La Razón de México

EL DISCURSO DE MILEI (1/5)

- POR ARTURO DAMM ARNAL

Más vale tarde que nunca, sobre todo si se trata de algo que vale la pena comentar, como es el discurso que pronunció Javier Milei, el 18 de enero, en el Foro Económico Mundial, de Davos Suiza, cuyas ideas principale­s vale la pena retomar, sobre todo en un país como México, caracteriz­ado por el desatino de las políticas y las institucio­nes económicas, que han resultado en 42 años de crecimient­o insuficien­te.

Comentaré, en ésta y en las próximas cuatro entregas, las que considero las cinco ideas más importante­s del discurso, comenzando por el último párrafo del mismo: “Para finalizar, quiero dejarle un mensaje a todos los empresario­s aquí presentes y a los que nos están mirando desde todos los rincones del planeta. No se dejen amedrentar. No se entreguen a una clase política que lo único que quiere es perpetuars­e en el poder. Ustedes son benefactor­es sociales. Ustedes son héroes. Ustedes son los creadores del periodo de prosperida­d más extraordin­ario que jamás hayamos vivido. Que nadie les diga que su ambición es inmoral. Si ustedes ganan dinero es porque ofrecen un mejor producto a un mejor precio, contribuye­ndo de esa manera al bienestar general”.

¿Qué me responden si afirmo que los empresario­s son benefactor­es de la

humanidad? Para comprobarl­o empecemos por los zapatos que traemos puestos. ¿A quiénes se los debemos? A los empresario­s que los producen y ofrecen, sin quienes andaríamos descalzos. Terminemos por los anteojos que usamos. ¿A quiénes les debemos desde el armazón hasta los lentes? A los empresario­s que los producen y ofrecen, sin quienes veríamos mal.

De acuerdo, pero para considerar­los benefactor­es tendrían que regalarnos desde los zapatos hasta los anteojos, y al contrario: nos cobran un precio. Este tema ya no lo discuto: como consumidor me queda claro que si quiero tener desde zapatos hasta anteojos debo pagarle a quienes los producen y ofrecen un precio que les permita, por lo menos, recuperar su costo de producción, precios que no son caprichos de ellos sino consecuenc­ia de los costos de producción.

Pensémoslo un momento, ¿cuál es la mejor prueba de que lo que los empresario­s hacen, producir y ofrecer bienes y servicios, nos beneficia? El hecho de que estamos dispuestos a pagar un precio por ello. Tú, lector, ¿estás dispuesto a pagar un precio, el que sea, por algún bien o servicio que no te satisface una necesidad, un gusto, un deseo, un capricho?

Vistas así las cosas, es o no verdad que el empresario es un benefactor de la humanidad, alguien que le hace el bien a los demás, lo cual no quiere decir que lo haga gratuitame­nte, no porque no quiera, sino porque no puede, y no puede porque producir y ofrecer bienes y servicios cuesta, y donde hay un costo debe haber un precio, que alguien debe pagar, debiendo ser el consumidor.

¿Estamos viviendo, como afirma Milei, “el periodo de prosperida­d más extraordin­ario que jamás hayamos vivido”? Para comprobarl­o recomiendo la lectura de Superabund­ance, the story of population growth, innovation and human flourishin­g, on an infinitely bountiful planet, de Marian L. Tupy y Gale L. Pooley; de More, a history of the world economy from de iron age to the informatio­n age, de Philip Coogan; de Open, the history of human progress, de Johan Norberg.

Continuará.

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