UN HABITANTE DE LOS MÁRGENES JORGE AGUILAR MORA
Conversé en un par de ocasiones, grabadora de por medio, con Jorge Aguilar Mora (19462024). La primera en 1985, a propósito de sus novelas
(1971) y
(1979), ubicando esta última como una de las más destacadas en el largo ciclo de la “novela del 68”. La segunda entrevista fue en 1990, cuando apareció
Antes de la pandemia me topé con él (en Plaza Universidad) y planeamos un tercer encuentro, que nunca se dio. Sé que estaba metido en un proyecto extenso: narrar desde lo intelectual y cultural el siglo XIX, del que se han publicado un par de títulos —2015, Premio Xavier Villaurrutia— y
—2018—, dedicados a 1799 y 1800, uno; 1801 y 1802, el otro), cuya realización final hubiera implicado la hechura (a lo Francisco Tario) de unos cincuenta libros. ¿Dejó uno o dos más concluidos? No lo sé.
Se le ha descrito en estos días como un autor polémico, y lo es más bien por causar la polémica, no por participar en ella. Su primer papel protagónico lo tuvo al publicar
(1978), que generó malos ambientes a su alrededor, desde el lado del personaje al que se refería su estudio (en realidad se trató de un sano ejercicio crítico en torno de la obra ensayística de Paz) y también de la parte (lo que se conocía entonces como el grupo de Carlos Monsiváis) a la que él creía pertenecer… situación que fue determinante a la hora de decidir su exilio en Estados Unidos, donde vivió y murió. Quizá por esta experiencia algunos de sus deseos, en la segunda entrevista que tuve con él, fueron estos: “Ojalá que crezcan los grupos, que se acaben las mafias, que no sofoquen a la gente, que no hagan siervos de posibles buenos escritores, que no los castren”.
La otra polémica se generó al publicar el relato
(1982), que abría la serie fotográfica Memoria y Olvido, coedición de la SEP y Martín Casillas, libro que incomodó a las autoridades y fue retirado (y al parecer destruido) junto con de Sara Sefchovich, para reaparecer meses más tarde sin los sellos de la SEP.
Mas estos dos momentos no definen a Jorge Aguilar Mora, cuya obra a contracorriente de la sociedad literaria mexicana es amplia y profunda, pero acaso hay aún una suerte de “cerco de silencio” alrededor de ella, o una incomodidad que se ha quedado como inercia y de la que es indispensable rescatarlo. Lo importante sería tener al alcance la mayor parte de sus libros, pues pocos han logrado la reimpresión. Lo que él hizo con Nellie Campobello y Rafael F. Muñoz habría que hacerlo con Jorge Aguilar Mora.
fue una respuesta a la muerte de su hermano David, quien se había alistado en la guerrilla en Guatemala. Me contó en la primera conversación: “En esa época mis referencias literarias, aquello en lo que me podía apoyar o que sentía como contemporáneo de lo que estaba haciendo, eran las novelas de José Agustín y Gustavo Sainz; desde el punto de vista de lo que quería narrar, o que me había sucedido, lo que más se parecía eran sus novelas. Pero no compartía el gusto de ellos por el lenguaje hablado, tenía muchas reticencias por el lenguaje hablado, su