El peligroso péndulo
No podría amar a un hijo homosexual. Prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que ande con un bigotón por ahí…”, palabras de un presidente que está a punto de terminar su mandato. Jair Bolsonaro las pronunció en 2018 en plena campaña electoral. Y vienen a cuenta porque este martes, sin mención expresa del mandatario brasileño, Andrés Manuel López Obrador nos hizo recordarlas. Tras ser cuestionado sobre ataques a la comunidad LGBTQ+ en las últimas semanas respondió:“El conservadurismo — ofrezco disculpa por insistir— son pero muy autoritarios, en este aspecto y en otros. Son partidarios de razzias, no respetan la diversidad sexual. Ésa es una característica del conservadurismo, requieren de mucha educación (...) Hay dirigentes a nivel mundial que se han atrevido a declarar que ellos no aceptarían a un hijo homosexual, imagínense el atraso de ese pensamiento conservador…”. Muy bien el Presidente aquí, un mensaje de inclusión en un contexto particular, donde el entendimiento de las libertades se observa en peligro ante la aparición de movimientos radicalizados hasta la derecha más rígida.
Justo hace unos días, otro Bolsonaro llegó a nuestro país para ser parte de algo llamado Conferencia de Acción Política Conservadora, un evento organizado por el otrora actor y cantante Eduardo Verástegui, quien desde hace varios años se ha incorporado en la vida política en México y EUA. El evento realizado en un hotel de Santa Fe, en CDMX, además del hijo del presidente brasileño, que llegó con discurso de fraude electoral, tuvo como exponentes a otros personajes de reputación sumamente cuestionable: Steve Bannon, exasesor de Donald Trump, recién condenado a cuatro meses de prisión por su negativa a colaborar en la investigación que realiza el Congreso de EUA sobre el asalto a Capitolio, así como Santiago Abascal, presidente del partido ultraconservador Vox, de España, quien en su mensaje hizo este llamado: “Es muy importante que los conservadores de todo el mundo nos juntemos, trabajemos, hagamos estrategias conjuntas, frente a la ofensiva de socialistas y comunistas, que está terminando con las democracias, con las libertades de las personas, a ambos lados del Atlántico…”.
Hace poco más de un año, la presencia de Abascal en México, a invitación de un legislador de Acción Nacional, levantó polémica. Vox es un partido que desde su creación ha causado escándalo, con propuestas de política pública que no apelan a las libertades, propuso tutelas para adolescentes con embarazos no deseados con el fin de convencerlas de no abortar; también quería prohibir que el derecho a decidir y la diversidad sexual fueran temas prohibidos en las escuelas; además, pretendía la creación de protocolos para identificar a migrantes ilegales, para expulsarlos de España.
Son ideas muy similares a las que Donald Trump y otros líderes globales han buscado convertir en agenda activa. La Corte Suprema en EUA, conformada ya con tres jueces ultraconservadores nominados por el expresidente, avaló la anulación del fallo Roe vs. Wade con el que se echó atrás el derecho de una mujer para acceder a un aborto, por ejemplo. Y claro está que Trump también fue parte del evento conservador en territorio mexicano: “Es muy importante que los conservadores de todo el hemisferio nos unamos para defender a Dios, la familia y la patria (...) Debemos detener el avance del socialismo, y simplemente no permitirle que continúe arrasando con la región o nuestra tierra…”, afirmó en un mensaje videograbado.
El retroceso en libertades alcanzadas desde luego que es un riesgo cuando aparecen y se reconfiguran movimientos de la derecha más extrema. México vive hoy un momento de vida pública sumamente complicado, pero el movimiento pendular no nos debe llevar al otro extremo de la radicalización.