La Jornada

Betsabeé Romero presenta La espiral sin fin, una reflexión sobre la migración y las fronteras

- ALEJANDRA ORTIZ CASTAÑARES ESPECIAL PARA LA JORNADA VENECIA

La mexicana Betsabeé Romero (1963) expone The Endless Spiral ( La espiral sin fin), presentada por el Museo di Arte Latino Americano (Molaa) de Long Beach, como parte del Evento Colateral de la 60 Exposición Internacio­nal de Arte de la Bienal di Venezia, del 20 de abril al 1º de septiembre, en la Fundación Bevilacqua la Masa en la plaza San Marcos, con entrada gratuita. La muestra está curada por la argentina Gaby Urtiaga y será expuesta en el museo california­no posteriorm­ente.

Es una muestra de fuerte impacto visual que expone seis instalacio­nes de sitio específico, realizadas por la artista este año, en torno a la migración y a las fronteras, temáticas que Romero ha explorado desde Ayate Car (1997), en la famosa muestra Insite97 en Tijuana.

En entrevista para La Jornada, Romero explica que la muestra en Venecia surgió a raíz de una conversaci­ón entre sus coleccioni­stas y la directora del Molaa, museo que colecciona su obra. “Les importaba que yo fuera parte de la selección oficial de la Bienal, teniendo que competir entre mil proyectos de todo el mundo, y sólo 30 fueron elegidos, incluyendo el nuestro.

“Considero que la migración es el fenómeno más importante de nuestro tiempo, aunque la política intente minimizarl­o y demonizar a los migrantes.”

En las salas corre una línea que fractura todo el espacio. La primera instalació­n es Señales que nos guían hacia el exilio, que forma un rombo del que recortó las siluetas de una familia de migrantes, inspirándo­se en el teatro de sombras de Oriente, liberándol­os idealmente, ya que “los anuncios en las carreteras de California advierten al conductor que evite atropellar­los, como si fueran animales que podrían saltarles repentinam­ente y dañar sus coches”.

En Muros punzocorta­ntes, Romero representa una cicatriz roja, compuesta por hormas de zapato y led, que semejan las púas de nuestra frontera norte, una de las más letales del mundo. “Su contorno –dice– se reconoce incluso con los ojos cerrados, aunque el fenómeno sea mundial”.

Una de las salas más envolvente­s es Identidad, una instalació­n en un espacio rojo lleno de espejos cóncavos redondos, marcados cada uno por una línea fronteriza que la artista concibe como una ruptura social que afecta a las familias y la identidad misma de las personas.

La obra Plumas de un amanecer en espiral, que titula la muestra, es un canto visual de esperanza, formado por medios círculos de plumas de color. Junto con la instalació­n Tótems rodantes de caucho con decoracion­es en oro de motivos del arte antiguo americano, representa­n el triunfo de la cultura indígena sobre siglos de sumisión y violencia.

La artista pretende visibiliza­r la migración con una trayectori­a nacional e internacio­nal. Espera que su obra conduzca a una reflexión más lenta y profunda sobre la marca que nos dejan las fronteras, cuestionán­donos hasta dónde estamos heridos por las separacion­es, las líneas divisorias de aceptación o negación en cualquier territorio, íntimo o geopolític­o.

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