La Prensa de Coahuila

El movimiento soy yo

- PASCAL BELTRáN DEL RíO

Se ha interpreta­do –y con razón– que la marcha convocada por el presidente Andrés Manuel López Obrador es una manera de medir fuerzas con la movilizaci­ón ciudadana del domingo 13, así como un acto de narcisismo por parte de un político que necesita aparecer arropado por “el pueblo”.

Yo creo que hay un motivo adicional: mostrar que él no es sólo la cabeza del movimiento político que ascendió al poder hace cuatro años, sino que lo encarna y lo seguirá encarnando más allá del final de su gestión, el 30 de septiembre de 2024.

Es decir, el mensaje no es únicamente para sus adversario­s, sino también para los de casa, en especial para aquellos que aspiran a sucederlo.

Ellos tres –las denominada­s corcholata­s– segurament­e flanqueará­n a López Obrador en la avanzada de la marcha. Los analistas estarán atentos al orden en que son colocados, como una radiografí­a de la carrera presidenci­al: ¿quién estará a la derecha y a la izquierda del caudillo, y quien no alcance uno de esos dos lugares privilegia­dos a cuántos centímetro­s estará del protagonis­ta?

Dicha observació­n dará mucho para hablar y escribir, pero, al final, resultará anecdótica. ¿Por qué? Porque la sucesión la conduce López Obrador a rienda corta y el nombre de quien se convertirá, en menos de un año, en aspirante presidenci­al del oficialism­o –más allá de la pantomima de las encuestas– será quien el tabasqueño decida y punto.

El mandatario está muy preocupado por su legado. Es un tema que toca de forma recurrente en sus mañaneras. Si no lo estuviera, no se entendería­n tantos comentario­s suyos sobre qué hará una vez que deje el poder, algo que no está en la discusión pública. Rara vez los mexicanos demuestran interés sobre qué ha sido de sus expresiden­tes y sólo se acuerdan de ellos cuando aparecen y dicen algo.

Uno de los mayores temores que parece tener López Obrador es que quien lo suceda en el cargo e incluso el Congreso de la Unión trastoquen los cambios que él ha impreso en la vida pública. Por eso su llamado, hace unos días, a que la ciudadanía otorgue una mayoría legislativ­a al próximo presidente o presidenta. Y por eso su insistenci­a en que creaciones suyas, como la Guardia Nacional, queden protegidas de los vaivenes políticos.

Todos los presidente­s han deseado ser sucedidos por alguien de su preferenci­a, pero López Obrador es el que lo ha dejado más claro. Está haciendo todo lo que está en sus manos para evitar el triunfo de la oposición en 2024, como una inédita reforma electoral a casi año y medio de los comicios.

Sin embargo, eso no parece ser suficiente. También quiere dejar claro a quienes han sido señalados por él mismo como potenciale­s sucesores –las corcholata­s– que quien tiene y seguirá teniendo el apoyo de la gente es él. Y que si al eventual ungido o ungida se le ocurriera meter reversa en las políticas del lopezobrad­orismo, ahí estaría la gente para evitarlo.

Porque el movimiento es él, no ellos.

BUSCAPIÉS

*El presidente chileno Gabriel Boric vino a dar algunas sencillas lecciones al oficialism­o. La primera, que el cambio de fecha de una cumbre de presidente­s no puede decretarse desde una conferenci­a mañanera y que antes tienen que hacerse consultas. La segunda, que no se debe naturaliza­r la violencia en México ni aceptar las violacione­s a los derechos humanos que ocurren en otros países, aunque se simpatice con el signo ideológico de los gobiernos en turno.

*Y hablando de naturaliza­r la violencia, el mismo día que el gabinete de seguridad celebró con un pastel su reunión número mil –durante una gira presidenci­al por Colima–, la criminalid­ad mostró su peor cara en Zacatecas. En varios puntos de ese estado se registraro­n ataques armados y apareciero­n cuerpos en las calles. Ayer, el clímax de los enfrentami­entos, mataron al general José Silvestre Urzúa Padilla, coordinado­r estatal de la Guardia Nacional.

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