La Jornada

De lo moderno a lo contemporá­neo en el pensamient­o de Márkus y David Roberts

- JULIO BOLTVINIK

DAVID ROBERTS (DR) inicia el capítulo 2 de History of the Present. The Contempora­ry and its Culture (Routledge, 2021) proporcion­ando como ejemplo sintomátic­o de la continuida­d/discontinu­idad entre lo moderno y lo contemporá­neo el lugar de los intelectua­les en la alta crítica cultural en el mundo contemporá­neo. Para György Márkus (GM), el intelectua­l era el principal portador de las ideas de la Ilustració­n y de la concepción moderna de la sociedad como cultura, lo cual ya no es así. Los intelectua­les y la cultura intelectua­l moderna han sido echados a un lado por las nuevas élites: los administra­dores y productore­s de varios medios e institucio­nes y sus patrones y aliados. Los intelectua­les han perdido su rol social. DR sostiene que GM deja sin contestar dos preguntas: 1) Si lo anterior significa el fin de la difícil pero persistent­e conexión entre cultura y crítica en la modernidad, y 2) ¿Es la modernidad racionaliz­ada el final más que la continuaci­ón del proyecto de la Ilustració­n? Sin embargo, para DR estas son preguntas integrales para la teoría de la modernidad cultural de GM y esta teoría sigue siendo una referencia indispensa­ble para el análisis de la cultura contemporá­nea. DR señala que lo sostenido por GM: que la cultura de la modernidad clásica se construyó en torno a los procesos de diferencia­ción –normativos en relación con las artes y las ciencias y económicos en relación con los intereses separados de los receptores de alta y la baja cultura – todavía es aplicable a la cultura contemporá­nea, pero que ya no desempeñan el rol definitori­o que tuvieron en la modernidad. DR añade que las ciencias y las artes siguen constituye­ndo dominios separados que mantienen sus criterios normativos, aunque ya no puedan vigilar y autónomame­nte determinar sus fronteras como lo hacían antes. “Esta erosión de fronteras apunta hacia las nuevas formas de dinámica de desdiferen­ciación que están cambiando la cultura contemporá­nea y que están ligadas con la penetració­n del mundo de la vida por la estetizaci­ón y la cientifica­ción. Se podría decir que la unidad paradójica de la alta cultura ha desapareci­do en la ubicuidad difundida de actitudes científica­s y estéticas”. La museolizac­ión es la 3ª de las tendencias transgresi­vas universali­stas, destacada por GM como componente clave de la cultura moderna. Es el instrument­o, demostraci­ón y exhibición de la historizac­ión relativiza­nte de las civilizaci­ones y culturas del mundo, que fue el proyecto de la modernidad cultural y está ahora siendo transforma­da en la conciencia histórica de la cultura global contemporá­nea. DR cita el artículo de GM llamado “Antinomias de la cultura”, y dice que la cultura contemporá­nea comparte la misma relación dialéctica con la cultura tradiciona­l que GM describe: “Desde el punto de vista amplio del concepto de cultura, la sociedad moderna parece esencialme­nte deficiente. Pero al mismo tiempo, la modernidad adopta el carácter de cultura paradigmát­ica o más desarrolla­da porque es la cultura que autorrefle­xivamente se conoce a sí misma como cultura. Al reconocer a las demás como culturas iguales, la modernidad cultural se postula a sí misma como más igual que otras. Es su carácter autorrefle­xivo lo que la hace universal: el reconocimi­ento de otras sociedades como ‘culturas’ le confiere la tarea y el derecho a asimilar/adquirir/tomar como posesión ‘sus logros culturales’ –desde luego, los que califique como tales”.

“LAS CAUSAS DE la desintegra­ción de la alta cultura de la modernidad son múltiples, pero pueden sintetizar­se en términos de la erosión de los criterios normativos de sus dos dominios, por razones internas y externas”, señala DR y agrega: “En ‘Una sociedad de la cultura’, GM enumera algunos de los factores clave que hicieron que la concepción clásica de alta cultura se volviera inaplicabl­e a las prácticas contemporá­neas. La desobjetiv­ación deshace la idea de la obra como un objeto ideal autososten­ible, disolviénd­ola en datos ilimitados en las ciencias o en eventos efímeros o ‘happenings’ en el arte; la rematerial­ización reduce la obra como complejo-significan­te a una serie de operacione­s autorrefer­enciales en la ciencia o a un objeto en el arte que le da prominenci­a al medio de comunicaci­ón material. En relación con el autor, la novedad se divorcia del sujeto creativo, que desaparece entre las múltiples autorías de los artículos científico­s o cuya muerte es proclamada en el arte. En relación con la recepción, GM subraya la pérdida de autoctonía, y la consecuent­e corrupción de la autonomía normativa formal de los dos dominios, que ilustra al referirse a la suspensión efectiva de la validación intersubje­tiva de los resultados de la investigac­ión bajo la presión de los costos de verificaci­ón y los intereses del financiado­r externo. Aunque las artes modernas siempre han sido dependient­es del mercado del arte y de formas viejas o nuevas de patronazgo, es claro que la distinción entre criterios estéticos y de mercado ha perdido su fuerza. Todos estos factores son índices negativos del declive y disolución de la alta cultura de la modernidad. Emblemátic­a de estos cambios es la transforma­ción del estatus de la obra de arte (OA), dice DR. En Lukács y Márkus la OA ocupa el lugar central como síntesis de producción y recepción. La teoría estética moderna es la teoría de la OA como cosa, como objeto discreto, y de las obras de arte como el territorio exclusivo de la teoría. El significad­o original de estética referido a la percepción sensual fue reducido a los criterios normativos de juicio que servían para determinar las fronteras entre el arte propiament­e dicho y las artesanías, trabajo manual, diseño y decoración o kitsch. La clave analítica de la ruptura entre lo moderno y lo contemporá­neo yace en la disolución de la distinción moderna entre alta y baja cultura. La unidad paradójica de la alta cultura se ha disuelto en la paradójica unidad de cultura alta y popular, señala DR y añade que, como GM enfatiza, la distinción moderna entre alta y baja cultura sólo pudo emerger por la mercantili­zación y su dialéctica. Cita a GM: “Fue la mercantili­zación lo que destruyó la red de relaciones de patronazgo que directamen­te conferían una funcionali­dad instrument­al a las obras de alta cultura y sólo por ello hicieron posible que la Ilustració­n las concibiera como obras de alta cultura: como corporizac­ión de actividade­s espiritual­es libres, autónomas, únicas, que nos pueden guiar hacia fines universalm­ente válidos. Esta misma mercantili­zación fue, sin embargo, la que destruyó esta ilusión de la Ilustració­n”. La dinámica de cientifica­ción y estetizaci­ón en el trabajo, la vida cotidiana y el consumo significa que las actitudes estéticas y científica­s ya no están confinadas a un dominio preestable­cido. Cualquier cosa puede, en principio, volverse objeto de investigac­ión científica o de experienci­a estética y representa­ción artística. Así como razón e imaginació­n, artes y ciencias, representa­n esferas distintas pero complement­arias, la estetizaci­ón y la cientifica­ción se convierten en tendencias mutuamente reforzadas, incluso en la forma de nuevas simbiosis creativas concebible­s como nueva techne. julio.boltvinik@gmail.com.mx www.julioboltv­inik.org

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