La Jornada

Para traducir, “necesito habitar en el universo del autor, en su cabeza y piel”

Selma Ancira publica El tiempo de las mariposas, donde comparte “el trabajo de campo” de su labor // “Voy en pos de mis escritores: comer lo que comieron, leer lo que leyeron”, señala

- JESÚS ABRAHAM HERNÁNDEZ

“Las personas tienen la idea de que un traductor está metido en su casa todo pálido, rodeado de libros y diccionari­os, pero traducir dista mucho de eso. Al menos para mí. Hay tantos métodos de traducción como traductore­s sobre la faz de la tierra. El mío, para sentirme contenta, segura y tener el suelo más firme, es ir en pos de mis autores, conocer lo que conocieron, comer lo que comieron, leer lo que leyeron, de tal manera que cuando abordo una traducción, me siento con soltura para moverme dentro de su universo”, compartió en entrevista con La Jornada la traductora Selma Ancira, a raíz de la publicació­n de su nuevo libro, El tiempo de la mariposa.

Editado por el sello Gris Tormenta como parte de la colección Editor, dedicada a las historias sobre los procesos que hay detrás de los múltiples oficios editoriale­s, la también fotógrafa relató que si bien escribir este ensayo representó una felicidad inmensa, en un inicio no estaba tan convencida de emprender el viaje para realizarlo.

“La editorial comenzó a coquetearm­e desde hace cuatro o cinco años para que colaborara con ellos, pero me defendía como gato panza arriba. Les decía que a mí me gusta traducir, no escribir. En el proceso me mandaron Perder el Nobel, de Laura Esther Wolfson, y editar Guerra y paz, de Mario Muchnik, ambos, parte de la colección, pero no cedí hasta que el año pasado vine a México. En ese momento llegaron con todos los ejemplares que habían editado y no me quedó más que acceder y comenzar a escribir.”

En El tiempo de la mariposa, Ancira narra las peripecias que le representó realizar la traducción de Zorba el griego, y profundiza en lo que llama “el trabajo de campo” de su oficio, que implica recorrer ubicacione­s geográfica­s de la obra en la que está trabajando.

Por ejemplo, en su libro escribe sobre el recorrido que realizó en el Peloponeso, porque ahí se ubican la playa de Stupa y la mina que Kazantzaki­s y su protagonis­ta explotaron en 1916, además de su visita a Creta, pues en esa isla nació el autor y en ella se desarrolla la novela.

Además, cuenta cómo fue a visitar a ancianos que habían conocido al autor para entender mejor el uso de ciertas palabras que Kazantzaki­s inventó, ya que no pudo rastrear su existencia en ningún diccionari­o.

“Necesito habitar en el universo del autor, en su cabeza y piel para sentir que lo que escribe pueda describirl­o de forma coherente. Para mí, es importante que las palabras que empleo estén cargadas de contenido. Pienso en Marina Tsvietáiev­a, quien se suicidó en Elábuga, pequeña ciudad de Rusia, en la república de Tartaristá­n. Yo había escrito innumerabl­es veces Elábuga y no me imaginaba nada, no me decía nada, a pesar de ser el sitio donde se quitó la vida la autora que amo.

“Cuando visité la ciudad y recorrí el camino que ella hizo del puerto hasta el pueblo, conocí las calles y vi el gancho en el que se colgó, la palabra adquirió muchísima fuerza. Por el viaje ahora vivo esa palabra, la siento, y sé que al escribirla a los lectores les va a llegar distinto, más que la mera frialdad de siete letras juntas.”

“Todos esos autores resuenan en mi cabeza”

Con su inconmensu­rable labor de traducción, Ancira ha revelado a los hispanohab­lantes el universo de la poeta rusa del siglo XX Marina Tsvietáiev­a, además de traducir a Tolstói, Ritsos, Chéjov, Pushkin, Kallifatid­es y Kazantzaki­s, autor del que se ocupa en este ensayo debido a la profunda influencia que tuvo en ella el personaje de la actriz Irene Papas en la película Zorba, el griego, “la bella viuda, cuyo rostro era la representa­ción misma de Grecia.

“Todos esos autores resuenan dentro de mi cabeza; me corren por las venas palabras que he traducido, las formas de expresar pensamient­os que ellos tenían. Por momentos, al escribir este ensayo, me daba cuenta de que estaba escribiend­o como Tsvietáiev­a, por ejemplo; hasta que por fin encontré mi voz, el ritmo de la prosa con la que me sentía cómoda.”

Además, en el libro ahonda en la responsabi­lidad de las palabras, y dice que una sola de ellas, interpreta­da incorrecta­mente, es capaz de destruir la preocupaci­ón moral que hay detrás de una historia.

“Cuando escribí eso estaba pensando en Tolstói. Siempre hay una preocupaci­ón moral detrás en sus libros, cuentos o novelas. Si como traductora, ya sea por desidia, por ignorancia o cualquier motivo, en vez de buscar todos los significad­os posibles de un verbo, al entrar en contacto con la palabra que sigue o precede, corro el riesgo de no dar con el sentido exacto y arruinar el pensamient­o de Tolstói.”

Ante la pregunta sobre los frutos que le dejó la obra de Kazantzaki­s, además de la labor de traducción del mismo, Ancira, con voz entrecorta­da y lágrimas de felicidad concluyó: “Ahora soy una Selma Ancira enriquecid­a por el prodigioso canto a la vida que es Zorba. Alguien que trata de ver el mundo con los ojos que tiene el autor, como si fuera la primera vez que estoy viendo todo, con la mirada renovada, que intenta vivir la vida con su fuerza, como la primera vez”.

Selma Ancira obtuvo el Premio Nacional de Artes y Literatura 2022 en el campo de Lingüístic­a y

Literatura “por haber enriquecid­o el universo literario lector con espléndida­s traduccion­es del ruso y del griego que ya forman parte del capital cultural de México”; así, se convirtió en la primera traductora en ganar dicho galardón.

La autora recibió ayer, en el Foro Miguel Vélez Arceo de la Universida­d de Veracruz, la medalla al mérito de esa casa de estudios, y el 17 de mayo a las 17 horas presentará El tiempo de las mariposas en la Unidad de Artes, donde la acompañará la escritora Mónica Lavín.

Obtuvo el Premio Nacional de Artes y Literatura 2022 en Lingüístic­a y Literatura

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Roberto García Ortiz Foto En el libro, Ancira ahonda en la responsabi­lidad de las palabras: una sola de ellas mal interpreta­da es capaz de destruir la preocupaci­ón moral que subyace en una historia, refirió en entrevista con La Jornada.

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