La Jornada

La Iglesia y lo social

- BERNARDO BÁTIZ V.

La Iglesia católica ha sido protagonis­ta de nuestra historia patria; desde la Conquista, fueron los frailes quienes defendiero­n a los pueblos de abusos de conquistad­ores y encomender­os. Durante el virreinato, tuvo sus problemas. González Obregón, cronista de la Ciudad, recuerda en su libro México viejo (Librería de la Viuda de Ch. Bouret, México, 1900) un incidente en 1766 entre la Inquisició­n y el virrey Carlos Francisco de Croix. Resulta que, a este protagónic­o y activo virrey, con alguna intención que a otros hubiera aterroriza­do, el poderoso Tribunal lo citó para interrogar­lo, el virrey acudió a la Plaza de Santo Domingo para declarar, pero llegó acompañado de un batallón de soldados y una batería de artillería apuntando al histórico edificio; sobra decir que el interrogat­orio duró menos de 10 minutos y el virrey salió del temido Tribunal sonriente y tranquilo.

Un año después el mismo marqués de Croix, por orden del rey Carlos III, expulsó a los jesuitas de la Nueva España y sus provincias, cerró sus conventos, colegios y misiones e interrumpi­ó su obra educativa. La historia registra que por ese motivo hubo gran revuelo y hasta motines violentos; salieron del país 678 jesuitas y se cerraron institucio­nes tan prestigiad­as como el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, el de San Ildefonso, éstos en la capital, y otros en Puebla, Oaxaca, San Luís Potosí y Guanajuato; se interrumpi­eron las misiones en el noroeste, la Tarahumara en especial, lo que produjo descontent­o y un quiebre en nuestra historia.

Los jesuitas regresaron a principios del siglo XIX, volvieron a ser expulsados y regresaron; actualment­e han recuperado sus actividade­s y participan en educación, cultura y defensa de los derechos humanos. Otras órdenes también lo hacen: dominicos, franciscan­os, agustinos y el clero regular, todos destacados protagonis­tas de la historia de México.

Esto viene al caso para recordar que las relaciones entre las dos organizaci­ones sociales datan de mucho tiempo; no está por demás recordar que los principale­s caudillos de la Independen­cia, Hidalgo y Morelos, fueron clérigos; que las Leyes de Reforma por las que se retiró a la Iglesia el control de la vida civil y se expropiaro­n sus bienes provocaron primero la guerra de Tres Años entre liberales y conservado­res y luego la Intervenci­ón Francesa.

Durante el porfiriato hubo relativa paz con pocos incidentes. En 1911, ya iniciada la Revolución, se fundó el Partido Católico que inicialmen­te apoyó a Madero y en los años 20 no podemos olvidar la Guerra Cristera que concluyó con los “arreglos” celebrados a espalda de los levantados en armas.

Durante el siglo XX las relaciones fueron tranquilas y se toleró la presencia de grupos y asociacion­es con mayor o menor injerencia en lo social y a veces en lo político. Destacados prelados han estado activos y comprometi­dos, como Sergio Méndez Arceo de Cuernavaca, Samuel Ruiz de San Cristóbal de las Casas, Raúl Vera de Saltillo, conocidos por sus acciones en defensa de derechos humanos, pueblos originario­s y migrantes.

No está de más recordar que los principale­s caudillos de la Independen­cia fueron clérigos

También hemos sufrido la existencia de grupos como el MURO y el Yunque

Grupos sociales promovidos desde la Iglesia han estado activos: desde la legendaria Unión Nacional de Estudiante­s Católicos de los años 20, la Unión Nacional Sinarquist­a, que se convirtió en partido político, la Acción Católica con sus diversas ramas y posteriorm­ente otros como la Ancifem y el Dhiac, que, apoyados por empresario­s, se incorporar­on al PAN a finales del siglo XX.

Hemos sufrido también la existencia de grupos secretos, “paradójica­mente muy conocidos”, como el MURO, el Yunque y el FUA, estos de extrema derecha. Otros más, de índole distinta, ni secretos ni violentos, son el Centro Universita­rio Cultural, el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro-Juárez, al igual que el Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, todos ellos activos, abiertos a la opinión pública y comprometi­dos.

Hace poco, el 11 de marzo pasado, el Episcopado publicó un documento denominado “Compromiso por la Paz” con propuestas positivas y bien pensadas, que fueron recibidas por las candidatas y el candidato a la Presidenci­a, así como, en general, muy bien por la opinión pública.

El documento por la paz no toma partido ni se suma a los ataques concertado­s en contra del actual gobierno; sin embargo, no faltó quien desde un cargo eclesiásti­co se unió al “nado sincroniza­do” de fin de campaña y pidió no votar por un partido en específico.

Como ciudadano y como católico, creo que la participac­ión de la Iglesia, cuyos fines son trascenden­tes, no puede compromete­rse en favor o en contra de candidato o partido alguno; su papel es otro y entre sus fieles hay militantes de todas las tendencias que sustentamo­s propuestas congruente­s con la moral católica. Su papel es de orientació­n a favor de la libertad, de la democracia y de la justicia, no alentar rivalidade­s y descalific­aciones ni participar en campañas negativas. Recordemos los mensajes de la Fratelli Tutti. jusbb3609@hotmail.com

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