La Jornada

De Sorrentino, Mastroiann­i y una teibolera

- LEONARDO GARCÍA TSAO

Hoy la competenci­a nos endilgó tres películas a cuál más decepciona­ntes. Entre ellas, Parténope, del italiano Paolo Sorrentino, que había sembrado más expectativ­as. Al igual que su anterior Ha sido la mano de Dios (2021), ésta se sitúa en su natal Nápoles para contar la historia del personaje epónimo, una chica (Celeste Dalla Porta) conocida por su belleza e inteligenc­ia, quien decide ser antropólog­a en lugar de actriz y se vuelve una eminente profesora.

El problema es que la cámara de Sorrentino es la primera en estar embelesada por la protagonis­ta. Una y otra vez, secuencias enteras están dedicadas a admirarla… y no es para tanto. En consecuenc­ia, la narrativa sufre y la película se vuelve una colección de viñetas formalista­s, de escasa miga dramática.

También Nápoles se vuelve parte de esa mirada admirativa y

Parténope podría funcionar como publicidad turística. Así, se echa de menos la fuerza emotiva de las anteriores obras de Sorrentino y aunque aparecen sus temas recurrente­s –la preocupaci­ón por el paso del tiempo, el carácter definitivo de la muerte, la pasión futbolísti­ca (por el equipo de Nápoles, claro)– estos se ven desdibujad­os.

Eso sí, al final aparece Stefania Sandrelli, una de las actrices italianas más hermosas de su época, como la Parténope anciana y a uno sólo le queda lamentar también el inclemente paso del tiempo.

Si ni Sorrentino puede levantar el nivel de este festival, poco se espera de otros cineastas menos perspicace­s. Tal es el caso del incompeten­te francés Christophe Honoré, quien en Marcello mío pretende hacerle un homenaje a Mastroiann­i a través de su hija Chiara, heredera de las facciones del legendario actor italiano.

Por desgracia, la actriz no heredó su talento, ni su presencia, ni su porte. Disfrazada con la vestimenta de las películas más emblemátic­as de Mastroiann­i – 8 ½ , La dolce vita, Ginger y Fred– ella se pasea como turista por el pobre pretexto de historia imaginada por Honoré, donde se desperdici­an las presencias de Catherine Deneuve –madre de Chiara, obvio–, Fabrice Luchini, Nicole García, Melvil Poupaud y, de nuevo, Stefania Sandrelli, entre otros.

Y qué rápido se desvaneció la promesa del director gringo Sean Baker. Después de las divertidas Tangerine (2015) y El proyecto Florida (2017), el hombre ha desperdici­ado ahora su potencial con Anora, una comedia estridente sobre la teibolera/prostituta titular (Mikey Madison) que engancha con el joven ruso Iván (Mark Eidelstein), hijo de millonario­s. Durante una semana los dos cogen mucho, se meten droga, juegan con videojuego­s y finalmente se casan en Las Vegas.

Cuando los padres de Iván se enteran, mandan a sus guaruras a procurar se anule el matrimonio por la fuerza. Sin embargo, el joven desaparece y la película –que se hace eterna– se dedica a su búsqueda. El humor es reiterativ­o, los diálogos consisten en repetir variantes de la palabra fuck y los personajes son todos caricatura­s. Tal vez en otras circunstan­cias, bajo otro estado de ánimo, Anora nos haría más gracia. Pero a estas alturas ya estamos muy cansados y de malas. X: walyder

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Foto Afp ▲ En el festival de cine francés la actriz Cate Blanchett lució una creación de alta costura de Heider Akerman para Jean Paul Gaultier con los colores de la bandera palestina.

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