El Ramadán muestra el rostro del Marruecos más tolerante
Cada vez es más común ver a locales romper el ayuno en las grandes ciudades
Cuando se trata de definir por comparación lo distintivo del islam practicado en Marruecos frente al importado, al ejercicio le acompañan a menudo adjetivos como popular, tolerante, moderno e independiente. A propósito del rito malequita, predominante en Marruecos, escribía el periodista Mehdi Michbal en el último número de la revista mensual «Zamane»: «Una suerte de pragmatismo y realismo religioso explican la longevidad de este dogma que, unido a una mística sufí, ha construido un ‘islam marroquí’ calificado de ‘moderno’ y de ‘corriente del justo medio,’ y de ahí su poder actual como útil de defensa contra las ideologías salafistas importadas de Oriente e instrumento diplomático de primer orden».
Uno de los principales hitos del calendario musulmán es el Ramadán, que, como el resto de los países islámicos, los marroquíes celebran estos días (y hasta el 8-10 de abril). Durante un mes, los musulmanes de Marruecos están obligados a abstenerse de comer y beber –además de otras prácticas como mantener relaciones sexuales o fumar– durante el día. No existen encuestas sobre cuántos marroquíes no cumplen con el precepto en privado o en público. Difícil es saber si los números van en aumento o al contraburguesa rio los últimos años.
Sí puede percibirse, asumiendo las grandes diferencias sociológicas existentes entre las grandes ciudades y el mundo rural, una mayor tolerancia pública hacia quienes en el uso de su libertad comen o beben en lugares públicos sin que nadie se escandalice u ofenda y acabe llamándoles la atención o incluso denunciándolos ante las autoridades. Como otras tantas otras cosas en este país, mucho de lo que la ley prohíbe la sociedad lo tolera siempre que se haga con discreción. La cuestión es no llamar la atención.
Durante años, la avanzadilla lo fueron las cadenas internacionales de restauración, del McDonald’s al Starbucks, auténticas embajadas de la libertad religiosa durante el mes sagrado. Al margen de la población foránea, es ya habitual ver a jóvenes marroquíes trabajar con sus ordenadores ayudándose de un café XL en vaso de cartón o disfrutar de una ham
El Código Penal aún castiga con hasta seis meses de cárcel romper el ayuno en lugares públicos
con patatas fritas a plena luz del día sin que nadie les afeé el gesto. Además, es también cada vez más habitual que establecimientos públicos como cafeterías o restaurantes sirvan a extranjeros en veladores públicos y no necesariamente en lugares turísticos o emplazamientos escondidos o remotos. Al menos es el caso en ciudades como Rabat, Marrakech, Casablanca o Tánger, y más raro en localidades pequeñas.
No es casual que la tendencia avance con los islamistas en la oposición y con un Ejecutivo de corte liberal. Con todo, hace apenas dos años y con estos mismos liberales del RNI al frente del Ejecutivo, medio centenar de jóvenes fueron detenidos en un café de Casablanca por romper públicamente el ayuno en un gesto reivindicativo. El Gabinete presidido por el actual primer ministro, Aziz Akhannouch, justificó la decisión en que «el ejercicio de una libertad no tiene de ninguna manera que ser una provocación a la libertad de los demás». El Código Penal de Marruecos sigue castigando en su artículo 222 con uno a seis meses de prisión y una multa de 200 a 500 dirhams (de 20 a 50 euros) a los musulmanes que «de manera ostentosa rompan el ayuno en lugares públicos».