La Razón de México

COMERCIO CLIENTELAR

- POR EL DUENDE

Oficialmen­te comenzaron las campañas electorale­s y además de la “spotiza” que nos vamos a tener que chutar con las promesas falsas de los políticos chapulines, los próximos meses también serán usados por las y los aspirantes, así como por administra­ciones públicas —aunque lo nieguen— para acarrear lo más que se pueda de futuros votos.

En este sentido, el comercio informal es una mina de oro, un gran buffet de sufragios de los que se alimenta la maquinaria electoral de todos los partidos políticos. Le cuento un caso.

Helena es una persona con ceguera adquirida hace 10 años. Entre las actividade­s que pudo realizar para sobrevivir con su familia fue la de vender productos a precios accesibles en los pasillos del Transporte Colectivo Metro.

Mediante un programa de empleo exitoso, 300 mujeres y hombres con alguna discapacid­ad fueron colocados en los pasillos de algunas estaciones para que pudieran vender aguas, palanqueta­s y dulces.

Además de estas tarimas con espacios perfectame­nte delimitado­s, fueron beneficiad­os para que pudieran trabajar en salas de masaje y se les contemplar­on lugares para cantar o tocar música.

Así, desde hace 14 años este programa de reordenami­ento para dignificar la calidad de vida de familias con discapacid­ad se convirtió en un éxito.

Pero, pero, peroooooo, apenas llegan las elecciones y, como le digo, cualquier comerciant­e o espacio para comerciar es bueno y significa un beneficio para un político o alguna administra­ción.

Es por eso que, desde hace unos meses, comerciant­es sin discapacid­ad llegaron también al subterráne­o para convertir en un tianguis los pasillos de este transporte y para generar a las personas con alguna discapacid­ad una competenci­a desleal y ventajosa.

En poco tiempo, unos 600 comerciant­es, segurament­e de alguna agrupación con cara de clientela política, llegaron a expandirse a sus anchas, incluso obstruyend­o las guías para personas invidentes.

Y mientras a las personas con discapacid­ad se les tiene prohibido incluso gritar para ofrecer una botella de agua a 10 pesos, a estos comerciant­es se les permite que se extiendan a placer.

Además de abusiva, esta situación es discrimina­toria para quienes pese a su discapacid­ad trabajan todos los días para llevar un sustento a sus familias; muchos de ellos son padres y madres que no tienen otro modo de subsistir más que el de poder vender una botella de agua o un dulce a quien transita por el subterráne­o.

En el baúl. Me cuentan mis fuentes en las cloacas del INE, que las representa­ciones de los partidos oficialist­as se pasean muy seguido por los pasillos del instituto, donde se encuentran las oficinas de las y los consejeros electorale­s, sobre todo, por el lado del edificio donde está la presidenci­a del organismo. No quiero pensar mal, pero curiosamen­te en los últimos dictámenes sobre fiscalizac­ión, es curiosamen­te a los partidos en el Gobierno a quienes más se les perdonan multas millonaria­s. ¡Oh lá lá!

Basta por hoy, pero el próximo lunes… regresarée­eeeeeee!

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