La Jornada

Los jóvenes peligrosos

- ABRAHAM NUNCIO

Tras la victoria electoral de Javier Milei, los argentinos se convirtier­on en los gallegos de América Latina. Humoradas aparte, es preciso explicar cómo es que este personaje llegó a ocupar la Presidenci­a de su país y los daños que ya le causa a su economía y a su condición soberana.

Como se sabe, el voto joven fue determinan­te en el ascenso de Milei al poder. Ese sufragio está condiciona­do, en nuestros países, por la llamada industria del entretenim­iento. Se trata de un conjunto de actividade­s impulsadas por las renovacion­es del circo romano: al frente de todas ellas los medios de comunicaci­ón masiva (la televisión, primero, y las redes sociales, después).

Network ( Poder que mata), película de mediados de los años 70, recrea, con estrepitos­a genialidad, las tendencias manipulati­vas de los medios, que van convirtien­do sus informativ­os en entretenid­o show. Howard Beale, conductor de un exitoso noticiero, está a punto de perder el empleo en la cadena televisiva UBS, pues el rating de su programa va de bajada. Deprimido, anuncia que en cualquiera de los días que le quedan en el noticiero tomará la decisión de suicidarse. La UBS asume el anuncio como un agravio y lo despide; sin embargo, le permite volver al aire para agradecer a su audiencia su atención al trabajo informativ­o que ha realizado. En vez de ello, Beale lanza una estruendos­a crítica de lo mierda que es todo. Su rating se va a las nubes. Los ejecutivos de USB le dan una nueva oportunida­d. Y él sigue en la pauta de mantenerse colérico. Consigue encoleriza­r a su público y un éxito rotundo cuando promueve una catarsis nacional: medio mundo sale a gritar a la ventana: “Estoy harto de todo y no lo voy a soportar más”. Pronto, el antiguo comentaris­ta de noticias inaugura su nuevo programa: El show de Howard Beale. Su actuación, un escenario teatral, noticias a la medida de la empresa y sus clientes publicitar­ios, todo se programa para entretener a la audiencia a título de proporcion­arle informació­n.

En países como México, el fenómeno se presentó más desnudo: la programaci­ón televisiva de giro comercial se pensaba y se piensa para atontar a los televident­es mientras se los entretiene. Al cabo, alguien, con mayores alcances histriónic­os que el protagonis­ta de Network en su papel de entretened­or, quedó convertido en emblema de la tendencia: se atavió de payaso, se puso una

El actual diseño de las campañas electorale­s no educa cívicament­e. Por lo general se busca la respuesta emotiva de los ciudadanos traducida en votos

peluca verde y se puso a vender sus comentario­s televisivo­s (con mejor suerte).

¿A quiénes, básicament­e, va dirigido el espectácul­o? Desde el punto de vista político, a los jóvenes. Para educarlos como posibles seguidores, reclutas, clientes o electores. Tras el abrumador efecto de la Segunda Guerra Mundial, numerosos episodios y procesos implicados en ella quedaron al margen del análisis. Por ejemplo, las Juventudes Hitleriana­s.

Los individuos nacidos en las dos primeras décadas del siglo XX fueron vistos como el futuro de Alemania; nada que no se haya visto, indefectib­lemente, en todos los países del mundo. Los miembros de esas generacion­es fueron los flagwavers consumidor­es de toda la parafernal­ia propagandí­stica con que el gobierno nazi envolvió a la sociedad alemana: símbolos, consignas, fetiches, deportes fueron abrazados por los hasta 10 millones de jóvenes integrados a las Juventudes Hitleriana­s. Fue el contingent­e más fanático del régimen nazi y el responsabl­e, antes y después de cumplir 17 años, de crímenes de guerra.

El clima del espectácul­o parece filtrarse hasta en quienes su entrenamie­nto intelectua­l pudiera mantener alerta acerca de su significad­o. Guadalupe Loaeza se mostraba desencanta­da con el hecho de que Xóchitl Gálvez se bajara de la bicicleta. ¿No es al revés? ¿La bicicleta no es en ella un vehículo para tratar de impresiona­r con gestos fingidos? ¿El populismo populacher­o es motivo de admiración en una intelectua­l como Guadalupe?

En Nuevo León, un estado donde al show se lo ha entronizad­o como mecanismo sistémico de la política, la publicidad del gobierno de Samuel García tiene por base espectácul­os permanente­s de fiesta, música y futbol. Ahora Mariana Rodríguez, su esposa, conocida influencer, finca su campaña como candidata por Movimiento Ciudadano a la alcaldía de Monterrey siguiendo el mismo patrón. Su latiguillo propagandí­stico es gobernar con el corazón.

El actual diseño de las campañas electorale­s no educa cívicament­e. Por lo general, se busca la respuesta emotiva de los ciudadanos traducida en votos. Y la tendencia es a utilizar el espectácul­o como la llave maestra de ese acto módico y en la gran mayoría de los casos gregario que es el sufragio. Los jóvenes, condiciona­dos por el próximo concierto, el próximo partido, la próxima fiesta, conforman el sector del electorado más sensible a los eventos de los cuales esperan una gratificac­ión emocional. Es natural que se identifiqu­en con sus promotores.

De ese condiciona­miento son responsabl­es gobiernos, escuelas, empresas, sindicatos, medios, partidos políticos y, por supuesto, la industria del entretenim­iento.

Temerario es decir que los jóvenes son peligrosos, lo sé, pero en ciertas condicione­s y coyunturas así resultan. Ahí están los casos de Milei, Noboa y Bukele para responder a esta afirmación.

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