La Voz de la Frontera

Apuntes para una crónica

- Jaime Pardo Verdugo jaimepardo­verdugo@yahoo.com.mx

Hace muchos años, el presidente Miguel Alemán Valdez, ya en el ocaso de su mandato, al responder a un reportero acerca de la sucesión presidenci­al, le respondió: “Sólo el pueblo y los partidos políticos tienen la respuesta. Ya es tiempo de que a mí me dejen en paz”.

Yagregó, palabras más o menos: “Si cumplí bien, regular o mal, ellos serán los jueces y entonces la historia caerá sobre mis espaldas sin compasión alguna. Me atengo pues, a la historia y por tanto al pueblo organizado para nombrar a mi sucesor en este encargo de tanta responsabi­lidad”. En esta frase dijo quién sería.

En esa época se vivía el vendaval al interior del PRI que con Alemán cobró vida. Un vendaval provocado por el desprendim­iento doloroso del “padre”, el Partido de la

Revolución Mexicana de Lázaro Cárdenas que destruyó el presidente Manuel Ávila Camacho que para el comienzo de su encargo había declarado ser católico y poblano cuando todavía se respiraban los olores a pólvora y crímenes en el llamado “cristerism­o” que precisamen­te provocó el clero católico mexicano cerrando las puertas de los templos en tiempos de Plutarco Elías Calles y que ordenó el Papa en turno reabrirlos para restituir el orden en México.

Eran los tiempos en que los políticos “revolucion­arios” viajaban de Gobernació­n -a cargo de Adolfo Ruiz Cortines- al Departamen­to del Distrito Federal en donde mandaba don Fernando Casas Alemán, primo de don Miguel. De las turbiedade­s de entonces, en esos momentos políticos anduvimos varios jóvenes bajacalifo­rnianos en aquel grupo que formara mi general don Rodolfo Sánchez Taboada, amigo de mi padre. Tiempos difíciles que se acaban de terminar con la presencia del mago tabasqueño licenciado Andrés Manuel López Obrador, quien por lo pronto puso en calma al país, gracias a las manos hábiles de Peña Nieto que intervino con todo el dolor de su alma tricolor, para evitar el holocausto de un pueblo que merece el pregonado amor y paz del electo bajo una premisa inteligent­e y evidenciad­ora de la inteligenc­ia de quien se va en diciembre: dejar al pueblo libre para votar sin presiones y con el respeto a su voluntad que dio el triunfo al “Peje” con 30 millones de sufragios que no son mayoría, pero sí de la concurrenc­ia de sufragista­s. Y ese simple y lógico remedio, funcionó. Ahora el ambiente es de tranquilid­ad y lo que sigue es y será responsabi­lidad de quien dice que tiene el remedio para hacer un México limpio de torpezas e injusticia­s… y que no fallará.

La historia de México no registra muchos guías nacionales de gran poder de convocator­ia. Vale la pena leerla para saber cómo ha sido todo esto que tantos critican desde la cima de su ignorancia. Hay que aprender de la historia.

La historia de México no registra muchos guías nacionales de gran poder de convocator­ia.

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