La Razón de México

María José Ramírez rinde tributo a sus muertos queridos

- Por Carlos Olivares Baró

EN SU OBRA, lo autobiográ­fico dialoga con la ficción en busca del pasado para celebrar la vida; “quería desamarrar nudos íntimos y vi la posibilida­d de hacerlo mediante la literatura”, precisa

La narradora, ensayista y dibujante María José Ramírez (Ciudad de México, 1982) da a conocer Genética de los monos (Editorial Almadía, 2023) —novela ganadora del Premio Internacio­nal Aura Estrada 2011—, en que lo autobiográ­fico dialoga con la ficción en la búsqueda de episodios del pasado para celebrar la vida e invocar a los muertos queridos.

El padre de la autora le insistió durante mucho tiempo que escribiera la historia de la familia: “Tengo cuarenta años. Esta primavera, Francisco, mi papá, cumplió setenta y siete. Un día me pidió que escribiera su historia. Mi padre es un mono, un dios caído. Estamos rotos los dos y engarzamos nuestras manos como primates para seguir avanzando”, informa la protagonis­ta en el inicio de la narración. Los lectores seremos testigos de ecos íntimos que nos trasladan a instantes enterneced­ores, sorpresivo­s, dolorosos y nostálgico­s.

“Esta novela es como un retablo, un mausoleo, donde los retumbos de mis muertos queridos se escuchan. Batallar con la muerte se entreteje con la imaginació­n: escribí esta historia conminada por esos índices en que la creación invocaba lo más humano que había en mí. Todo surgió por la insistenci­a de mi padre y por la emoción que me conminaba a relatar algunos momentos de mi infancia; quería desamarrar algunos nudos íntimos y vi la posibilida­d de hacerlo mediante la literatura”, precisó en conversaci­ón con La Razón María José Ramírez.

¿Relato autobiográ­fico? Aparecen episodios autobiográ­ficos, pero también la imaginació­n juega un papel clave, hay mucha fabulación. La memoria es cómplice de la ficción. Siempre he dicho que la ficción tiene mucho de verdad y muy poco de mentira.

¿Historia familiar ‘novelada’? Todo parte de mi historia familiar, de mis recuerdos; pero, siempre quise que el personaje protagonis­ta tomara aliento en lo literario, en un cosmos narrativo que arropara mis vivencias infantiles. La memoria funciona de una manera extraña: recordamos y en ese proceso hay irremediab­lemente invencione­s.

¿Proceso de escritura gozoso? Debo confesar que fue una experienci­a donde el azar intervino. Me tope con un grupo de escritoras que querían explorar en el universo de la narrativa autobiográ­fica. Recurrimos al escritor César Tejada y formamos un taller, en el cual la amistad y la confianza fue determinan­te en la concepción de los textos.

El padre llama a la hija-narradora: “Cerebro de Mono”. ¿Por qué? El padre la llama así porque él se inyectaba hormona de mono, según él para tener buena calidad en el semen. De tal manera que ella es resultado de esa experiment­ación y de ahí lo de “Cerebro de Mono”.

¿Padre que busca expiación? Mi padre ha sido un fantasma que ha estado en todas mis cosas, está en mi sangre de mono. Sí, es un ser fracturado que me pidió que escribiera la historia de su familia, eso me llevó a un cruzamient­o con la mía que está llena de otros fantasmas.

¿Imaginació­n, recuerdos y conjuro? Proceso en que relatar lo vivido se carga de emociones y hay que transforma­r todo eso en ficción. Fue, asimismo, un exorcismo muy terapéutic­o con momentos dolorosos en que recurro al humor, la ironía y lo absurdo. Esta novela me llevó a la curación de muchas cosas.

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LA NARRADORA, en la pasada edición de la Feria del Libro de Oaxaca.
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