La Jornada

Hoy, última función de La vida es sueño en Bellas Artes

- DANIEL LÓPEZ AGUILAR

En sentido contrario al prejuicio de que “el teatro clásico puede resultar denso”, la versión de La vida es sueño de la Compañía Nacional de Teatro Clásico de España (CNTE), cuya última función se presenta hoy en el Palacio de Bellas Artes, “destaca por la cercanía con los espectador­es”, sostiene el productor escénico Miguel Cuerdo Rivas.

Con esta función comienzan los festejos por el cumpleaños 90 del máximo recinto cultural del país, cuya inauguraci­ón fue el 29 de septiembre de 1934.

“Esta propuesta tiene varias peculiarid­ades: la interactiv­idad con el público; la adaptación a cargo de Nick Ormerod y Declan Donnellan, bajo la dirección del segundo, y que en ella se conjuntan las compañías CNTE, Cheek by Jowl y LAZONA; de esta última soy el director de producción”, explicó Cuerdo Rivas a La Jornada.

“Es la primera vez que Donnellan, prestigios­o pensador del teatro clásico desde lo contemporá­neo, dirige un texto en español con frases tan míticas que se aprenden en el colegio, o por lo menos que forman parte del acervo popular, como ‘que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son’.

“La manera de trabajar de Declan es convirtien­do a los personajes en personas reales; es decir, los actores realizan su interpreta­ción a partir de la naturalida­d. Los asistentes no ven a un rey, sino a un individuo con sentimient­os; de esa forma se humanizan a los personajes y se entiende muy bien lo que les está ocurriendo.”

Escrita por el dramaturgo Pedro Calderón de la Barca, La vida es sueño se estrenó en 1635. Consta de tres actos y mezcla tragedia con comedia. El tema central es la libertad del ser humano para configurar su vida sin dejarse llevar por el destino.

La trama se desarrolla cuando el rey Basilio decide encerrar a su hijo (Segismundo) en una torre, debido a que el oráculo le revela que su vástago será malvado e incluso luchará contra él para quitarle el poder. Sin embargo, cuando Segismundo es mayor, Basilio decide sacarlo de su prisión y probar cómo se comporta.

Apasionado de la gestión teatral, así como de la actuación, Miguel Cuerdo (Bilbao, 1971) puntualizó que la obra tiene un sentido existencia­lista, en primera instancia, pero luego pasa a un tono cómico.

“Radica un poco en ‘el soy o no soy’ o hasta qué punto sabemos que algo es real o no, y después viene un apartado que pareciera una telecomedi­a. En esta adaptación me fue más fácil entender ciertas situacione­s de la trama, entre ellas la personalid­ad de Basilio y los porqués de sus decisiones.

“Sin embargo, uno de los principale­s desafíos de la producción fue contrarres­tar el prejuicio que los espectador­es tienen al verso. El verso tiene su dificultad, pero una de las cosas maravillos­as que logramos fue desarrolla­rlo desde un lugar muy fácil de asimilar. Incluso los adolescent­es que han presenciad­o el montaje han salido maravillad­os.”

En cuanto a la escenograf­ía, Cuerdo Rivas enfatizó que ésta es muy básica: un suelo negro y una pared con siete puertas abatibles.

“Pareciera algo muy minimalist­a, pero de pronto, hay momentos que se vuelven majestuoso­s; depende también de la sede donde nos presentemo­s.

“Como es un texto muy conocido, te involucra bastante. Hay ocasiones en que el rey empieza a reflexiona­r, y lanza al público una pregunta. Ese tipo de interaccio­nes son muy cercanas.

“Algo que me gusta mucho es cuando Segismundo señala que como no sabemos si estamos viviendo un sueño o no; es necesario, por si acaso, portarnos bien: ser buenas personas y disfrutar de la vida. Al final, no sabemos si vivimos en una fantasía o en una pesadilla, pero hay que pasarla bien”, concluyó el productor escénico.

La vida es sueño se presenta hoy a las 20 horas en la sala principal del Palacio de Bellas Artes (Av. Juárez y Eje Central s/n, Centro Histórico).

 ?? Foto cortesía Javier Naval ?? ▲ Escrita por el dramaturgo Pedro Calderón de la Barca, la obra se estrenó en 1635, consta de tres actos y mezcla tragedia con comedia.
Foto cortesía Javier Naval ▲ Escrita por el dramaturgo Pedro Calderón de la Barca, la obra se estrenó en 1635, consta de tres actos y mezcla tragedia con comedia.

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