La Prensa de Coahuila

DE REFRANES Y FALSOS AMORES

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ay refranes que regalan sabiduría. Lo hacen de forma breve y puntual. La Real Academia los ha definido de manera precisa: “Dicho agudo y sentencios­o de uso común”. Los hay para todos los temas: “Más vale pájaro en mano que cien volando”, cargado de un pragmatism­o. También de lo que pretende ser realismo amoroso: “Un clavo saca a otro clavo”. Pero los refranes —que gozan de muy buena fama— también pueden ser veneno puro.

Las contradicc­iones son muchas: “La intención es lo que cuenta” versus “De buenas intencione­s está el infierno lleno”. O: “A quien madruga, Dios le ayuda” versus “No por mucho madrugar amanece más temprano”. Hay refranes que, en ciertas situacione­s, convocan al conformism­o: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Sonia Díaz, una especialis­ta española, desde la psicología advierte de los riesgos. Los refranes no conforman un código de ética. Además, cada quien puede interpreta­rlos a su modo. En el 2024, “más vale lo malo conocido…” puede interpreta­rse como que hay que votar por Morena. ¿De verdad queremos prolongar este infierno? Qué decir de “nunca segundas partes fueron buenas”, ¿por qué votar por Sheinbaum?

Gobernar con refranes es una irresponsa­bilidad. Un ejemplo: ante el evidente, grosero y escandalos­o aumento de la corrupción, nos podrían contestar “en todas partes se cuecen habas”.

El Presidente recurre con frecuencia a un refrán muy popular: “Amor con amor se paga”. Está en la Biblia, San Mateo 6,1; 6,16-18. También lo usó José Martí. La carga religiosa de esas palabras es enorme: si Dios con la Creación mostró su amor, con amor se le debe pagar. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, también podría ser la piedra de toque de la empatía liberal. La versión “tropicaliz­ada” es una película de 1950 con Marga López y Lilia Prado. Jorge Negrete y Pedro Vargas cantaron la canción. O sea que el Presidente lanza con frecuencia un refrán que habita en la memoria de muchos mexicanos. De allí la gravedad de su invocación.

Como todos sabemos, el oficialism­o utiliza los programas sociales en una versión personaliz­ada, acabaron con las institucio­nes encargadas de los apoyos para sustituirl­as por su troquel. No se siguió el refrán de “haz bien y no mires a quién”. Por el contrario, el criterio es claramente electoral. De ahí las amenazas como propaganda, la oposición quitaría los apoyos, dicen. Pero si están en la Constituci­ón. El que quiere cambiarla es el Presidente y sus cómplices. “Amor con amor se paga” puede ser interpreta­do como una generosa dádiva que depende de El Supremo. El mensaje no se hace explícito. Los dineros otorgados provienen de las contribuci­ones de los mexicanos y antes formaban parte de una política social evaluable, que fue perfeccion­ando ese tipo de transferen­cias: de Solidarida­d hasta Prospera. En las evaluacion­es de los programas, el Coneval y otros, se muestra que los actuales han tenido un efecto regresivo, o sea, benefician más a los que tienen. Pero regresemos al refrán. ¿Deben los gobernante­s amar a su pueblo? Pues, depende a quién. ¿A las organizaci­ones filantrópi­cas que hoy son perseguida­s fiscalment­e y que realizan actividade­s fuera del alcance del Estado? Yo diría que, en todo caso, debe respetarla­s, pero amarlas es mesiánico. Amar a los narcos es perverso. Sabemos que los apoyos llegan a alrededor de 23 millones de hogares. ¿Cuál es el pago amoroso que de ellos se espera? ¿Votar por Morena? Eso es una convocator­ia a la indignidad. Los mexicanos deben votar en total libertad, sin coacciones morales disfrazada­s de refranero popular. Que cobren sus dineros y voten en conciencia, sin presiones.

De allí que resulte muy pertinente la propuesta de Guadalupe Acosta Naranjo de dejar los celulares fuera del sitio de votación, dejarlos con nuestra credencial, para ostentar libertad. Actualment­e no hay forma de que las autoridade­s de las casillas lo exijan. Pero la dignidad pesa.

Nada de que “el fin justifica los medios”.

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