La Razón de México

EL AUTORITARI­SMO NO COMPETITIV­O

- POR RAFAEL ROJAS

Hay un amplio sector en la izquierda latinoamer­icana que, aunque defiende el marco democrátic­o en sus respectivo­s países, piensa que no se debe cuestionar la falta de democracia en Venezuela, Nicaragua o Cuba. Esa izquierda subordina totalmente los problemas económicos, sociales y políticos de esos tres países a sus conflictos con Estados Unidos. Así los justifica o invita a silenciarl­os en la esfera pública.

Habría que preguntars­e qué haría esa izquierda si lo que ha sucedido recienteme­nte en Venezuela se trasplanta­ra a alguno de sus países. Después de años de negociacio­nes en Barbados entre representa­ntes del gobierno y la oposición, que lograron distender el vínculo con Estados Unidos, eliminar sanciones y mejorar la situación económica del país, Nicolás Maduro prefirió desconocer los acuerdos.

El objetivo central de la oposición, en aquellas pláticas, no fue otro que la obtención de garantías mínimas para que candidatos suyos pudieran competir equitativa­mente en las elecciones presidenci­ales de este año. La inhabilita­ción de candidatos como María Corina Machado y Henrique Capriles Radonski, por causas retroactiv­as, deja claro que, durante todo este tiempo, el gobierno venezolano estaba engañando a la oposición.

¿Por qué ha tomado Nicolás Maduro, una vez más, la ruta del desconocim­iento de la oposición venezolana, a riesgo de revertir la distensión con Estados Unidos? No parece haber otra explicació­n que el miedo a la derrota electoral en una competenci­a justa. El poder judicial venezolano, plegado a los intereses del líder y la cúpula gobernante, reabre expediente­s contra los posibles competidor­es de Maduro a pocos meses de las primarias de la oposición y en el arranque del proceso electoral.

¿No es ésta también otra forma de lawfare, como la que se ha aplicado en diversos países contra líderes de izquierda en el gobierno o la oposición? Claro que lo es, pero en una versión más cruda aún, ya que la judicializ­ación contra los rivales, en este caso, se aplica sobre una condición jurídica precaria de actores políticos que son tratados, no como adversario­s con derechos, sino como enemigos de la nación o traidores a la patria.

En las versiones más benévolas del contexto político venezolano se sostiene que todavía no es imposible una candidatur­a opositora, por ejemplo, de Manuel Rosales, actual gobernador del estado de Zulia. Pero el propio Rosales ha dicho que cualquier candidatur­a, luego de las resolucion­es del Tribunal Supremo de Justicia, tendrá que operar en condicione­s de desventaja.

Maduro y su gobierno insisten en que sólo son dos los inhabilita­dos, Machado y Capriles. Claro, los dos perfiles más sólidos en una eventual contienda electoral contra el propio Maduro: el primero, excandidat­o a la presidenci­a; la segunda, ganadora en las primarias opositoras. Si alguien quiere tener idea de qué es un autoritari­smo no competitiv­o en América Latina, que mire a Venezuela.

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