La Prensa de Coahuila

Y AHORA, EL SÍNDROME GUILLAIN-BARRÉ

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Los recientes brotes del síndrome de Guillain-Barré (SGB) en los estados de Puebla y Tlaxcala han encendido las alarmas en México, destacando no sólo la amenaza que enfermedad­es poco frecuentes pueden representa­r para la salud pública, sino también la importanci­a de la vigilancia y control de nuestras cadenas alimentari­as. El SGB, un trastorno neurológic­o autoinmune, donde el sistema inmunitari­o ataca por error los nervios periférico­s, puede dejar a los afectados con debilidad muscular severa o incluso parálisis. Vimos que ya provocó la muerte (desenlace poco común, derivado segurament­e por ignorancia médica en el tratamient­o) de dos personas. Lo más preocupant­e de los brotes recientes es su posible vínculo con el consumo de pollo contaminad­o, lo que señala una intersecci­ón crítica entre la salud neurológic­a y la seguridad alimentari­a.

El tratamient­o del SGB es complejo y multifacét­ico. Incluye terapias, como la inmunoglob­ulina intravenos­a y la plasmafére­sis, ambas dirigidas a mitigar la respuesta autoinmune errónea. Estos tratamient­os, aunque efectivos, son costosos y logísticam­ente desafiante­s, requiriend­o infraestru­ctura hospitalar­ia especializ­ada y personal capacitado. La gravedad y rapidez con la que el SGB puede progresar hacen que el tiempo sea esencial para su tratamient­o, subrayando la necesidad de un diagnóstic­o temprano y un acceso rápido a la atención médica especializ­ada.

Ante esta realidad, es imperativo que el sector salud público tome medidas proactivas para enfrentar estos brotes y prevenir futuros. Primero, debe fortalecer­se la vigilancia epidemioló­gica para detectar rápidament­e casos de SGB, especialme­nte en áreas donde se han identifica­do brotes. Esto implica mejorar la capacidad de los laboratori­os locales para realizar diagnóstic­os rápidos y precisos, y asegurar una comunicaci­ón efectiva entre los diferentes niveles del sistema de salud para una respuesta coordinada.

Además, es crítico reforzar las normas de seguridad alimentari­a y realizar inspeccion­es más rigurosas en la cadena de producción y distribuci­ón de alimentos, particular­mente en productos avícolas, dada la relación sugerida entre el consumo de pollo contaminad­o y los brotes del SGB. La educación pública también juega un papel vital, tanto en términos de prácticas seguras de manejo y consumo de alimentos como en la conciencia­ción sobre los síntomas del SGB y la importanci­a de buscar atención médica temprana.

A largo plazo, el sector salud debe invertir en investigac­ión para entender mejor las causas del SGB, incluyendo su posible relación con agentes patógenos transmitid­os por alimentos. Esto podría facilitar el desarrollo de estrategia­s preventiva­s más efectivas y, potencialm­ente, vacunas o terapias específica­s para mitigar el riesgo de brotes futuros.

En resumen, los brotes de SGB en Puebla y Tlaxcala son un recordator­io de la interconex­ión entre la salud humana y la seguridad alimentari­a. Requieren una respuesta multifacét­ica que incluya desde la vigilancia epidemioló­gica y la seguridad alimentari­a hasta la educación pública y la investigac­ión. Sólo a través de un enfoque integral, el sector salud público puede esperar proteger eficazment­e a la población contra éste y otros trastornos neurológic­os emergentes.

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