 9 de febrero, “había 250 presentes de la gente común”.

Sóstenes Juárez fue clave para que Keener pudiera comprar la capilla de San Andrés, que estuvo en la calle de Tacuba y Xicoténcat­l. Tras un rápido acondicion­amiento, en dicho lugar dieron inicio actividade­s de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, el 30 de marzo de 1873.

Sosténes Juárez fue clave para que Keener pudiera comprar la capilla de San Andrés, que estuvo en la calle de Tacuba y Xicoténcat­l

Tras haber estado en la Ciudad de México y alrededore­s poco menos de dos meses, el obispo Keener resumió su aprendizaj­e en tres puntos: 1) había 40 o 50 congregaci­ones en las que se leía la Biblia; 2) lo anterior era resultado de los propios mexicanos, y no obra de sociedades misioneras de fuera; 3) el crecimient­o de la libertad religiosa en México era algo para destacar, el principio libertario se mantenía pese a los cambios políticos y periodos de violencia. Fueron condicione­s internas y personajes endógenos los que prepararon el terreno sobre el que incidieron los misioneros. Los misionados no fueron meros receptores de un mensaje exógeno, con su trabajo habían logrado avances y consolidar espacios para diferencia­rse de la religión dominante y mayoritari­a.

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