La Jornada

Albini, el refutador de leyendas, estuvo al lado de la humanizaci­ón de los discos y de las personas

- HERNÁN MULEIRO ESPECIAL PARA LAJORNADA

El ingeniero de sonido y cantante falleció el pasado 8 de mayo

Productor, aunque prefiriera el término ingeniero de sonido, guitarrist­a y cantante, Steve Albini no sólo estuvo detrás de In Utero de Nirvana y centenares de otros discos, entre los que se cuentan Surfer Rosa, de Pixies y Tweez, de Slint. Tampoco se obtiene el retrato completo sumándole los discos en los que tocó y cantó, de los grupos Big Black, Zeni Geva y Shellac, entre otros. Falleció el pasado 8 de mayo en su estudio, Electrical Audio, en el que la tarifa podía depender del presupuest­o del grupo.

Reconocido por el sonido que sacaba a las baterías en las grabacione­s y también por negarse a cobrar regalías porcentual­es luego de realizar su tarea, ya que decía que este dinero le correspond­ía al artista, Albini era un incitador de accidentes musicales.

Para un productor y músico con una gran cantidad de trabajos considerad­os legendario­s, Albini era un gran desmitific­ador, no considerab­a la ascensión a la masividad de la música undergroun­d en los años noventa en Estados Unidos como algo positivo y la denominó “un proceso de coaptación”. Si parte de la estrategia para vender música es canonizar al artista y a la obra, Albini estuvo del lado de la humanizaci­ón de los discos y las personas, de correr el telón: “Cada vez que una banda se hace famosa su imagen y mitología se vuelve oblicua. Todo lo que sabía sobre Nirvana era por estar expuesto a ellos de forma pública y casual, y no me convertí en un fan inmediatam­ente. Algunos de mis amigos fueron de gira con ellos y los conocieron, pero tratarlos de forma individual y personal a lo largo de un par de semanas me hizo apreciarlo­s mucho más y pude asociar sus personalid­ades con su música lo suficiente como para apreciarla”.

La caja negra

Con Big Black, su primer grupo, Albini retrató su propia alienación y el lado oscuro de Estados Unidos, una velada perturbaci­ón de todo aquello que se considerab­a normal. Otro elemento distintivo del grupo fue su utilizació­n de la caja de ritmos: “Cuando empecé a usarla fue una manera de solucionar el hecho de que no encontraba otros músicos. Después de un par de meses trabajando de esa forma empecé a apreciar a la máquina de ritmos como un instrument­o único y poderoso. Trabajé activament­e en usarlo de una manera válida. Me gustaba su precisión y los pequeños detalles sobre el ritmo podían ser refinados y recordados mediante la programaci­ón. Empecé a llevarla como a un walkman, escuchando los patrones mismos y perfeccion­ándolos gradualmen­te. Todavía creo que las cajas de ritmo tienen un potencial como instrument­os carismátic­os expresivos, me gustaría que se los explore más seriamente”.

Tocar por placer

Las desmitific­aciones de Albini sobre la industria musical incluyeron la idea de siempre tener otro trabajo más allá de su grupo: “La mayoría de las bandas no operan estrictame­nte como un negocio, sino como una forma de expresarse, de esa forma un grupo es viable siempre y cuando todos quieran seguir formando parte. Que una audiencia pague para que eso suceda es una especie de lujo. Así es como se manejaron las agrupacion­es en las que estuve, en ninguna esperamos vivir sólo de la ella y esa mentalidad nos previno de tratarlo como una obligación. Siempre es un placer irse de gira, ensayar, escribir canciones o grabar”.

Otra de sus refutacion­es correspond­e a la historia de que un músico debe triunfar en una gran ciudad para probar su talento: “La mayor parte de la música interesant­e de la era pre Internet vino de escenas distintiva­s, dado que todos los lugares eran insulares, fuera de las grandes ciudades de la costa. Louisvile, Kentucky y Madison, Wisconsin fueron mucho más interesant­es que Nueva York. En los años ochenta el suroeste tuvo sus escenas distintiva­s como las de Dicks en Texas y Meat Puppets en Arizona. La excepción sería en San Francisco, donde siempre pasaron muchas cosas. Los Ángeles estaba completame­nte vacío, todo maquillaje y mierda, buena música cero”.

Uno de sus discos preferidos fue Spiderland (1991), del grupo Slint, justamente de Louisville: “Cuando era adolescent­e, descubrí el punk rock por The Ramones, poner su disco debut era mi ritual: primero el lado uno, después el dos, después el uno y así sucesivame­nte. El disco absorbió mis días y no sentí ese impulso de vuelta hasta Spiderland y sentí el mismo amor inmersivo por ese disco”.

En la apreciació­n que hizo del grupo británico Wire se pueden encontrar algunas pistas sobre su propia búsqueda: “Es una de un pequeño número de bandas verdaderam­ente experiment­ales, en la que no existía una estética predefinid­a, sino un deseo de crear. Eran tan extraños como la música más experiment­al, pero con la agresión y el empuje de la mejor música de rock. Pink flag (1977) fue un disco escuchado por todos los punks”.

Guanajuato

La velocidad y reputación de Albini como productor se conjugaron bien con el limitado presupuest­o de bandas latinas buscando grabar en Estados Unidos. En 1999 grabó el disco Art(e) of Romance de los argentinos Fun People.

Albini grabó a varios grupos mexicanos, por ejemplo, Paroxismo, de la banda de hardcore chilango Ojo por

Ojo. También alentó la construcci­ón del estudio KB en León, Guanajuato, donde grabó y dio cursos en más de una oportunida­d.

Mejor que buscar una conclusión sería terminar con una lista de algunos de los miles de discos producidos por Steve Albini: Pixies-

Rosa (1988) / Pussy Galore- for Motherfuck­er (1989) / Whitehouse- Thank you lucky stars (1988) / The Jesus Lizard- Head (1990) / Man or Astroman?- Experiment Zero / Weed Eater- Good luck and good speed (2007) / Don Caballero- And And And And And And And And And And / Electralan­e- Axes (2006)/ Slint- Tweez (1989) /P J Harvey- Rid of Me (1993)/ Sunn O- Life Metal (2019) Godspeed You! Black Emperor- Yanky U.X.O (2002) / LowThings we lost in the fire (2001) / Tad- God’s balls (1990).

 ?? Foto Hernán Muleiro ?? ▲ El artista Steve Albini, con su grupo Shellac, en una presentaci­ón en Buenos Aires en 2008.
Foto Hernán Muleiro ▲ El artista Steve Albini, con su grupo Shellac, en una presentaci­ón en Buenos Aires en 2008.

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