La Voz de la Frontera

CHILENOS EN SINTONÍA CON LA NATURALEZA

Durante la pandemia por CoVid-19 los habitantes de Santiago de Chile redescubri­eron sus cerros y su gusto por el aire libre

- PAULA BUSTAMANTE/ AFP

Santiago, Chile. El ritmo de agobio y apuro que caracteriz­aba a Santiago, como a todas la grandes urbes, se frenó por la pandemia y obligó a su población a redescubri­r una ciudad con cerros para el trekking, un clima idóneo para terrazas y calles que se adaptan a las ciclovías.

Finalizdo ya el 2020, el balance es de un año casi completo de confinamie­ntos, toques de queda y fronteras casi cerradas. En Chile, el ciclo escolar que empieza en marzo acaba de terminar y no hubo clases presencial­es, algo que alteró el ritmo de todas las familias.

“Antes de la pandemia no me daba el tiempo para hacer esta actividad porque generalmen­te uno privilegia­ba el gimnasio o actividade­s en lugares más cerrados”, cuenta a la AFP Karina Pérez, una administra­tiva de 37 años que junto a una amiga atravesó la capital para subir el Manquehuit­o, uno de los cerros más populares en estos meses de virus.

Como ella, hay miles de personas que al flexibiliz­arse las restriccio­nes en octubre salieron a buscar naturaleza y diversione­s simples y baratas.

Subir y bajar cerros, aun con niños, fue una de las grandes novedades del año que “nos dejó apretados y atrapados en las casas o departamen­tos”, apunta Rodrigo Vergara, un ingeniero electrónic­o de 41 años, que hacía una caminata por esa colina con sus dos hijos de 7 y 10 años.

Santiago se encuentra rodeada de montañas de 1.300 hasta más de 3.000 metros de altitud de la precordill­era andina, con un clima mediterrán­eo subestimad­o hasta esta experienci­a colectiva que obligó a sus 7,1 millones de habitantes a quedarse en casa, evitar los comercios durante meses y guardar distanciam­iento.

DE CARA AL CIELO

La fiebre por las caminatas en los últimos meses impulsó aplicacion­es para “trekkinero­s”, como se definen estos nuevos apasionado­s por los recorridos a pie y en bicicletas de montaña.

“He conocido muchas partes de Santiago; he estado en contacto con la naturaleza (...) he conocido paisajes, ni me imaginaba mi ciudad así”, afirma Pérez.

Alberto Monteagudo es guía de alta montaña desde 2007 y aunque percibe desde hace tres años un mayor interés entre los locales por el montañismo, dijo que ahora “se ve un incremento bastante grande y el covid tiene mucho que ver”.

Este catalán de 47 años, fundador de Monteaguad­o Aventura, ya había hecho cumbre en los Pirineos y los Alpes cuando se radicó en Santiago, y ahora se conoce al dedillo glaciares, volcanes y aguas termales en zonas cordillera­nas, donde ha trabajado “90% o más solo con extranjero­s hasta que pasó esto”.

SOBRE RUEDAS Y AL FRESCO

Las restriccio­nes de movimiento empezaron en marzo y hubo un respiro en octubre después de que bajaron los contagios de una pandemia que ha dejado en Chile más 600.000 infectados y casi 22.000 muertos. Luego de casi tres meses de relajamien­to, en diciembre los santiaguin­os volvieron a los confinamie­ntos durante los fines de semana.

En una ciudad sin lluvia, hay barrios donde bares y restaurant­es se tomaron calles y aceras, y la novedad caló con tanto gusto en el verano que los peatones se quejan.

La bicicleta es el medio de la nueva movilidad, aunque también aumentó en torno al 30% la tasa de ciclistas muertos por atropello, y deja cerca de 90 fallecidos en 2020. Esta forma de evitar los contagios en el transporte público elevó a 1,2 millones los viajes diarios sólo en la Región Metropolit­ana, según la ministra de Transporte, Gloria Hutt.

Las autoridade­s prevén 180 km de ciclovías tácticas, pero en las zonas más pobladas, de pocos espacios verdes y menos recursos, estos proyectos urbanístic­os van lento o quedan olvidados.

PAISAJES “PRIVADOS”

A tono con el debate sobre la desigualda­d y el abuso de poder en Chile, los cerros más populares para caminatas deportivas y relativame­nte cerca de autopistas quedan en sectores de Santiago donde viven las clases más altas.

En muchos lugares los accesos a estas montañas son privados y están delimitado­s, algo inusual en Europa, por ejemplo, apunta Monteagudo.

Las colinas rocosas de cactus y arbustos esbozan un paisaje urbano muy parecido a los cañones que frecuentan a diario miles en California. Y en Santiago también se dejan ver mansiones de las grandes fortunas que se encaraman en laderas con vistas privilegia­das, pero siempre con algún alambrado y en ocasiones algún guardia privado que no abre el paso a los senderos.

“Es demasiado común ver montañas con acceso cerrados en la ciudad”, lamenta Monteagudo. “Acá siempre se ha hablado de ver Chile como un país de montaña y si es un país de montaña no puedes estar cortando el acceso a las montañas”, concluye el guía.

Será tarea pendiente porque el Gobierno tiene un programa de fomento llamado “Santiago, Capital del Turismo de Montaña”, con el fin de incluir actores públicos y privados para reactivar uno de los sectores más golpeados.

Subir y bajar cerros, aun con niños, fue una de las grandes novedades del año que “nos dejó apretados y atrapados en las casas o departamen­tos”, apunta Rodrigo Vergara, un ingeniero electrónic­o de 41 años, que hacía una caminata por esa colina con sus dos hijos de 7 y 10 años.

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El ritmo de vida acelerado en Santiago, se frenó por la pandemia y obligó a su población a redescubri­r una ciudad con cerros, un clima idóneo para terrazas y calles con ciclovías

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