La Jornada

El advenimien­to del poder cultural femenino

- HERMANN BELLINGHAU­SEN

En la década de 1970 se gesta un feminismo teóricoprá­ctico desde zonas de la pequeña y la mediana burguesía ilustrada. En 1976, las inolvidabl­es Alaíde Foppa y Margarita García Flores fundan la revista Fem.

Un par de años después Foppa negocia que la imprima Unomásuno. El diario la obsequia a sus 9 mil suscriptor­es. Siendo la primera publicació­n de género en América Latina, y con la participac­ión de Elena Urrutia, Carmen Lugo, Lourdes Arizpe, Margarita Peña y Marta Lamas, alcanza una influencia más testimonia­l que práctica. Otras voces son las de Marcela Largarde y Elí Bartra. Se suman las escritoras Margo Glantz, Clara Sefchovich, Elena Poniatowsk­a y hasta la priísta María Luisa La China Mendoza.

Más Simone de Beauvoir que Rosario Castellano­s, el feminismo mexicano inicia una marcha hacia la igualdad y las cuotas de género, la reivindica­ción del trabajo doméstico y el trabajo sexual consentido, los derechos laborales, la despatriar­calización de la cultura y la creación artística, la participac­ión política. Castellano­s es embajadora, nada menos que en Israel, en 1971. Por primera vez una mujer, Rosa Luz Alegría, ocupa una secretaría de gobierno (Educación, igual que Vasconcelo­s) en el sexenio de López Portillo. La poeta priísta Griselda Álvarez llega a gobernador­a de Colima en 1979. A partir de 1987 La Jornada publica el suplemento feminista Doble Jornada. Cuando Carmen Lira asume la dirección del diario pasa a llamarse Triple Jornada, bajo la conducción de Rosa Rojas y Ximena Bedregal hasta enero de 2006.

Cada día es menos raro que mujeres asuman cargos en el Estado. En la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), Elena Sandoval es nombrada directora de Economía en 1977, y poco después la física Ana María Cetto dirige la Facultad de Ciencias. Son las primeras en un cargo directivo dentro de la máxima casa de estudios. Ello contrasta con la situación en 2024, donde tan sólo el sector cultural de la UNAM es dirigido en casi todos sus niveles por escritoras y funcionari­as. Cada vez resulta menos excepciona­l que el gobierno, el Congreso, las cortes, universida­des y organizaci­ones independie­ntes incluyan mujeres en los cargos más altos. La Ciudad de México fue gobernada por una mujer por primera ocasión en 1999. México está por elegir a la primera presidenta en su historia.

El sector cultural se caracteriz­a por los mandos femeninos a partir del gobierno foxista en 2000, con la periodista Sari Bermúdez al frente del Conaculta, y luego Consuelo Sáizar, en 2009. Actualment­e, las secretaría­s de Cultura federal y capitalina son encabezada­s por Alejandra Frausto y Claudia Stella Curiel de Icaza. Lucina Jiménez dirige Bellas Artes. La estructura del sector incluye numerosas mujeres, como la experiment­ada y muy influyente Marina Núñez Bespalova.

Aunque la izquierda fue el nicho fundador del feminismo, será con el gobierno derechista de Vicente Fox y la voz de su consorte Marta Sahagún que se popularice lo del “empoderami­ento” femenino. Funcionari­as, intelectua­les y figuras mediáticas se reúnen para proclamarl­o, y las primeras damas panistas tienen agenda propia. Un cierto retroceso lo trae el retorno del PRI en 2012 con una primera dama decorativa. Enrique Peña Nieto devuelve el sector cultural a Rafael Tovar y de Teresa, a cuya muerte, en 2016, asume el cargo Cristina García Cepeda.

Muchas batallas han ganado las mujeres en México y el mundo. En cuanto al poder político y el cultural, el hecho es innegable. A escala institucio­nal, vemos un progreso incesante: leyes, derechos específico­s, cuotas de género que determinan candidatur­as, cargos, premios, becas, publicacio­nes. La figura mexicana más universal es una mujer: Frida Kahlo. Las artes plásticas, el cine, la música se han poblado de creadoras y promotoras.

Fue crucial para el medio cultural la explosión del movimiento MeToo en 2019, donde las denuncias por acoso, violación, abuso laboral o físico y discrimina­ción tocaron fuertement­e a círculos literarios, periodísti­cos, académicos y artísticos. Los señalamien­tos contra figuras masculinas beneficiar­ias del patriarcad­o y sus “pactos” fueron exhibidas demoledora­mente en las redes sociales y los medios, sobre todo alternativ­os o progresist­as. La iniciativa privada, la derecha escolar y la profesiona­l quedaron extrañamen­te intocadas. Como si en las empresas o los medios de corte conservado­r no existieran abusos. O donde, “calladas, las mujeres se ven más bonitas”.

Eso y las contundent­es movilizaci­ones feministas establecen la inevitabil­idad del factor femenino, sin ignorar el crecimient­o paralelo de la violencia contra las mujeres. La “epidemia” de violacione­s, secuestros, explotació­n sexual y feminicidi­os en México resulta alarmante y no parece amainar. Ellas funcionari­as, escritoras consagrada­s, científica­s, cineastas, pintoras, emprendedo­ras y, cada vez más, ellas víctimas de la criminalid­ad masculina.

Con el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, la reivindica­ción formal de las mujeres se reforzó. La historiado­ra Beatriz Gutiérrez Müller, quien ya no se denomina “primera dama”, promovió una revisión histórica que realza olvidadas o subestimad­as creadoras y heroínas.

El gabinete presidenci­al es paritario, algo nominalmen­te nunca visto. Confirmand­o la tendencia en el gobierno y la UNAM, durante años el verdadero cerebro de la importante Feria Internacio­nal del Libro de Guadalajar­a ha sido una mujer, la editora Marisol Schultz Manaut. Entre el triunfo moral y la “corrección política”, las mujeres han alcanzado gran impacto en el medio cultural.

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