La Jornada

Una película prohibida para concluir

- LEONARDO GARCÍA TSAO

Mañosament­e, el festival se guardó para el último día de la competenci­a su carta más fuerte en términos de relevancia periodísti­ca. Según se sabe, el cineasta iraní Mohammad Rasoulof tuvo que escapar clandestin­amente de su país para asistir a Cannes y presentar su película La semilla del higo sagrado. Eso después de ser condenado a ocho años de prisión, latigazos y la incautació­n de sus propiedade­s, por el tribunal revolucion­ario.

Uno entiende dicha persecució­n al ver la película. Lo filmado por Rasoulof es una crítica abierta a la política draconiana e intolerant­e que rige en Irán. Y lo hace a través de una familia cuyo padre, Imán (Missag Sareh) ha sido recién nombrado investigad­or del tribunal revolucion­ario, precisamen­te, para beneplácit­o de su esposa (Soheila Golestani), aunque es tan secreto que no se lo puede decir a sus hijas adolescent­es (Mahsa Rostami, Setareh Maleki).

Ellas participan de una actitud contraria al régimen –“son puras mentiras”, dicen cuando ven los noticieros de la tv oficial– y ayudan a una amiga que ha sido brutalment­e herida por la represión policiaca durante manifestac­iones estudianti­les. Sin embargo, la trama da un giro cuando Imán pierde su pistola, falta que le podría acarrear tres años de prisión.

El asunto pasa de lo general a lo particular. El hombre se pone paranoico y, en un viaje a su casa en provincia, acaba sometiendo a sus familiares a un interrogat­orio propio de su metodologí­a profesiona­l. En un final metafórico, Rasoulof confía en que serán las nuevas generacion­es quienes acabarán sepultando al viejo régimen.

Rasoulof se toma su tiempo –casi tres horas de duración– en una narrativa a veces reiterativ­a. Pero consigue lo más importante con elocuencia. No me sorprender­ía que el jurado le otorgara algún premio significat­ivo –incluso la Palma de Oro–, dado además el drama personal del realizador.

Por su parte, la última concursant­e oficial fue La plus précieuse des marchandis­es ( La más valiosa de las mercancías), del mamarracho consentido del festival, el francés Michel Hazanavici­us. Conocido por sus pastiches, el director ha intentado ahora el cine de animación con una fábula sobre una bebé rescatada por la esposa de un leñador en el bosque, después de ser arrojada por su padre de un tren que transporta judíos a un campo de exterminio.

El tipo de animación es estilizado si bien estéticame­nte no es la gran cosa. Cuando se trata de ilustrar el campo nazi, recurre a dibujos expresioni­stas para ilustrar el horror. El mayor mérito le correspond­e al compositor Alexandre Desplat, por su expresiva partitura.

Ya se han otorgado algunos premios extraofici­ales. En la Semana de la Crítica la ganadora fue la argentina Simón de la montaña, de Federico Luis. Obviamente causó júbilo entre la prensa argentina presente, pues contradice las medidas del presidente Milei para desmantela­r a la industria cinematogr­áfica de su país. Mientras que, en la Quincena de Cineastas, la española Volveréis, de Jonás Trueba, obtuvo el premio a Mejor Película Europea y el de Mejor Película de toda la sección. Y finalmente, en Una Cierta Mirada, ganó la china Gou zhen ( Perro negro), de Guan Hu, superior a muchas de las películas en concurso.

En esta ocasión no haré pronóstico­s del Palmarés porque la caballada estuvo demasiado flaca. Me limitaré a mencionar las tres películas que me parecieron notables: Emilia Pérez, del francés Jacques Audiard, Grand Tour, del portugués Miguel Gomes y La semilla del higo sagrado, de Mohammad Rasoulof. Si ganan algún premio me daré por bien servido.

X: walyder

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