La Razón de México

Escasez de agua crea pleitos, otros hábitos...

- Por Yulia Bonilla

EN ECATEPEC, problema oscila entre desperdici­o del líquido, falta de lluvias y retención con fines electorale­s y económicos; vecinos compran desechable­s para no ensuciar trastes

La falta de agua ha llevado a que la dinámica dentro de las zonas urbanas se modifique, lo que ha derivado en cambios de hábitos de sus habitantes, pero también en conflictos entre vecinos.

Con dos o tres horas de sueño, doña Luz, un ama de casa sexagenari­a, se levanta diario entre las 3:00 y 4:00 horas, toma el primer suéter que encuentra y sale a prisa por la puerta de la cocina para llegar al extremo más bajo de su patio, donde encuentra la manguera igual que el día anterior: sin una gota de agua.

EL BANCO MUNDIAL estima que para el 2030 la disponibil­idad promedio anual per cápita del agua en México descienda a menos de 3 mil metros cúbicos por habitante al año.

Lo seco del tubo hizo del orificio un lugar adecuado para una araña que, en una de esas amanecidas, asomó sus largas patas por la salida de la llave y la mujer arrojó la manguera, que cayó sobre un epazote quebradizo y amarillent­o que también padece la escasez del líquido.

Todavía en la primera semana de enero, a media madrugada, el agua llegaba a baja presión a las colonias ecatepense­s que están en la falda de la Sierra de Guadalupe, en el Estado de México.

Allí, la gente se había visto en la disyuntiva de llegar temprano a su trabajo en la capital del país o demorarse para apartar un poco de agua, entre quejas, por no tener el suministro en un momento menos inoportuno y en mayor cantidad.

Pasó casi un mes y ya ni eso reciben. Ahora, el tambo de 200 litros, que apenas si alcanza para lo indispensa­ble, pasó de costar 150 a 200 pesos por su llenado. Sólo al que le alcanza lo puede pagar.

El problema se enfrenta entre culpas, acusacione­s y teorías: los vecinos que siempre desperdici­an el agua; la falta de lluvias que ha dejado al sistema Cutzamala a menos de la mitad de su capacidad, o la retención del recurso con motivos electorale­s, pero también económicos.

El 1 de febrero, residentes de las colonias San Cristóbal Centro, Tierra Blanca y Vista Hermosa, bloquearon la avenida Insurgente­s, en el centro del quinto municipio más poblado del país: Ecatepec, habitado por 1.6 millones de personas.

“Fuera Vilchis y su negocio de pipas… Sin agua no hay calidad de vida”, se leía en una manta de protesta, en la que se acusaba al presidente municipal, Fernando Vilchis, de ser el responsabl­e de la falta de este recurso y de la explotació­n de pozos.

Y es que en colonias de esta demarcació­n y cercanas al Metro Ciudad Azteca, los vecinos, casi a diario, son testigos de la misma escena: una pipa que se carga de una toma pública ante los ojos de policías que pasan y con quienes intercambi­an un chiflido como saludo, según constató este diario.

Son las mismas que por las tardes y noches serpentean a paso lento por las calles del municipio, vendiendo el agua en las zonas más afectadas y donde las pipas del Sistema de Agua Potable, Alcantaril­lado y Saneamient­o del Municipio de Ecatepec (Sapase) tampoco se ven.

Apenas el 2 de febrero, una de éstas circuló por la colonia Guadalupe Victoria, donde el chofer de la unidad racionó el agua entre los vecinos, que de inmediato salieron a la calle para detenerla. Una vez vacía, el hombre prometió volver para entregar más a quienes faltaron y, para asegurarse de que esto sucediera, un habitante se quedó con una de las mangueras, que más tarde devolvió.

“El agua es bendita”, repite doña Marcela cada vez que habla del tema. Hace dos semanas, la mujer se peleó con el hombre que vive a siete casas de distancia y con quien a diario intercambi­aba los buenos días y un “Dios lo bendiga”.

Pero un martes eso cambió. El señor, confiado en la amplia cisterna que construyó hace casi 30 años, lavó su camioneta a manguerazo­s, mientras ella regresaba en un triciclo con cuatro botes de agua que fue a comprar a la colonia de a lado, en una presumible toma clandestin­a.

“No, qué poca ma… tiene usted. ¿No ve que ya no tenemos?”, dijo doña Marcela a mitad de la discusión. “Pero para eso yo tengo mi cisterna; si usted no tiene, no es mi culpa, no tiene que andar mentándome la madre”, le respondió el vecino.

Y mientras la población se adapta a la nueva circunstan­cia, doña Luz busca alternativ­as para sobrevivir. En su hogar, el agua potable que compraron sólo se utiliza para lavar la ropa y bañarse.

De lavar los trastes hace mucho no se habla. Siguió el consejo que le dio otra de sus vecinas: comprar platos y vasos desechable­s que su familia utiliza más de una vez, para además aminorar la culpa de generar más basura y contaminac­ión.

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VASOS y platos de unicel han tenido una mayor demanda ante la falta de agua.

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