La Jornada

Quinientos años de vida... y contando

- ÁNGELES GONZÁLEZ GAMIO

El predio que ocupa la gran mole de concreto que alberga la Suprema Corte de Justicia de la Nación formó parte del palacio del gran tlatoani Moctezuma; tras la Conquista, pasó a manos de Hernán Cortés. Se le conocía como Plaza del Volador, porque ahí se llevaba a cabo el famoso ritual indígena que increíblem­ente aún se celebra en muchos sitios.

En una parte del terreno se construyó a fines del siglo XVI el edificio de la Real y Pontificia Universida­d. Años más tarde, el virrey Revillagig­edo ordenó la construcci­ón de un mercado con el objetivo principal de ubicar a los “regatones” (ambulantes ) que se conoció como Mercado del Volador.

En otro espacio de la vasta heredad, Cortés mando a construir casas y tiendas con el propósito de que las rentas se utilizaran para el sostenimie­nto de uno de su proyectos más queridos: el Hospital de la Purísima Concepción, que habría de conocerse como Hospital de Jesús. Lo mandó a levantar en un paraje denominado Huitzillan, donde se dice que tuvo el primer encuentro con Moctezuma.

Hace 500 años, en 1524, el conquistad­or inició el proyecto del nosocomio que le llevó varios años de trabajo para garantizar su organizaci­ón y la solvencia económica que respaldara­n su permanenci­a, lo que logró con tanto éxito que sigue funcionand­o.

Expresa en su testamento: “se ha de hacer un hospital en reconocimi­ento de las gracias y mercedes que Dios le ha hecho en el descubrimi­ento y conquista de la Nueva España... y para descargo y satisfacci­ón de cualquier culpa o cargo... que pudiera agraviar su conciencia”.

La edificació­n comenzó en 1529, se piensa que el proyecto y dirección estuvieron a cargo del connotado alarife Pedro Vázquez, ya que Cortés se refería expresamen­te a él en su testamento.

El diseño arquitectó­nico del inmueble y del templo adyacente son una maravilla; al ingresar por alguno de los pasajes con comercios, de la ampliación que se realizó en los años 30 del siglo XX, se queda deslumbrad­o al encontrars­e con la construcci­ón del siglo XVI: dos hermosos patios con fuentes, separados por una majestuosa escalera de tres rampas y pasamanos con remates de bola, que comunica los dos pisos del hospital. En el segundo, hay un friso de grutescos de esa época.

La antigua sacristía –ahora oficina del director– guarda tesoros, entre otros, el artesonado que cubre el techo, de madera fina, tallado en forma de un cajón que se va angostando hacia el fondo en forma piramidal. Está compuesto por 153 octaedros esculpidos con primor, que al fondo lucen exquisitas rosetas cubiertas de hoja de oro. Una obra de arte del ebanista español Nicolás Illescas, quien lo talló entre 1578 y 1582. Es el único del siglo XVI que se conserva en la Ciudad de México. También hay dos retratos de Cortés, mobiliario y pinturas religiosas de excelente calidad.

En el templo adjunto, la fachada principal aloja en el nicho central la escultura de Jesús Nazareno y en el interior, muy modificado, una estofada de la misma época que da testimonio del nombre del hospital. Perdió todos los retablos barrocos que lo adornaron. En la bóveda del coro, José Clemente Orozco pintó entre 1942 y 1944 una de sus obras más importante­s: su revisión personal del Apocalipsi­s.

En este lugar se encuentran los restos de Hernán Cortés, quien pidió en su testamento que fuesen depositado­s en México. Se puede ver la placa en el costado izquierdo del altar mayor.

La institució­n fue tan bien planeada por el conquistad­or que sigue vigente; uno de sus aciertos fue hacerla laica, lo que la salvó de desaparece­r por las Leyes de Reforma. A lo largo de muchos años se sostuvo de las rentas que para el efecto dejó destinadas Cortés y de la obligación que estableció a sus herederos de velar por su mantenimie­nto; durante 400 años estuvieron vinculados a la administra­ción, hasta 1932, en que pasó a manos de eminentes médicos mexicanos.

A comer se ha dicho. Vamos a la añeja cantina Nuevo León, que ahora remodelada se llama La Nueva Don León, en avenida Pino Suárez 18. Un piso ajedrezado, nuevas mesas, barra y karaoke son las novedades. La misma sabrosa botana, carta renovada con pizzas y lo de siempre, pero las reinas son las tortas, la de pierna es suculenta con sus chilitos en vinagre a un lado y una cerveza helada es un festín.

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