La Voz de la Frontera

Elecciones en México

Las elecciones en México estuvieron marcadas por la violencia, la sangre, los homicidios, los escándalos y la pandemia. Sonora vivió una de las jornadas más controvert­idas de su historia.

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Arizona.

La contienda por la gubernatur­a fue intensa, a veces sucia y polémica. Hubo amenazas, muchas; ataques, de más; mentiras, una tras otra. Fue algo así como tomar clases de política con esteroides en medio de una crisis mundial. ¿Quién obtuvo la mayoría de votos en las elecciones del 6 de junio? ¡El abstencion­ismo! Ningún candidato logró motivar al electorado; ni las alianzas lo consiguier­on. Esto es muy preocupant­e. Una sociedad que no vota es una que sufre el hartazgo que desencaden­a indiferenc­ia.

Los resultados fueron los que son. Algunos celebraron los triunfos en contiendas locales; otros sonorenses se maravillar­on por la llegada de la tercera alternanci­a en el gobierno estatal y otros, la gran mayoría, aún tienen sentimient­os encontrado­s. Lo que sí quedó descubiert­o, así como pasó en Estados Unidos con el apoyo latino a Trump, es que había muchos simpatizan­tes de Morena de closet que solo salieron en las urnas.

Ellos, los que nadie incluyó en las encuestas, fueron los que le dieron la voltereta a los resultados.

La afiliación a tal o cual partido político o alianza no es lo importante. Lo digno de estudiar es el fenómeno social de aparentar. La cuestión más profunda de análisis debiera ser el porqué ser simpatizan­te en las sombras, de realizar una venganza en las urnas, de disimular las creencias políticas para conservar el estatus y las conexiones y de evitar que se etiquete la solidarida­d con corrupción o socialismo.

En México se votó por convenienc­ia y por miedo; por intereses y por protección. No hubo una motivación real de un cambio. La pandemia reacomodó las prioridade­s y la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidenci­a, la perspectiv­a política. Cuando Obrador ganó, sí fue por un sentimient­o genuino de esperanza en una transforma­ción. Ahora, me cuentan, fue la resignació­n.

En Estados Unidos ha pasado el efecto contrario. La inconformi­dad y el extremismo ha logrado aumentar la participac­ión ciudadana de manera paulatina y constante. Los políticos han encontrado la manera de motivar el voto y han logrado crear sistemas que faciliten ejercer el derecho por correo y de manera anticipada. Esto no pasa en México. De hecho, los mexicanos que viven en el exterior y tienen la oportunida­d de votar por correo postal, aún sienten desconfian­za del sistema. Tantos años de opresión, supresión y corrupción no se olvidan tan fácil.

Si en México la tendencia de la participac­ión ciudadana en los procesos electorale­s continúa a la baja, la democracia se pondrá en riesgo. Tantos años de lucha por la libertad de elegir y tan poca voluntad de hacerlo es como un jaque mate a la historia.

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