Querido Chabelo
¿Cómo te diriges a un niño que acaba de morir? ¿Cómo me despido de ti? No puedo. Tú no eres un adulto mayor como don Ignacio López Tarso o una señora hermosa como Rebecca Jones.
Tú eres un niño, el niño de México, nuestro niño interior. Ahora sé lo que sienten los padres cuando pierden a un hijo. Tu muerte es la muerte de nuestra infancia. Tu muerte pega donde ninguna otra había pegado.
Por eso todos te amamos tanto. Tú no eras un personaje del mundo del espectáculo, tú era una parte fundamental de nuestro imaginario colectivo, nuestro “cuate”.
Por eso, aunque llevabas años sin salir a cuadro, todo el tiempo aparecías en las redes sociales en voz de los chicos más jóvenes del país.
Porque eras nuestro como sólo lo han sido figuras del tamaño de Cantinflas y La India María. La diferencia, insisto, y esto no se debe de olvidar jamás, es que tú eras un niño.
Hablo específicamente de Cantinflas y La India María porque tú, como ellos, no eras Xavier López, eras Chabelo.
Y a quien veíamos en las películas y en los programas de televisión era a ti, al niño de la voz chistosa. Te veíamos actuando, cantando, bailando y conduciendo en una suerte de multiverso donde don Xavier actuaba a un niño que actuaba, que cantaba, que bailaba o que conducía.
El que se ganaba el corazón de las multitudes eras tú, pero el que brillaba era él. ¡Eso es talento! Han sido pocos, realmente muy pocos, los actores que han conseguido algo así.
Han sido pocos, realmente muy pocos, insisto, los actores lo suficientemente humildes como para sacrificar su vanidad y permitir que su obra sea la que hable por ellos.
Por supuesto que sé que hoy tenemos muchos casos de inmensas estrellas que han construido queridísimos personajes infantiles, pero que a nadie se le olvide que el primero fuiste tú.
Y tú no sólo fuiste humilde, fuiste chistoso y valiente. No te voy a aburrir contándote mis recuerdos, repitiéndote lo que todo el mundo te está diciendo o recordándote las veces que tuve el honor de entrevistarte en radio, en televisión o en aquella revista tan bonita que te hicimos a manera de homenaje en Somos.
Quiero recordarle al mundo que ser chistoso es ser inteligente y que tú fuiste más que eso, fuiste sabio. Me lo contaste para Canal 22. ¿Te acuerdas?
Por increíble que suene, tú nunca fuiste un artista exclusivo de Televisa. Odiabas las exclusividades.
¿Por qué? Porque a finales de los años 60, cuando las que mandaban eran las marcas y no las televisoras, tú firmaste una exclusividad con una muy poderosa marca refresquera y eso casi acabó con tu carrera.
Por eso hay un hueco antes de que comenzaras a hacer “En familia”, porque esa gente te contrató para tenerte, no para aprovecharte.
Terminaste tan mal que te juraste que nunca más le ibas a firmar una exclusividad a nadie y así fue. En la mismísima Televisa de Emilio Azcárraga Milmo tú fuiste libre como lo son los muchachos de hoy.
La gente no lo recuerda o no lo sabe, pero tu programa se manejaba diferente a los demás. Tú eras el dueño de “En familia”. Tenías un acuerdo insólito con la empresa que te permitía comercializarlo. Tú lo vendías. Por eso muchos de tus patrocinadores sólo se anunciaban contigo y con nadie más.
Y conforme las leyes fueron cambiando, tú te fuiste reinventando. Al principio anunciabas cuentos y golosinas. ¡Al final vendías garrafones de agua purificada! ¡Y lo hacías bien!
Por eso te digo que eras inteligente y valiente. Eras el mejor, el “amigo de todos los niños”. De todos los niños… como tú.
¿Cómo te diriges a un niño que acaba de morir? ¿Cómo me despido de ti? No puedo, Chabelo. Es demasiado el dolor, tan grande como el amor que nos diste, tan grande como el amor que te tenemos.
Hablo en presente porque el amor no muere y ése aquí está, ése aquí estará por siempre como tu hermoso recuerdo.
Como sabes, tuve el privilegio de estar entre el público en la grabación del último de tus programas. Todos nos pusimos de pie y te ovacionamos cuando te despediste. Fue un momento histórico.
Hoy me vuelvo a poner de pie y a aplaudirte con la misma fuerza como en aquel entonces. ¡Te amo mucho, Chabelo! ¡Tuviste una gran vida! ¡Tuviste una gran carrera! ¡Gracias por todo! ¡Gracias por tanto! Descansa en paz.. “cuate”.