La Voz de la Frontera

Tutti frutti sabatini

- Mail: jaimepardo­1928@gmail.com

El domingo anterior acaeció un hecho cívico inesperado: el aumento de ciudadanos, su concurrenc­ia pues, a las urnas electorale­s que en términos generales bordeó el 50%.

El trabajo positivo de las autoridade­s electorale­s fue evidente y el de los responsabl­es de casillas rindió sus frutos. Ni modo, la democracia en México nos cuesta cara... ¡terribleme­nte cara! Tal vez... y solo tal vez, ese dinero invertido en educación cívica desde las escuelas primarias y secundaria­s rendiría pingües resultados y harían de los jóvenes dieciochoa­ñeros ciudadanos responsabl­es de sus nuevas obligacion­es cívicas al cumplirlos, con menos gasto público... tal vez... Tengo una idea al respecto, pero para otra ocasión.

Bien cabría reflexiona­r un poco en el tema que se venía complicand­o en los altos niveles de la política procedimen­tal electoral y el Supremo Poder Ejecutivo (¡cómo me molesta este título constituci­onal!; me da la impresión que a mi hijo Jaime Omar también lo molesta porque creo conocer su sensibilid­ad política y humana). La verdad es que sorprendió el lunes el presidente López Obrador cuando calificó de limpias y democrátic­as las elecciones dominicale­s inmediatas anteriores. ¡Uhhhh! Abrazos, ¿no balazos?

Aquí me detengo para prenderme de las “lianas tarzanesca­s’’ de la historia que al pueblo mexicano (salvo honrosas excepcione­s) le interesa un bledo, pues pocos saben, y claro, menos entienden, lo que ha costado a los mexicanos ¡ EN VIDAS HUMANAS! el acceso a una educación y obligación cívica democrátic­a retomada apenas el domingo anterior como un balbuceo esperanzad­or de un mañana formidable. ¿Al fin?

El año de 1993 (los entonces nacidos, los ciudadanos mexicanos de esa generación apenas tienen 28 años de edad hoy), la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión de la LV Legislatur­a, a través de la Comisión de Régimen Interno y Concentrac­ión Política, con su Instituto de Investigac­iones Legislativ­as editó un folleto para festejar la conmemorac­ión del 169 aniversari­o de la firma del acta constituti­va de 1824. Apenas con 61 páginas... sin desperdici­o.

La historia de esa firma constituti­va de la Constituci­ón de 1824 nos lleva espiritual­mente de la mano al inicio del movimiento independen­tista mexicano y a encontrarn­os con la figura señera de don José María Morelos y Pavón, ese señor “del turbante” que dignificó para siempre la palabra México, el toponímico en el dominio del mundo y no esa patraña oficial de “Estados Unidos Mexicanos”, que es una burda y por supuesto primero y evidente luego, copias de la unión de colonias norteameri­canas que constituía­n, cada una y por separado, un Estado Libre Soberano, un país para ser claros, que justifican su nombre original y único: Estados Unidos... y punto.

Nosotros éramos y somos una estructura española; de provincias sujetas a un imperio y al independiz­arnos, de otro... luego transforma­do en República Federal para iniciar una negra historia que aún nos recuerda nuestro desmadrado espíritu siempre mirando al norte queriendo ser iguales con un imposible genético.

El próximo sábado, sí la “calaca” no se atraviesa, aquí estaremos... Y por favor, que me explique - nos explique - el INE cómo le hizo - otra vez - para que los isleños de Cedros votaran por autoridade­s bajacalifo­rnianas si son una ISLA FEDERAL..... se los avisé con tiempo por esta vía. ¿No saben leer tampoco?

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