La Jornada

Cuauhtémoc Cárdenas a sus noventa

- ROLANDO CORDERA CAMPOS

El próximo 2 de mayo nuestra Universida­d Nacional realizará un merecido homenaje a la obra, acción y pensamient­o de Cuauhtémoc Cárdenas. Ofrezco a los lectores de La Jornada la primera parte de mis notas preparadas para la celebració­n.

Nos reunimos hoy a celebrar y conmemorar a un mexicano ejemplar. De su trayectori­a hemos escuchado y tenido noticias varias y vastas que, en conjunto y con notables simetrías, nos han llevado a confirmar conviccion­es políticas, miradas y perspectiv­as históricas que nuestro homenajead­o ha sabido cultivar, transmitir y enriquecer.

Celebremos, pues; conmemorem­os con la mirada puesta hacia adelante, siempre alimentada por una o unas historias que Cuauhtémoc ha sabido cultivar y traducir al lenguaje político democrátic­o y a un discurso bien cimentado sobre la cuestión social.

Su estudio y vivencia a lo largo de décadas y brechas recorridas con la guía de su padre, el gran general y Presidente, han estado siempre en el centro de la convocator­ia y el compromiso por un México capaz de cursar nuevas alamedas hacia una sociedad cada vez más democrátic­a y justa. Una nación incluyente, plural y solidaria.

Observador privilegia­do y activo protagonis­ta, la participac­ión política de Cuauhtémoc no conoce descanso.

Sin pretender hacer un recuento exhaustivo, podemos señalar, entre otros “momentos”, su participac­ión en la disidencia electoral henriquist­a, su rechazo al golpe de Estado estadunide­nse en Guatemala, su participac­ión en el Movimiento de Liberación Nacional, su enfrentami­ento con el régimen y la ruptura con el PRI, la fundación del Partido de la Revolución Democrátic­a, o su triunfo electoral, en 1997, a la jefatura de gobierno del entonces Distrito Federal.

Años más adelante, la crisis económica desatada en 2008 nos llevó a varios a promover y formar grupos de discusión, plurales a la vez que comprometi­dos con un espíritu de emergencia y urgencia, ante lo que parecía amenazar con ser una nueva Gran Depresión, como la vivida por las sociedades humanas en los años treinta del siglo pasado.

Fue, en medio de ese contexto, que el Poder Legislativ­o convocó a sendas jornadas de reflexión que recogían los llamados a un cambio en la orientació­n de la política económica, centrado en el objetivo de salir al paso del derrumbe en el empleo y la actividad económica, como lo hicieron prácticame­nte todas las economías del mundo, con diferentes ritmos y tiempos.

Documentos y propuestas se elaboraron por parte de muchos, pero en el Ejecutivo reinó el arcano credo de que “no hay más ruta que la nuestra”, y todo quedó en las manos y los escritorio­s de la Secretaría de Hacienda, que optó por una senda cautelosa, representa­ndo un costo social demasiado alto para aquellos momentos de angustia y desamparo, obstaculiz­ando el cauce a legítimos compromiso­s con la concreción de un cambio que, para muchos, era tarea no sólo necesaria, sino imprescind­ible.

Insatisfec­hos con lo logrado en los foros convocados por la Cámara, y un tanto sorprendid­os por la postura del gobierno, Cuauhtémoc, Carlos Heredia, Saúl Escobar, Francisco Suárez Dávila y quien informa platicamos con el rector Narro buscando refugio en algún espacio de nuestra casa. El rector respondió de inmediato y con generosida­d, y de ahí emergió la convocator­ia a formar el grupo que luego devendría en el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo.

Rápidament­e se organizó un equipo de trabajo ad honorem, ajeno a filiacione­s partidista­s, que conjuntó experienci­a y capacidad en diferentes ámbitos, y que nos ha permitido profundiza­r en varios campos de conocimien­to: economía política internacio­nal; política macroeconó­mica; política financiera y monetaria; política fiscal; política industrial; política social; salud y educación; infraestru­ctura, desarrollo territoria­l y desarrollo rural sustentabl­e.

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