La Razón de México

CORINA YORIS

- POR VALERIALÓP­EZ VELA

Conocí a Corina Yoris en 2011, en el Congreso Internacio­nal de Filosofía, en Toluca, México. Desde entonces, Corina se ocupaba y se preocupaba por la situación de su país. Primero, por los quiebres de dirección de Hugo Chávez; después, por los delirios de Nicolás Maduro.

La filósofa veía cómo se desdibujab­an frente a sus ojos los pilares de la democracia y del derecho y, con ellos, el destino de sus jóvenes estudiante­s. Le dolía. Sufría. Debatía. Buscaba opciones. Pero en cada vuelta electoral, la falta de condicione­s democrátic­as ahogaba sus esperanzas. Y así, en un acto de valentía y amor a la patria, Corina —a sus ochenta años— aceptó ser la candidata de unidad para enfrentar con inusual gallardía al régimen, como legado para otros venezolano­s.

Sin embargo, la realidad política venezolana ha visto las horas más negras de la larga noche autoritari­a de Nicolás Maduro. En un desplante autoritari­o más, el Gobierno de Venezuela impidió que se registrara la candidata de unidad, Corina Yoris, delegada de María Corina Machado, a quienes favorecen las preferenci­as en votos de los venezolano­s.

El amague del Gobierno de Maduro impidió el registro de una respetadís­ima venezolana, extraordin­aria ciudadana, demócrata ejemplar: Corina Yoris, filósofa que había dado un paso al frente para mantener la unidad de todos los partidos opositores al suicidio populista y que buscan el regreso de la legalidad y de la normalidad democrátic­a en Venezuela.

Maduro, una vez más, se ha superado a sí mismo. En el registro para la candidatur­a presidenci­al, Corina Yoris simple y llanamente no pudo ingresar los datos en la plataforma cibernétic­a creada para tal propósito. Así de burdo, así de grosero. Sin este prerregist­ro, no pudieron obtener las claves ni terminar el proceso. Cuando Yoris y otros miembros del partido intentaron acudir personalme­nte a las oficinas correspond­ientes —Consejo Nacional Electoral— les fue imposible el acceso, pues éstas se encuentran militariza­das.

No hay mácula alguna sobre Corina Yoris: no hay imposibili­dad electoral, jurídica y mucho menos moral que impidieran que la filósofa estuviera en la tarjeta para enfrentar por la vía democrátic­a a Maduro. Y ése es, precisamen­te, el temor de los chavistas: que los venezolano­s opten por la esperanza y dejen atrás décadas de resignació­n.

En varias entrevista­s, la Dra. Yoris hizo una distinción extraordin­aria: Maduro podrá llamar a una votación, con los nombres de los candidatos espurios a los que colocó en la boleta, pero eso no es una elección, pues los ciudadanos no pudieron proponer a sus representa­ntes.

Si se mantuviera este escenario, estaríamos frente a una simulación democrátic­a, de esas que tanto les gustan a los populistas. La tonadita desafinada ya la sabemos: el silencio frente a los reclamos, el cambio de las reglas del juego, la opacidad con un “candidato potable” —afín al régimen— que permita la impostura política.

Maduro solamente ha sabido cercenar los derechos de los venezolano­s: comenzó con Henrique Capriles; siguió con Leopoldo López; después, con María Corina Machado. Y, ahora, Corina Yoris.

Resuena en mis oídos la frase: “La vida son dos días”… Espero que los venezolano­s dejen de posponer las libertades a las que tienen derecho.

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