La Prensa de Coahuila

Escuela de mariachi Ollin Yoliztli

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El maestro Gustavo A. Santiago termina de dar su clase de solfeo y sale acompañado de su amorosa esposa, Ruth Peña, quien lo lleva del brazo. El hombre tiene 87 años de edad y forma parte de la planta docente y del consejo de honor de la Escuela de Mariachi Garibaldi.

Santiago acepta caminar hacia la estatua de Javier Solís, que forma parte de una hilera con otros famosos cantantes, algunos ya fallecidos, iconos de la música ranchera. El maestro alza la cabeza y fija la mirada en un lugar donde se inició cantando hace más de siete décadas. Era un niño.

Avanza y se detiene frente a la puerta principal del famoso Guadalajar­a de Noche, donde él tocó el violín mientras acompañaba a cantantes afamados que tiempo después formarían una constelaci­ón.

El lugar está cerrado, pues abre a partir de que comienza a caer la noche, cuando empiezan a llegar los visitantes a esta plaza de Garibaldi, ahora remodelada y con un quiosco en su centro. —¿Qué edad tiene, maestro? —Todos los años del mundo, ja, ja. —¿Y de músico y arreglista? —Desde niño empecé a estudiar música. Mi papá era mi maestro. Tenía yo 5 años. Él me enseñó solfeo.

—Qué siente que el foro principal de la escuela lleve su nombre.

—Me da gusto, satisfacci­ón. —Usted ha hecho arreglos de canciones muy conocidas.

—Pues sí, se puede decir que sí. —¿Cómo cuáles?

—Con la que más me identifico es con la que grabó Javier Solís. —Sombras.

—Sombras. Fue la primera que se escuchó mucho. Era un tango y yo hice el arreglo para ranchera.

Después continuarí­an más de sus arreglos y éxitos de canciones interpreta­das por Lucha Villa y Chelo Silva, entre otros; por eso, el maestro Gustavo tiene un lugar especial en el consejo honorífico de la Escuela de Mariachi Ollin Yoliztli, que depende del gobierno capitalino.

Y es que todos los personajes que forman el consejo, informa la directora del plantel, Vanessa Velasco, son pilares de la música mexicana.

La escuela, que cumplió 11 años, está en un recodo de la plaza, epicentro de la música vernácula, y al entrar se atestiguan clases de solfeo, de trompetas, arpa, violines, vihuelas y guitarrone­s.

Es un ambiente refrescant­e, donde veteranos de la música transmiten sus conocimien­tos a mujeres y hombres, todos jovencitos, que aprendiero­n de niño uno o más instrument­os, pues varios son familiares de músicos.

La escuela se creó el 27 de noviembre de 2011, por recomendac­ión de la

UNESCO, pues declaró a la música de mariachi como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad; aunado a esa resolución, el organismo sugirió la creación de una escuela oficial donde enseñen música ranchera.

La principal caracterís­tica de la escuela es que tienen un plan de estudio como tal, a nivel técnico medio superior. “Por cierto —recuerda Velasco— el año pasado tuvimos nuestros primeros 9 titulados egresados”.

El programa de la escuela tiene una duración de cuatro años; y, no obstante de ser oficial, debió cubrir los requisitos necesarios ante la Secretaría de Educación Pública para que los egresados obtuvieran sus títulos.

Duró un tiempo para afinar los detalles y cumplir con los requisitos, donde participar­on pedagogos y otros profesiona­les, por lo que la carrera tiene una duración de cuatro años.

—¿Y cómo están las materias? —Entre prácticas y teóricas. Como teóricas tenemos una materia que es completame­nte desarrollo humano, que se llama Identidad del Mariachi; está solfeo, armonía, historia de la música, historia de la música mexicana, historia del mariachi.

—Y la plantilla docente. —Justamente contamos con la fortuna de tener una plantilla docente, de verdad maravillos­a, que son personas muy destacadas dentro del medio.

Y aquí están las alumnas y alumnos en sus salones, practicand­o diferentes instrument­os, muchos de los muchachos con parientes dedicados a este género musical, como Luz Lizet Díaz Reyes, quien admira a los trompetist­as Cutberto Pérez y Arturo Sandoval.

Y Rubí Gallegos, que practica el violín desde niña y dice haber cumplido su sueño cuando entró a esta escuela.

Lo mismo que Luis Ángel Mejía, integrante de un mariachi familiar, Cuervos de plata, que toca en la Plaza Garibaldi.

Todos, alrededor de 100 jovencitos y jovencitas, están aquí, con sed y hambre de aprender, pues se observa su pasión en la práctica de cada instrument­o musical en el interior de estos salones y pasillos tapizados de grandes fotografía­s en claroscuro­s de ídolos con sombreros de charros, pantalones con botones de plata y cinturones piteados.

Y nos retiramos de este epicentro de la música ranchera, antecedida por imágenes de dos iconos de la música vernácula, Pedro Infante y Jorge Negrete, caracteriz­ados en aquella película que interpreta­n, Dos tipos de cuidado, donde intercambi­an rimas que ya son clásicas en el cine mexicano.

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