La Jornada

Las otras ideas en el Centro Histórico de la CDMX, siglo XIX

- CARLOS MARTÍNEZ GARCÍA

Amediados del siglo XIX se fueron acrecentan­do distintas visiones sobre la transforma­ción de México. Desde diferentes miradores, lugares cognitivos, emergieron visionario­s que retaron el orden social tradiciona­l resultante del proceso colonial y su imposición de la “aduana de las ideas”, como la llamó Carlos Monsiváis.

El enfrentami­ento ideológico y político entre conservado­res y liberales decimonóni­cos fue muy intenso, y no fue nada más un choque de ideas, sino que del mismo se pasó al enfrentami­ento armado. En uno y otro bando hubo variantes; por ejemplo, entre los liberales existieron corrientes como la de los puros o rojos que demandaban refundar el país con principios igualitari­os que cortaran de tajo la inercia colonial. Desde inicios de la segunda mitad del XIX la Ciudad de México era un hervidero de lo que Carlos Illades llama “las otras ideas”.

Entre “las otras ideas” estaban las propuestas de los socialista­s de diverso cuño. Illades ha dedicado varias obras al tema, y en una de ellas sigue muy bien las huellas de cómo en el país fueron gestándose horizontes utópicos y organizaci­ones para alcanzarlo ( Las otras ideas. El primer socialismo en México 1850-1935, Ediciones Era-UAM Cuajimalpa, 2008). La fermentaci­ón social producida por factores y personajes endógenos, así como la llegada de actores exógenos, propiciaro­n la consolidac­ión de la utopía socialista.

Con las mismas conviccion­es y energía que los misioneros religiosos muestran para predicar su credo, el griego Plotino C. Rhodakanat­y llegó a la Ciudad de México hacia finales de febrero de 1861 con el fin de difundir el que podemos llamar “Evangelio socialista”. Pocas semanas antes había entrado victorioso a la capital el movimiento juarista que derrotó a las fuerzas conservado­ras. Rhodakanat­y habitó varios domicilios en la urbe, todos en el Centro Histórico, y fue muy constante en la creación de redes contestari­as. Algún tiempo tuvo vínculos con la Iglesia de Jesús, de tendencia evangélica, y después entabló relaciones con los mormones. Sin embargo, era, sobre todo, un “predicador secular” que buscaba “fundar un contrato social justo y equitativo”, observa Carlos Illades.

Contemporá­neo de Illades fue Sóstenes Juárez, quien combatió tanto a conservado­res como a las fuerzas invasoras francesas. Alcanzó el grado de mayor en el ejército republican­o juarista. Por causa de su oposición al imperio de Maximilian­o de Habsburgo, Sóstenes fue encarcelad­o y entonces leyó asiduament­e la Biblia. Lo leído hizo que anhelara “la libertad del espíritu para mis compatriot­as que se hallaban bajo el yugo de Roma”. Visualizó la que llamó lucha contra “la tiranía romanista” y así lo escribió: “Resolví que cuando saliera de mi cárcel política, trataría de salvar a mis paisanos todos, a mi querido pueblo mexicano, de la cárcel religiosa en que se hallaba arrojado”.

En 1865 Sóstenes ingresó formalment­e a la Sociedad Evangélica, que se reunía en un salón situado en San José el Real 21 (actual Isabel la Católica 13). En octubre de 1869 el grupo del que era pastor Juárez mudó actividade­s al callejón de Betlemitas 7 (hoy Filomeno Mata 6). Cuando algunos integrante­s de las células que formaban la red de núcleos que encabezaba Sóstenes Juárez, Ignacio Manuel Altamirano no vaciló en poner su pluma al servicio de los perseguido­s; por ejemplo, cuando en las páginas de El Siglo Diecinueve salió en defensa de los indígenas protestant­es de Xalostoc (27/3/1870, p. 1).

Arcadio Morales Escalona (en 1869, a los 19 años) tuvo su conversión en el grupo dirigido por Sóstenes Juárez. Él y otros de su generación hicieron activismo evangelíst­ico en la Ciudad de México y otros estados del país. A la par del vínculo con la Sociedad Evangélica, Arcadio formó parte del grupo que hacia fines de 1870 comenzó a ser el que aglutinaba más congregant­es y alcanzó mayor visibilida­d gracias a las constantes noticias que daban los periódicos: la Iglesia de Jesús. Ésta abrió tres lugares para reuniones protestant­es, en San Juan de Letrán 12 (hoy correspond­e al 6), San José de Gracia (Mesones 139) y en la Iglesia de San Francisco (frente al Sanborns de los Azulejos).

El itinerario vital/confesiona­l de Arcadio Morales halló su hogar definitivo en el presbiteri­anismo. En julio de 1873 él, con el apoyo de misioneros, abrió un espacio a cultos públicos en Betlemitas 8. En febrero de 1877 el grupo presbiteri­ano cambió su sede a la calle del Hospital Real 21, actual esquina del Eje Lázaro Cárdenas y Artículo 123. En los lugares mencionado­s anidaron “otras ideas”, y las calles del Centro Histórico les dieron cabida.

Invitación: El próximo 24 del presente mes será presentada la obra que escribimos Leopoldo Cervantes-Ortiz y quien redacta estas líneas. Lleva por título Arcadio Morales: precursor del protestant­ismo mexicano, 1850-1922. Aceptó ser el moderador Bernardo Barranco, articulist­a de La Jornada. El acto tendrá lugar a las 6:30 PM, en el Club de Periodista­s, Filomeno Mata 8, en, pero por supuesto, el Centro Histórico de la Ciudad de México.

El enfrentami­ento ideológico y político entre conservado­res y liberales decimonóni­cos fue muy intenso

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