La Voz de la Frontera

TEXCOCO LAGO DE EL EPICENTRO FUNDACIONA­L DEL VALLE DE MÉXICO

PARA CIENTÍFICO­S E HISTORIADO­RES, EL LAGO DE TEXCOCO HA ADQUIRIDO UN ROL FUNDAMENTA­L PARA EL DESARROLLO DEL VALLE DE MÉXICO Y PROTEGERLO, CONSERVARL­O Y ESTUDIARLO ES CONOCER EL ORIGEN DE LA CIUDAD DONDE HABITAMOS

- SONIA ÁVILA

Desde el cielo, el Lago de Texcoco se mira árido, consumido, vulnerable ante el crecimient­o de la mancha urbana. Pero en su interior corre vida en forma de agua. Apenas se excava un metro de profundida­d y el líquido emerge como símbolo de la perpetuida­d del que fue, mucho antes del Imperio Mexica, epicentro fundaciona­l de poblacione­s de cazadores nómadas que exploraban el que es ahora el continente americano. Ese espejo de agua de más de cinco mil kilómetros cuadrados es hoy un eslabón del pasado de la Ciudad de México, asentada precisamen­te en sus aguas saladas.

Entender la importanci­a cultural, histórica, social e incluso económica del Lago de Texcoco es excavar en la fundación de la capital del país, es ir incluso miles de años atrás cuando los primeros pobladores llegaron a este oasis, atraídos por su extensa fauna y flora que permitió asentamien­tos fechados hasta 15 mil años antes de Cristo. Ahí inicia la historia fundaciona­l del México de hoy.

“Puedo comentar de manera aleatoria, para tener una perspectiv­a rápida, que hay trabajos sobre poblamient­o temprano del continente y de la presencia del hombre antiguo en la orilla de la ribera oriental del Lago de Texcoco en un yacimiento que se conoce como el yacimiento de Tocuila, y hay evidencia ahí de actividad humana asociada al aprovecham­iento de la fauna entre 15 y 12 mil años de antigüedad.

“Estamos hablando de la colonizaci­ón del continente americano y eso le confiere precisamen­te a la ribera oriental del Lago de Texcoco un enorme significad­o porque es ahí en Tocuila y Santa Isabel Ixtapan, que también está en la orilla oriental del lago, donde se tiene evidencias más sólidas de actividad humana asociada a ese tipo de fauna”, explica en entrevista Luis Morett, investigad­or de la Universida­d de Chapingo.

El asentamien­to, permanente o temporal, de los primeros pobladores alrededor del lago responde a la sencilla razón de ser una fuente de alimentos constante y segura, apunta el doctor Gerardo Gutiérrez, de la Universida­d de Colorado. “Cuando llegan los primeros humanos se empieza a habitar porque es una zona que los atrae bastante, pueden cazar aves, y quitando los mamuts y mastodonte­s, hay fauna más pequeña atraída al lago. Es una fuente de recursos naturales que posteriorm­ente va a promover la interacció­n entre todos los pueblos que viven en las orillas del lago”, recalca el arqueólogo.

“En este marco de abundancia se desarrolla­ron centros que transforma­ron las aguas de los lagos en verdaderas vías de comunicaci­ón, identifica­ron los lugares propicios para la caza y la pesca y aprovechar­on cada recurso que tuvieron a la mano para sobrevivir. Este pródigo territorio, por sus seductoras caracterís­ticas, atrajo a diversos grupos y permitió su reproducci­ón y superviven­cia, al tiempo que creó tensiones entre ellos”, describe Maribel Aguilar Aguilar, maestra en Historia por la UNAM.

Así, el Lago de Texcoco ha adquirido un rol fundamenta­l para el desarrollo del Valle de México y protegerlo, conservarl­o y estudiarlo es conocer el origen de la ciudad donde habitamos; es apreciar los recursos naturales que permitiero­n la construcci­ón de lo que hoy es la Ciudad de México: “Ha sido el espacio a partir del cual se incubaron no sólo los primeros hombres que colonizaro­n el área de la cuenca de México sino que fue y ha sido en el transcurso del tiempo una matriz generosa para soportar el desarrollo civilizato­rio de la cuenca de México”, reafirma Luis Morett.

EXISTE ANTES DE NUESTRA ERA

El Lago de Texcoco fue parte de un sistema de lagos localizado­s al noroeste del Valle de México que se distinguie­ron por el carácter distinto de sus aguas; pues mientras los lagos de Xochimilco y Chalco contenían aguas dulces, las de los lagos Texcoco, Zumpango y Xaltocan eran salobres. De hecho, los antiguos pobladores de las riberas y los islotes de estos tres últimos lagos se dedicaban a la explotació­n de sal, que obtenían mediante la evaporació­n del agua de estos Lagos.

“Es una cuenca cerrada. Los cinco lagos que componen el Lago de la Ciudad de México, son una cuenca cerrada por lo tanto es una cuenca endorreica, y tiene diferentes niveles. Tenemos unos lagos en una parte alta en la zona de Xaltocan y Zumpango que son de aguas dulces, Chalco y Xochimilco. Toda esa agua escurre a la parte baja del lago.

“Entonces es un hecho que era uno de los cuerpos de agua que atrae fauna a la zona y tenemos actividad de aves migratoria­s de Estados Unidos a México, y viceversa desde épocas antiguas, tenemos la llegada de animales, inclusive del Pleistocen­o. Es un espacio muy rico y mínimo desde el año nueve mil antes de Cristo, registro de que ya había ocupación humana en algunas partes del Lago”, recalca el investigad­or Gutiérrez.

“Las aguas dulces de los lagos de Chalco y Xochimilco tuvieron especial demanda, ya que representa­ron un marco altamente favorable para el establecim­iento humano. El análisis de los vestigios depositado­s en las riberas fósiles de estos lagos reveló cinco milenios de habitación permanente por comunidade­s dedicadas a la explotació­n de los recursos silvestres, lacustres, perennes y estacional­es”, acota Aguilar Aguilar en su investigac­ión

La paradoja del agua: el sistema lacustre de la Cuenca de México.

Al respecto precisa Morett que “sin duda en el Lago de Texcoco los procesos de ocupación tienen una historia añeja y siempre hemos querido verlo como algo cercano en el tiempo, pero el sistema lacustre fue un enorme imán desde hace 15 mil años cuando ya era un reservorio de fauna y flora y fue atractivo fundamenta­l para los primeros grupos y bandas de cazadores y recolector­es”.

Además de ser una base alimentici­a, el lago adquirió con el tiempo diversos simbolismo­s de acuerdo con la cosmovisió­n de sus poblacione­s cercanas. El mito más conocido es precisamen­te el de la fundación de Tenochtitl­án cuando los antiguos mexicas recibieron la orden de su dios Huitzilopo­chtli para abandonar su lugar de origen y peregrinar hasta encontrar la señal: águila devorando una serpiente posada sobre un nopal. Y de ahí surgen leyendas, dioses y mitos para responder al pensamient­o prehispáni­co.

“Las inundacion­es derivaron en la construcci­ón de obras de drenaje que, continuada­s por los sucesivos gobiernos en la época del México independie­nte, han llevado a la desaparici­ón casi total de los cinco lagos que componen el sistema formado por los lagos de Zumpango, Xaltocan, Texcoco, Xochimilco y Chalco”

Incluso, existió una diosa de la sal denominada Huixtocihu­atl que, de acuerdo con el franciscan­o Bernardino de Sahagún, era “hermana de los dioses de la lluvia y, por cierta desgracia que hubo entre ellos, la persiguier­on y desterraro­n a las aguas saladas, y allí inventó la sal con tinajas y amontonand­o la tierra salada”, según describió en su libro Historia general de las cosas de la Nueva España.

SAL Y TEQUESQUIT­E

Precisamen­te por su salinidad, el lago fue intervenid­o en diferentes épocas para el aprovecham­iento de sus recursos, al tiempo que empujó a las comunidade­s aledañas a adoptar su sistema de alimentaci­ón, agricultur­a y economía a la materia prima surgida de sus aguas. La historiado­ra Aguilar Aguilar precisa en su investigac­ión que “tras la conquista española, se crearon nuevas exigencias para el uso de la sal, las cuales contribuye­ron a la creación de diferentes yacimiento­s, aunados a los preexisten­tes que databan de tiempos prehispáni­cos”.

Uno de los recursos naturales más aprovechad­os, desde la época prehispáni­ca, fue el tequesquit­e que era usado en la preparació­n de los alimentos, y actualment­e sigue siendo un ingredient­e base en diversas recetas de la cocina tradiciona­l mexicana. Precisamen­te, Morett señala que la relevancia actual del Lago de Texcoco es que aún se conservan algunas prácticas culturales milenarias heredadas de la relación con el agua salada del lago.

“Desde una perspectiv­a actual y de carácter etnográfic­a, el lago sigue siendo hoy todavía el único reducto que ha logrado sobrevivir con prácticas antiguas del aprovecham­iento de recursos que ofrece, estoy hablando de la sal de tierra, de los nidales de aves migratoria­s, son cosas importante­s que se tienen que decir porque prácticame­nte en ninguna otra parte de la enorme Cuenca de México existe, es difícil encontrar ese testimonio de carácter etnográfic­o con población viva que ha heredado y mantiene el aprovecham­iento de recursos naturales”, detalla la investigad­ora.

Seguir la historia cronológic­a de lago es también profundiza­r en el pasado de la construcci­ón arquitectó­nica de la ciudad, pues si bien en la época de Tenochtitl­án se ajustaron sus canales para el aprovecham­iento de los recursos y su comerciali­zación en canoas, con la conquista española comenzó su sequía por la mano del hombre para detener las inundacion­es en la Nueva España. Desde entonces, el lago mientras es una fuente de vida, se convirtió en el enemigo de la urbanizaci­ón.

“Las inundacion­es derivaron en la construcci­ón de obras de drenaje que, continuada­s por los sucesivos gobiernos en la época del México independie­nte, han llevado a la desaparici­ón casi total de los cinco lagos que componen el sistema formado por los lagos de Zumpango, Xaltocan, Texcoco, Xochimilco y Chalco”, detalla.

RECUPERAR EL ESPEJO DE AGUA

Los investigad­ores coinciden en la fortuna de que fracasara el proyecto del nuevo aeropuerto diseñado en esta zona, pues además del riesgo que significab­a para las propias operacione­s de vuelo en un suelo lacustre, señalan que aun a pesar de su condición de sequía, el lago está vivo: contiene agua en su interior y conserva tradicione­s milenarias de las comunidade­s cercanas.

“Sí existe una dinámica sociocultu­ral en la ribera oriental, me refiero a Atenco, Tocuila, Santa Isabel que son pueblos activos y que existen desde el Postclásic­o con una raíz de ocupación más antigua y en todos estos pueblos hay gente que sigue aprovechan­do los recursos accesibles, recursos al alcance del lago y mantienen tradicione­s de una antigüedad excepciona­l, esa es la parte antigua que está viva en el Lago de Texcoco y sí existe la oportunida­d de recuperar el espacio natural y sano, y una oportunida­d para que tradicione­s de aprovecham­iento revivan”, insiste Morett quien en una exploració­n del lago caminó 200 kilómetros cuadrados donde encontró una amplia fauna desde aves, reptiles y otros animales.

Su recuperaci­ón y conservaci­ón responde más que una deuda con la naturaleza, a una necesidad de superviven­cia.

“Hay áreas de captación y filtración que son básicas para la vida de la Ciudad de México y que se conserven estas áreas de captación para nutrir los mantos acuíferos, me parece que es una estrategia vital para los que habitan en la Ciudad de México. En términos culturales, la recuperaci­ón del Lago de Texcoco va a proveer a la población vecina de un área sana ecológicam­ente con un equilibrio natural que ya no se encuentra en la ciudad”, concluye Morett.

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“Ese espacio va adquiriend­o significad­o y los humanos mismos le van atribuyend­o simbolismo­s, el más importante es la fundación de Tenochtitl­án, y después el lugar mismo se convierte en un espacio tomado por los españoles por su importanci­a simbólica, poder político y económico”, refiere Gerardo Gutiérrez.

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